La sociedad industrial y los caminos del hombre Una vez se me planteó la objeción de que las estructuras de las cuales venimos hablando no serán viables en la sociedad maquinista del porvenir en que todo se hará en serie por gigantescos complejos industriales; que seguir estudiando formas que requieren habilidad obrera y una vigilancia cercana del técnico es una actitud sentimental que se opone al progreso. Desde luego, habría primero que definir qué entendemos por progreso, lo que obligaría a definir los fines de la sociedad, o sea, los del hombre mismo. Si no precisamos la meta o los principios, no podemos saber si progresamos hacia ella o si tendemos a ser coherentes con ellos.
Siempre
son los fundamentos los que se dejan en una gran vaguedad. Como este tipo de
objeciones flota en el ambiente también para cosas de bastante más monta que
aquellas de las cuales estamos hablando, y tiene la ciega fuerza de lo
impreciso, creo que conviene que digamos algo sobre ello.
Es muy
probable que en el porvenir tengamos una civilización en que mucho, si no todo,
se haga por grandes organizaciones en las cuales el uso de la máquina será aún
más grande que el de hoy, pero esas organizaciones y esas máquinas deben ser
alimentadas, alguien tiene que pensar en los prototipos y los procesos; y me
parece que hay un gran riesgo en dar por supuesto que los caminos que hoy
dominan primarán en el futuro. Si así fuera, lo único razonable sería
perfeccionar lo que ya conocemos; pero no lo creo, porque las falencias de
nuestra admirable civilización actual son demasiado evidentes como para no
estar seguros de que nos encontramos en vísperas de cambios tan fundamentales
como los que trajo la civilización industrial. El tipo de personas que se
embelesa con la civilización maquinista del futuro y teoriza sobre ella no
suele ser gente que "hace"; lo que dan por definitivo e inmutable es
más bien lo de ayer que lo de hoy y su actitud se debe a un deslumbramiento un
poco infantil frente al poder y a la eficacia de las naciones poderosas de hoy.
No
estamos, pues, frente a un mundo cuyos problemas y soluciones estén claramente
planteados; somos el eterno caminante que tiene o debiera tener su brújula,
saber sus fines. Creo que lograríamos un amplio acuerdo si pusiéramos como fin
comparable la plenitud y felicidad del hombre; fin al que ciertamente daríamos
distintos fundamentos según nuestra filosofía de la vida o nuestra religión.
Desde este
punto de vista, que es el sólido, el de los fines del hombre, no es
satisfactorio lo que vemos. Las naciones hoy desarrolladas son las que hicieron
la revolución de la interpretación científica de la realidad y luego la
aplicación de ese saber a la técnica; a esto es a lo que llamamos revolución industrial.
Ésta fue positiva en muchos aspectos, mostró al hombre parte de su poder de
transformar el mundo y de volverlo de verdad su hogar, pero se hizo con tal
dosis de iniquidad que los coletazos de los hervores de indignación que esa
iniquidad produjo en el hombre son los que explican la locura destructiva que
se ha extendido por el mundo. Para saber de esa iniquidad no necesito haber
leído ni libros de historia ni novelas de Dickens; me basta haber trabajado un
mes en una ciudad industrial del noreste de Francia y tener ojos en la cara. No
olvido sus tristes hileras de casas bajas, establos confortables donde se
alojaba a los desdichados a quienes se exprimió y aún hoy no se trata
humanamente.
Como dije
en otro lado, "casas con un confort animal pero sin un solo signo de haber
sido hechas para hombres destinados a hablar con las estrellas. Toda la ciudad
era un insulto al destino del hombre. Estuve en primavera y lo único humano era
el cielo cruzado por veloces nubes desgarradas, y las lilas y los cerezos en
flor que no estaban, ciertamente, en casa de los pobres". Vuelvo y vuelvo
a preguntar. ¿Es deseable ese desarrollo con ese costo de sordidez y tristeza?
¿Tiene sentido que caigamos en este o en otros errores semejantes?
Por
ejemplo, ¿que durante años una compañía fabricante de papel vuelque en un río
cerca de Porto Alegre un efluente que torna el aire irrespirable; que venga a
hacer en estos arrabales del mundo lo que no puede hacer en Suecia y halle
quien defienda cosa semejante? ¿No hay otro camino? Sé que está en nuestra
voluntad y vigilancia el que los haya.
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