IN MEMORIAN UGO ULIVE
Ugo Ulive pertenecía a esa raza de hombres de teatro
comprometidos estética e ideológicamente con el arte y con la vida. Falleció en
Caracas el pasado 25 de noviembre, día de su octogésimo quinto aniversario, una
fecha que como él solía recordarme con aire de juglar travieso, marca también
el nacimiento de Lope de Vega. “No te
olvides, Walter”.
Se trata de una pérdida tan enorme para el teatro
uruguayo y latinoamericano como lo fue hace años la partida de Alberto Candeau
y de Atahualpa del Cioppo, tema obligado de mis dos obituarios anteriores. Hoy,
pues, me toca la tarea de intentar una breve reflexión sobre la vida que Ulive
dedicó al teatro (y al cine) no sólo en su Uruguay natal sino también en Cuba y
en Venezuela, país éste que hizo suyo y donde resplandeció más que en ninguna
otra parte su incansable espíritu creador.
Me consideraba su hermano y el sentimiento era mutuo
a partir de nuestros años en El Galpón y de otros tantos en Inglaterra, donde
yo dirigí el estreno británico de su magnífica obra “Prueba de fuego”. Aquella puesta en escena, que Ulive pudo ver en
Londres, afirmó el vínculo personal y nuestra comunión en el teatro.
Pese a lo efímero del teatro, es realmente asombroso
comprobar el carácter universal de su legado artístico, reflejo de un dominio
deslumbrante de la profesión y del repertorio elegido. La lista es incompleta y
tediosa, pero necesaria como testimonio contundente. Ulive no sólo se contenta
con sus apasionados montajes de textos latinaomericanos (Florencio Sánchez, Cuzzani,
Dragún, Chocrón, Rosencof, Cabrujas, Usigli o Discépolo, entre otros). Se
plantea nuevos desafíos a la sombra de Shakespeare, Pinter, Botho Strauss,
Brecht, Genet, O´Neill, Pirandello, Heiner Müller, Ibsen, Hölderlin o Margerite
Duras. ¡Y escribe sus propias obras! A la que ya aludí al comienzo, deben
mencionarse “Reynaldo”, “El Dorado y el
amor”, “Mefistófeles con sotana”…
No es menor el resultado de la fascinación que
siente por el cine, y del talento que pone en evidencia. Ulive incursiona en
ese medio mostrando desde un principio su carácter transgresor y despierta duras
polémicas en el Uruguay con “Un vintén
pa’l Judas”, “Como el Uruguay no hay” o “Elecciones” (este último documental
codirigido con Mario Handler). Sin
renunciar al teatro y a su crítica incisiva y mordaz no importa el medio que
elija, Ulive proseguirá cultivando el cine y el video: primero en Cuba con “Crónica cubana”, y luego en Venezuela, con “Basta”, “Diamantes”, “Caracas, dos o tres
cosas” y “Venezuela grado cero”. A título de inventario cabe citar también
su primera novela “Danzas tristes” y
años de brillante magisterio en la formación de actores.
En medio de semejante despliegue de energía e
inspiración y como suele ocurrir en la vida de muchos artistas, Ulive sufrió también
algunas “desgarraduras”, especialmente, su detención a manos de la dictadura
uruguaya en 1976. No escapó enteramente ileso de aquella pesadilla pero fue
salvado gracias a la campaña diplomática que lideró su esposa.
Ugo Ulive ingresa ahora a la eternidad, muchos
discípulos pierden a su maestro, yo pierdo a un hermano y unos y otros
atesoramos su legado.
En 1999, El Consejo Nacional de la Cultura y la
Fundación Cultural Chacao publicaron en Caracas un libro antológico sobre Ulive
titulado “50 años en la vida de un
artista”. Oscar Sambrano Urdaneta, Presidente del Consejo, prologa allí el
homenaje con unas palabras mucho más elocuentes que las que yo podría utilizar hoy
para cerrar esta nota: “…Ugo Ulive está
entre quienes lo reconcilian a uno con la decencia, con la rectitud intelectual
jamás sometida a subasta, con la espontaneidad en el trato de un hombre
profundo… a quien no envanecen los oropeles del aplauso pasajero ni tientan los
fantasmas del poder siempre transitorio.”
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