UN ATLETISMO AFECTIVO (4)
Lo importante es cobrar
conciencia de las localizaciones del pensamiento afectivo. Un medio de
reconocimiento es el esfuerzo: y en los mismos puntos en que se apoya el
esfuerzo físico se apoya también la emanación del pensamiento afectivo. Esos
puntos sirven de trampolín a la emanación de un sentimiento.
Ha de señalarse que todo
cuanto es femenino, cuanto es abandono, angustia, llamada, invocación, cuanto
tiende hacia algo en además de súplica, se apoya también en los puntos en que
se localiza el esfuerzo, pero como buzo que flexionando las piernas toma
impulso en el fondo del mar para subir a la superficie; y habrá como un brote
de vacío en el lugar donde estaba la tensión.
Pero en ese caso lo
masculino regresa como una sombra fantasmal al lugar de lo femenino, mientras
que cuando el estado afectivo es masculino el cuerpo interior es una especie de
geometría invertida, una imagen del estado al revés.
Tomar conciencia de la
obsesión física, de los músculos estremecidos por la afectividad, equivale,
como en el juego de las respiraciones, a desencadenar esta afectividad en toda
su potencia, a otorgarle una amplitud sorda, pero profunda, y de una violencia
desacostumbrada.
Ocurre así que cualquier
actor, hasta el menos dotado, puede aumentar, por medio de este conocimiento
físico, la densidad interior y el volumen de su sentimiento, y a esta toma de
posesión orgánica sigue una expresión plena.
Y no daña nuestro
propósito conocer algunos puntos de localización.
El levantador de pesas
las levanta con la espalda, apoya la fuerza multiplicada de los brazos en un
derrengamiento de la espalda; y es bastante curioso comprobar que,
inversamente, todo horadante sentimiento femenino -sollozo, desolación, jadeo
espasmódico, estado de trance- vacía al hombre a la altura de los riñones, en
el lugar exacto donde la acupuntura china alivia la congestión del riñón. Pues
la medicina china sólo actúa por vacío y por lleno. Convexo y cóncavo. Tenso y
relajado. Ying y yang. Masculino y
femenino.
Otro punto irradiante: el
punto de la cólera, del ataque, del mordisco, es el centro del plexo solar.
Allí se apoya la cabeza para lanzar moralmente su veneno.
El punto del heroísmo y
de lo sublime es también el de la culpa. Allí donde nos golpeamos el pecho. El
lugar donde hierve la cólera.
Pero donde la cólera
avanza, la culpa retrocede; tal es el secreto de lo vacío y de lo lleno.
Una cólera sobreaguda,
que se despedaza a sí misma, se inicia con un neutro crujiente y se localiza en
el plexo por medio de un vaciado rápido y femenino; luego, bloqueada por los
dos omóplatos, se vuelve como un bumerang emitiendo un chisporroteo masculino,
que se consume sin avanzar. Para perder su agresividad, conserva la correlación
de la respiración masculina: expira con encarnizamiento.
Sólo he querido dar
algunos ejemplos de los pocos principios fecundos que conciernen a este texto
técnico. Otros, si tienen tiempo suficiente, completarán la anatomía del
sistema. Hay 380 puntos en la acupuntura china, con 73 principales que se usan en
la terapéutica común. No hay en nuestra humana afectividad tantos puntos de
expresión.
Hay menos puntos de apoyo
que puedan ser útiles al atletismo del alma.
El secreto es exacerbar
esos puntos como si uno estuviese desgarrándose los músculos.
El resto se hace con
gritos.
Para forjar otra vez la
cadena, la cadena de un ritmo en que el espectador busca en el espectáculo su
propia realidad, es necesario permitir que ese espectador se identifique con el
espectáculo, y en cada respiración, y en cada tiempo.
No basta con que a ese
espectador lo encadene la magia del espectáculo; esta no lo encadenará si no
sabemos dónde apoderarnos de él. No más magias azarosas, no más poesía que no
encuentre apoyo en la ciencia.
En el teatro, y de ahora
en adelante, hay que identificar poesía y ciencia.
Toda emoción tiene bases
orgánicas. Cultivando la emoción en el cuerpo recarga el actor la voltaica
densidad.
Conocer de antemano los
puntos del cuerpo que es necesario tocar es arrojar al espectador en trances
mágicos. Y de esta invalorable clase de ciencia carece la poesía en el teatro
desde hace mucho tiempo.
Conocer las
localizaciones del cuerpo es pues forjar otra vez la cadena mágica.
Y en el jeroglífico de
una respiración yo puedo recobrar una idea del teatro sagrado.
N.B. Nadie sabe gritar en
Europa, y menos los actores en trance. Como no hacen otra cosa que hablar y han
olvidado que cuentan con un cuerpo en el teatro, han olvidado también el uso
del gaznate. Reducido de modo anormal, el gaznate ya no es un órgano sino una
monstruosa abstracción parlante; los actores franceses no saben hacer otra cosa
que hablar.
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