2. MAGIA HOMEOPÁTICA O IMITATIVA (2)
Entre algunos de los dayakos de Borneo, cuando una mujer tiene un parto
laborioso, llaman a un brujo, que intenta facilitar el parto por el modo
racional de manipular en el cuerpo de la parturienta y, mientras tanto, otro
brujo, fuera del cuarto, se esfuerza en obtener el mismo fin por medios que
nosotros consideramos totalmente irracionales. En efecto, él pretender la
parturienta: con una tela enrollada al cuerpo, sujeta una piedra grande que
representa al niño en la matriz y, siguiendo la instrucciones que le grita su
colega desde el lugar de la escena real, mueve el supuesto bebé sobre su cuerpo
imitando exactamente el movimiento del verdadero, hasta que este nace.
El mismo principio de simulación que gusta tanto a los niños ha llevado a
otros pueblos al empleo de la simulación del nacimiento como una forma de
adopción y aun como procedimiento de resucitar al que se supone había muerto.
Si una persona simula el alumbramiento de un hijo, aunque sea un hombre
barbudo, sin una sola gota de la sangre de aquella en las venas, entonces,
según el criterio de la filosofía y la ley primitivas, el muchacho o el hambre
es realmente su propio hijo en todos sentidos. Así, nos cuenta Diodoro que
cuando Zeus persuadió a su celosa mujer Hera para que prohijase a Hércules, la
diosa se metió en la cama y abrazando al corpulento héroe contra su seno, le
empujó por debajo de su ropa y le dejó caer al suelo, imitando un verdadero
parto; el historiador añade que en sus tiempos se practicaba por los bárbaros
el mismo medio para adoptar criaturas. En nuestros días se dice que todavía se
usa así entre los turcos de Bosnia y de Bulgaria. Cuando una mujer desea
prohijar a un muchacho, le sacará o empujará por entre sus ropas: desde
entonces será mirado siempre como su verdadero hijo y heredará todos los bienes
de sus padres adoptivos. Entre los berawanos de Sarawak, cuando una mujer desea
adoptar a una persona ya adulta, sea hombre o mujer, se reúne a mucha gente
para celebrar una fiesta. La madre adoptiva, sentada ante el público sobre un
asiento alto con faldones, permite que la persona adoptada se arrastre desde
atrás y entre sus piernas. Tan pronto como aparece por delante de ellas, le
golpean con los capullos perfumados de la palma de areca y le atan a la mujer.
Después madre e hijo o hija adoptivos, así atados juntos, anadean hasta el
fondo de la casa y vuelve otra vez a la vista de los espectadores. El lazo
establecido entre los dos por esta imitación gráfica el parto es muy estrecho;
una ofensa cometida contra un hijo adoptivo se reconoce como más grave que la
hecha a un hijo verdadero. En la Grecia antigua, si se había supuesto
erróneamente que un hombre ausente había muerto y se le habían hecho los ritos
fúnebres, a su vuelta era tratado como muerto para la sociedad hasta que
hubiera pasado por la ceremonia de nacer otra vez. Le hacían pasar por la
entrepierna de una mujer y después le lavaban y vestían con mantillas y le
entregaban a una nodriza. Hasta que no se ejecutaba con todo detalle la
ceremonia, no podía relacionarse libremente con la gente. En parecidas
circunstancias, en la India antigua, el hombre a quien se había supuesto
fallecido tenía que pasar la primera noche de su vuelta en una tina llena de
agua grasienta; mientras estaba sentado y con los brazos cruzados, cerrados los
puños y sin pronunciar palabra, a semejanza de una criatura en la matriz, se
ejecutaban sobre él todos los sacramentos que se acostumbraba hacer sobre una mujer
preñada. A la mañana siguiente salía de la tina y pasaba una vez más por todos
los sacramentos que tuvo en su juventud y especialmente le casaban con una
mujer o le volvían a casar con su propia esposa con la debida solemnidad.
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