ARTURO SERGIO VISCA: PRÓLOGO (3)
HISTORIA DE UNA NOVELA EXCEPCIONAL
ORQUESTACIÓN FINAL (2)
El borrador manuscrito titulado “Para
iniciar a Don Juan, el Zorro. Las primeras páginas” dice así:
“Empezar por la mención del
caballo. Describir su apero. Se mencionan los estribos, como detalle último de
su mención mostrando la bola. Luego, seguir con los flecos del poncho que la
rozan. Decir después que, al entreabrirse, éste deja ver la bombacha, tirador
y, como un halda del poncho está plegada sobre el hombro del jinete, también la
chaquetilla. El rebenque se apoya en la cabezada del recado. Luego, golilla y
sombrero. Después, sugerir con nitidez el movimiento de la conjunción de jinete
y caballo, para lo cual es preciso situarse en el punto de vista de ambos y
evidenciar el desplazamiento del horizonte haciendo que el jinete lo contemple.
El horizonte debe abarcar un gran espacio para hacer buenas perspectivas y
achicar la imagen de jinete y caballo. Pero este espacio tiene que crecer
gradualmente porque las primeras menciones de la figura ecuestre deben hacerse
en el momento de cruzar un vado muy encajonado, que estreche el horizonte.
Allí, entonces, la figura es, por relación, mayor de lo que será más adelante,
cuando vaya saliendo del bajo y, al ascender, logre mayor horizonte hasta que,
en la cima de la colina, el paisaje se amplíe considerablemente y el grupo de
caballo y jinete se haga más pequeño.
El jinete, don Juan, va mirando
todo. Y en sus emociones es preciso dejar advertir que hacía tiempo que no
estaba en el pago y las circunstancias lo alejaron: persecución de la justicia
(don Juan hace apenas un mes que se halla de nuevo en el pago). Hay que hacer
alguna mención muy expresiva -porque debe ser muy buena- a su primo el Zorrino.
También al Comisario y al Peludo. Finalmente a la Mulita, para ya dejarla
presente en el espíritu del lector, pues es a ella a quien va a visitar don
Juan”.
La lectura de las anotaciones que anteceden, además de dar una idea de cómo
sería el comienzo de la novela, hace evidente, y es importante subrayarlo, la
lúcida conciencia estética del autor y valen por una lección magistral de
composición narrativa. Transcribiré ahora el primero de los borradores
manuscritos destinados a servir de estribación para componer nuevos episodios
de la novela. Dice así:
“Don Juan deja el caballo oculto
bajo unos sauces y piedras. Y se dirige a pie a lo de la Mulita.
Al regreso, cruza el arroyo y
siente un llanto. Es una liebre lavandera. El Peludo le ha mandado decir que si
no le paga la deuda le va a hacer sacar hasta los tizones.
Don Juan echa mano para sacar
dinero pero desiste:
-Total, no va a haber necesidá.
Con un buen escarmiento yo lo voy hacer andar derecho en este mundo.
Piensa que esto no conformará a
la lavandera. Entonces, dice:
-Bueno, siga, no más, tranquila
con su lavado. Yo voy a hablar con el Peludo…
-Es inútil, don, es inútil. ¡Se
va a poner más cosario conmigo!
-… y si no afloja yo le entregaré
a usted la plata para que le pague ¿me comprende?
La lavandera se ha atrasado por
la muerte de su hija, que también lavaba. Y porque para acomodar el molinete
del rancho le cobraron tres pesos. Le dio a cuenta 8 reales y el Peludo no los
quiso agarrar, diciéndole que a esa marcha la cosa sólo se terminaría de
arreglar en el otro mundo. Y que él había oído las mentas de un reloj de oro
que tenía y por qué no lo entregaba por la mitad de la deuda. Si el reloj está
parado y es un recuerdo. Un recuerdo del finado mi marido que se murió estando
ido de la cabeza y baldado y se creía que era el sol. Que por eso no quiere
desprenderse de él, porque era el crédito del finado que se pasiaba con él como
única alegría. Y decía contento palmeando el bolsillo donde lo ocultaba
celosamente: “Con esto, si quiero, los tengo locos a todos. Resuelvo una noche
que anden a los porrazos meses y meses. Y en un redepente los ilumino y en un
año van a ver la luna y las estrellas si son brujos”. Así que, usté ve, no es
por el reloj, que total nunca marchó y está clavao como cuando lo encontró en
unas carerras. Yo se lo dije al Peludo y él me contestó que a los muertos hay
que dejarlos quietos y me dio la espalda y ya no me quiso oír y se puso a
tararear una décima como si estuviera solo. Y cuando yo quise hablar rio fuerte
y miraba para el techo.
-Y fui después a sacar algo fiado
a “La flor de un día” y el pulpero me dijo: “Ah, no, m’hijita, que te fíen
adonde vos sos su cliente, que es muy feo para mí andar haciendo competencia a
nadie y menos a todo un caballero como don Peludo! Ahora no tengo ni pa yerba.
Don Juan le dio unos pesos.
-Vaya con plata y verá si el
Peludo empieza a perder caballerosidá según el pensar de Vizcacha.
Compre lo que quiera y después le
voy a echar otra manito. Tenga cuidado, no la pierda. Pongaselá en el
bolsillito. Y si quiere, la llevo en ancas a su casa.
Sale la vieja.
-¡Mire que es lindo el campo! Lo
bien que podríamos estar todos si no se hubiera enfermado el finado y se
hubiera muerto y si no se hubiera muerto m’hija y tuviéramos algún pasar.
Cuando yo era chica creía que todo era lindo y que sólo el campo era feo. Ahora
es que veo que el lindo es él, solito”.
Este episodio, cuando el autor procediera a la “orquestación de la forma primitiva de la novela”, iba a encontrar
su ubicación dentro de los capítulos iniciales. De acuerdo con la acotación con
que este borrador comienza debía a continuación de la primera visita de la
Mulita, ya que no puede relacionarse con la segunda, que figura en el capítulo
IV, La partida del Sargento Cimarrón,
porque esta segunda visita ocurre cuando el Peludo ya ha muerto, y el episodio
con la lavandera, cuando el Peludo aun vive. Notoriamente, la situación
resumida en el borrador manuscrito que se ha transcripto estaba destinada a
hacer sentir, desde el comienzo, la avaricia y maldad del Peludo en
contraposición con los buenos sentimientos y generosidad de Don Juan.
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