Quienes hoy acudan a tratarse al Lower Manhattan Hospital en
Nueva York, también conocido como New York-Presbyterian o simplemente como el
hospital del Downtown, posiblemente sepan que es el único gran centro clínico
al sur de la calle 14. Y tal vez aprendan que su servicio de Urgencias
fue el centro de atención de referencia el 11 de septiembre de 2001, por el
que pasaron más de 1.000 heridos en los atentados. Pero tal vez ignoren que sus
orígenes se remontan a 1853 y que se deben al empeño infatigable de una mujer, la
primera titulada en medicina en EEUU, y una de las primeras del mundo.
El escenario para que Elizabeth Blackwell (3 de febrero de 1821
– 31 de mayo de 1910) tomara un rumbo pionero en su vida estaba
preparado desde su nacimiento, en una familia numerosa de Bristol (Reino Unido)
donde se favorecía el desarrollo personal, se fomentaba la igualdad de
oportunidades y se adoptaban opciones morales avanzadas para su época. Sus
padres rechazaban el castigo físico. Y cuando la refinería de azúcar que
sostenía la economía familiar se quemó y los Blackwell tuvieron que emigrar a
Estados Unidos en busca de una nueva vida, el padre acabó dedicándose al azúcar
de remolacha por la repugnancia que le inspiraban las prácticas esclavistas del
cultivo de caña.
Sin embargo, la medicina estaba muy lejos de los intereses de Elizabeth.
En su libro Pioneer Work inOpening the Medical Profession to Women (1895)
escribiría que por entonces “odiaba todo lo relacionado con el cuerpo y no
podía soportar la visión de un libro médico”. Cuando su padre murió y la
familia debió procurarse un sustento, la opción elegida fue la enseñanza. Pero
un día, una amiga que sufría una dolorosa enfermedad la animó a estudiar
medicina, asegurándole que sus sufrimientos habrían sido menores si la hubiera
tratado una mujer.
RECHAZADA EN 29
FACULTADES
Otro elemento influyó en Blackwell para decantarse por la carrera
médica: buscar una ocupación absorbente para evitar la “perturbadora influencia
ejercida por el otro sexo”, escribió. Y sobre todo, el deseo de
practicar la medicina se convirtió para ella en una lucha moral, avivada
aún más por el hecho de que en su época el término “mujer médica” se
aplicara en exclusiva a las practicantes de abortos, algo que Blackwell
consideraba una “ocupación vil”.
Pero este camino no se le abrió de inmediato. Mientras comenzaba a
estudiar por su cuenta gracias a los libros de un amigo médico, hasta
29 facultades rechazaron su solicitud de ingreso por su condición de mujer. Y
cuando fue aceptada en la que hacía la número 30, la Facultad de Geneva (Nueva
York, hoy perteneciente a la Universidad Estatal de Nueva York SUNY), fue por
una especie de malentendido: los profesores sometieron su solicitud de
matrícula al voto de los alumnos, quienes creyeron que aquello era tan sólo
una broma de una universidad rival.
El resultado fue que una mujer entró por primera vez en una Facultad de
Medicina en EEUU. La revista Boston Medical and Surgical Journal,
hoy una de las más prestigiosas publicaciones médicas del mundo bajo su nombre
actual, The New England Journal of Medicine, daba cuenta de que
“un pequeño y bonito espécimen del género femenino” estudiaba medicina en
Geneva. Los redactores de la prensa afilaban sus plumas: el Baltimore
Sunconfiaba en que Blackwell limitara su práctica “a enfermedades del
corazón”.
Por si fueran pocos obstáculos, al término de su carrera se encontraba
adquiriendo experiencia en un hospital de París cuando el fluido infeccioso de
un niño al que trataba le saltó al ojo. A raíz de aquel accidente terminaría
perdiendo el ojo izquierdo, lo que frustró su propósito de dedicarse a la
cirugía. Pero nunca se rindió: en 1853, a su regreso a EEUU, fundó en
Nueva York un pequeño dispensario para mujeres y niños sin recursos. Con la
ayuda de su hermana Emily y de su alumna Marie Zakrzewska, cuatro años después
aquella semilla germinaría en un hospital, hoy el Lower Manhattan, entonces
llamado New York Infirmary for Indigent Women and Children. En
1868 al centro se añadió una facultad de medicina, dirigida por mujeres para
mujeres.
Un año más tarde, ya en plena madurez, Blackwell decidió establecerse
definitivamente en su Inglaterra natal. La escuela de Nueva York continuó
abierta hasta 1899, cuando todas sus alumnas fueron transferidas a la Facultad
de Medicina de Cornell. Pero su regreso a Gran Bretaña no fue para descansar:
poco después fundaría la London School of Medicine for Women,
hoy integrada en el University College. “Es mi naturaleza comenzar de nuevo”, escribió.
Nunca dejó de hacerlo, hasta que un derrame cerebral se la llevó en 1910,
después de haber abierto las aulas de las escuelas médicas a millones de
mujeres de todo el mundo.
(OpenMind / 3-2-2017)
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