Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018
(Una novela de amor, pasión y muerte en tiempos de la Patria Vieja)
El patricio
porteño Enrique Reyes es un hombre apasionado, impaciente, intranquilo,
histriónico, ansioso, en suma, incontrolable, su problema es que tampoco puede
controlarse a sí mismo y así sobrevienen sus desdichas. Ahora está obsesionado
por conseguir noticias del a esta altura famoso Martín Rodríguez y con tal fin
no pierde tiempo en ningún otro menester. Todo lo va sacrificando con tal de
lograr su objetivo, a tal punto que ha abandonado sus quehaceres particulares
hasta que sean conquistados todos los pueblos. No importa que los demás le digan
que tiene que controlarse, que ya llegarán noticias, está enamorado de la justa
causa y por eso cada día ensilla su caballo y parte veloz como el viento. Unos
días vuela hasta Gualeguaychú, otros a Gualeguay, otros al Arroyo de la China, nada
lo arredra, ni el calor estival que enciende las praderas, ni los repentinos
temporales, ni las partidas españolas. Sus pertenencias caen en el abandono, pero
no importa, su cabeza está en otra cosa. En su imaginación se ve como portador
de la gran noticia con la que conmoverá a la población de Mercedes, pero hasta
el momento solamente ha regresado con la información que Rodríguez está en
Paraná. Y al día siguiente, una y otra vez, de nuevo parte camino a lo
desconocido con la ilusión a cuestas, aunque todo indica que volverá por la
noche o días después con las manos vacías. Va, retorna, vuelve a salir y
protesta hasta que el enojo le pinta de colores la cara y le dificulta la
respiración. Entonces es tranquilizado por los demás, que en el fondo se divierten
con aquel espíritu díscolo, que no puede consigo mismo. Pero un día regresa con
algo más, que por supuesto confía a los partidarios, que ya poco creen en sus andanzas;
es que ha averiguado más datos del militar que todos están esperando. Entonces
les cuenta que Martín Rodríguez es un jefe militar riograndense, de actuación
destacada durante la Revolución de Mayo, que ha sido destinado a Entre Ríos, en
apoyo a Miguel Belgrano. La información corre como pólvora por el poblado y le
vale al patricio porteño cierta consideración, que pronto se esfuma, cuando
continúa llegando sin noticias que valgan la pena.
-Ahí va de nuevo
Reyes -festejan los paisanos, cuando lo ven pasar al trote siempre con rumbo
diferente y ganado por la preocupación. Entonces hacen bromas, en el fondo
porque su desasosiego a todos los representa.
***
Promedia el mes de
enero. El sol cae a pique, agobia. Los vecinos buscan refugio bajo los aleros
de las casas, en las arboledas o en el monte virgen que rodea al Río Negro. Otros,
más osados, se sumergen en el río, caminan por las inmaculadas arenas color
tiza, o entretienen sus anhelos recurriendo a las artes de la pesca. Si tienen
suerte pueden hacerse de alguna tararira, de una boga, de algún pejerrey,
aunque lo que predomina en verano son los dorados. Pero para conseguirlos, los
circunstanciales pescadores deben batallar con imposibles nubes de mosquitos,
que feroces caen sobre sus curtidos rostros. También Correa debe enfrentar
aquella caballería voladora mientras cruza los montes de algarrobo plagados de
espinosos nidos de cotorras. Viera lo alcanza cuando está llegando a su casa.
Está alterado.
-Ya tengo más de
cincuenta hombres. ¿Cuándo es el día?
Correa nota la
decisión que embarga a Viera y solamente atina a decir, como la vez anterior:
-No es tiempo aún,
continúe acopiando más gente.
Ya no puede
sostener la situación y por eso le promete que inmediatamente comenzará a requerir
a su gente, para que esté lista a su llamado. Palpaba diariamente que los
ánimos de los vecinos estaban sobrecargados. Podían decidir no esperar más y
pasar por encima de las recomendaciones y cualquier error apeligraba costar
caro. Entonces rumbea hasta la casa de uno de sus contactos. Y le dice:
-Llame al
Comisionado del Cololó, don Félix Rodríguez. Es preciso llevar adelante la
obra…
***
Félix y Correa
tienen casi la misma edad y son viejos amigos, por eso el encuentro desborda de
regocijo y picardías, hasta que el Alférez baja a su antiguo compinche
teatralmente a la realidad.
-Ha llegado el
momento que usted demuestre con denuedo su amor a la patria.
Don Félix lo mira
expectante. Algo trascendente lo espera.
-Pa´ lo que usted
mande…
-Se alarma porción
de gente, con Pedro Viera a la cabeza.
No hay que
explicar más. Los dos saben de qué se trata.
-Para atacar estos
pueblos y sujetarlos al gobierno de Buenos Aires, es preciso que usted convoque
todo su vecindario, para que cuando les avise Viera, corra con su gente a la
reunión.
El Comisionado se despide
embargado por la emoción. Casi enseguida Correa manda a llamar a Sebastián
Cornejo, Basilio Cabral y Francisco Bicudo, en los que deposita la mayor
confianza.
Ni bien llegan,
les impone de qué se trataba.
-Cada uno de por
sí, como cabezas de división, convoquen toda la gente que puedan en los
partidos de Coquimbo y Sarandí, para cuando Viera les avise.
Entusiasmado.
Bicudo responde por los tres.
-¡Hay que abajar
la cerviz y el orgullo de los españoles, de quienes merecimos tantas injurias!
Correa los mira
perderse entre los montes. El camino ha sido iniciado.
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