por Joana Oliveira
A finales de la década de 1970, la
astrónoma Vera Rubin (1928-2016) se
quedó desconcertada al analizar los resultados de sus observaciones de la
Galaxia de Andrómeda en los laboratorios del Instituto Carnegie, en Washington.
La gran espiral de la galaxia tenía una rotación extraña: las estrellas de los bordes se movían tan rápido como las
del centro, lo que violaba las leyes del movimiento de Newton (que
también regulan cómo los planetas giran alrededor del Sol). Ese resultado
también contradecía la mecánica clásica, a no ser que hubiera algún tipo de
materia que no pudiera ser vista. Rubin no lo sabía aún, pero había encontrado la primera evidencia de existencia de la materia
oscura.
Se trata de una forma postulada de
materia que no interactúa con la materia común, que no emite luz, y cuya
presencia solo puede ser inferida a partir de los efectos
gravitacionales que provoca sobre la materia visible, como
estrellas, galaxias y aglomerados de galaxias. Casi cuatro décadas después de
la observación de Rubin, los científicos saben que dicha materia conforma un
84% del Universo, aunque desconocen de qué está hecha. Sus
partículas invisibles atraviesan todo el cosmos y ella afecta la forma en que
las estrellas se mueven dentro de las galaxias, cómo las galaxias se atraen
mutuamente, y cómotodo el Universo se agrupó en primer lugar.
La materia oscura fue propuesta como
un concepto por astrónomos como Jan Oort, en 1932,
y Fritz Zwicky, en 1933, quienes también notaron
discrepancias en cuanto a la cantidad de masa que podían ver los astrónomos y
la cantidad física que debería existir realmente, pero pocos prestaron atención
a su trabajo, y su investigación fue considerada como poco más
que rarezas cosmológicas. Fue Rubin quien se dio cuenta de que, si
un halo de materia oscura adornaba cada galaxia, esa materia se extendería por
toda la galaxia, en lugar de concentrarse en el centro. La fuerza de la
gravedad y la velocidad orbital serían similares en todas partes.
Pocos años después de su hallazgo,
físicos como Jeremiah Ostriker y James Peebles proporcionaron el marco
teórico para respaldar el trabajo de Rubin y la materia asentó
su célebre lugar en la ciencia. En 2013, elsatélite Planck midió el contenido de materia oscura del universo al observar
la radiaciónde fondo de microondas, la radiación que quedó del Big
Bang y que llena todo el Universo. El resultado mostró que la
materia oscura se agrupó primero y agregó la materia común, formando los
aglomerados de galaxias. “Se trata de algo fundamental en nuestra concepción
actual de la astrofísica”, comenta a OpenMind Emily Levesque, astrónoma en la Universidad
de Washington.
En 2016, el Dark Energy Survey,
liderado por el Fermilab (Fermi National Accelerator Laboratory), de Estados
Unidos, publicó unmapa con 26 millones de galaxias que presenta la distribución
heterogénea de la materia oscura en una franja de miles de millones de años luz
de extensión. El objetivo del análisis es buscar explicaciones para la
expansión del Universo. “O él se expandirá continuamente o
habrá materia suficiente para ralentizar esa. Cuando miramos hacia el espacio,
vemos mucha materia, pero el Universo actúa como si hubiera más de lo que es
experimentalmente observable, algo con una influencia gravitacional mayor de lo
que podría esperarse”, explica Bruno Fernando Ferreira, astrónomo de la
Universidad McKenzie, en Sao Paulo.
Un comienzo difícil
y un final sin reconocimiento
A Vera Rubin le encantaba la ciencia
desde niña, pero a medida que avanzaba en sus estudios se daba cuenta de que su
gran pasión, la astrofísica, era un campo dominado por hombres. Fue
la única mujer graduada en astronomía en Vassar College en 1948, y no pudo
estudiar el doctorado en astronomía de Princeton simplemente porque la
institución no aceptaba mujeres en esa época. Ella no desistió, sin embargo, y
finalmente obtuvo el doctorado en la Universidad de Georgetown. Se convirtió, así, sin querer, en una luchadora por la presencia
de las mujeres en la ciencia.
La discriminación de género no se
limitó a sus primeros años de carrera. A pesar de décadas de trabajo y de la
relevancia de su investigación y de sus descubrimientos, Rubin falleció el 25 de diciembre de 2016, a los 88 años, sin el Premio
Nobel que sus compañeros creían que merecía. Ningunamujer ha recibido el Nobel de Física desde 1963, cuando Maria
Goeppert Mayer lo compartió con Eugene Wigner y J. Hans Jensen por su trabajo
sobre estructura y teoría atómica. Y la única mujer antes de Mayer fue Marie
Curie, en 1903.
En los últimos años de la científica,
algunas de sus compañeras, como la astrofísica Chanda Prescod-Weinstein,
hicieron una campaña para que ningún hombre aceptara el premio antes de que
Rubin lo recibiera. “La existencia de la materia oscura ha
cambiado radicalmente nuestro concepto del universo y todo su campo de
estudios. El esfuerzo para entender su importancia ha generado diversos
subcampos de investigación en astrofísica y en la física de partículas. Alfred
Nobel afirmaba que el premio debería reconocer ‘el descubrimiento más
importante’ en esa área. Si la materia oscura no se encaja en ese requisito, no
sé qué se encajaría”, sostiene Emily Levesque.
La propia Rubin nunca se pronunció sobre sus méritos para recibir el
galardón de la Academia Sueca. Ella simplemente continuó su trabajo científico
hasta poco antes de fallecer. Su pasión era entender el Universo y, al hacerlo,
cambió la comprensión de todos sobre él. Y en ciencia eso, por sí solo, ya es
más importante que cualquier medalla.
(OpenMind / 25-12-2017)
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