CANCIÓN 27
Entrado
se ha la esposa
en
el ameno huerto deseado,
y
a su sabor reposa,
el
cuello reclinado
sobre
los dulces brazos de el Amado.
.
DECLARACIÓN
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Y es como si dijera: Transformado se ha en su Dios -que es el que aquí llama
“huerto ameno- por el deleitoso y suave acento que halla el alma en Él. A este
huerto de llena transformación (el cual es ya gozo y deleite y gloria de
matrimonio espiritual) no se viene sin pasar primero por el desposorio
espiritual, y por el amor leal y común de desposados; porque, después de haber
sido el alma algún tiempo esposa en entero y suave amor con el Hijo de Dios,
después la llama Dios y la mete en este huerto suyo florido a consumar este
estado felicísimo de el matrimonio consigo, en que se hace tal junta de las dos
naturalezas y tal comunicación de la divina a la humana, que no mudando alguna
de ellas su ser, cada uno parece Dios. Aunque en esta vida no puede ser
perfectamente; aunque es sobre todo lo que se puede decir y pensar.
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/
Esto da muy bien a entender el mismo Esposo en los Cantares, donde convida al
alma hecha ya esposa a este estado, diciendo: “Veni in hortum meum, soror mea
sponsa, messui myrrham meam cum aromatibus meis”; que quiere decir: “Ven y
entra en mi huerto, hermana mía, esposa, que ya he segado mi mirra con mis olorosas
especias” (5,1). Llámala “hermana” y “esposa”, porque ya lo era en el amor que
le había hecho de sí antes que la llamase a ese estado de espiritual
matrimonio, donde dice que tiene ya segada su olorosa mirra y especias
aromáticas, que son los frutos de las
flores ya maduros y aparejados para el alma, los cuales son los deleites y
grandezas que en este estado de sí la comunica, esto, en sí mesmo a ella. Y por
eso Él es ameno y deseado huerto para ella; porque todo el deseo y fin de la
alma y de Dios en todas las obras de ella, es la consumación y perfección de
este estado, por lo cual nunca descansa el alma hasta llegar a él; porque halla
en este estado mucha más abundancia y henchimiento de Dios, y más segura y
estable paz, y más perfecta suavidad sin comparación que en el desposorio
espiritual, bien así como ya colocada en los brazos de tal Esposo. Porque de
esta tal alma se entiende lo que dice San Pablo a los de la Galacia, diciendo:
“Vivo autem, jamnon ego, vivit vero in me Christus”; esto es: “Vivo, ya no yo;
pero vive en mi Christo” (2,20). Por tanto, viviendo el alma vida tan feliz y
dichosa como es la vida de Dios, considere cada uno, si puede, qué vida será
esta de el ánima, en la cual, así como Dios no puede sentir algún sinsabor,
ella tampoco le siente, mas goza y siente deleite y gloria de Dios en la
sustancia de la alma ya transformada en Él. Y por eso se sigue:
y
a su sabor reposa,
el
cuello reclinado.
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