domingo

LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH (82) - ESTHER MEYNEL


7 (4)

En el fondo, el señor concejal tenía razón al considerar a Sebastián ligado a la música sagrada y en creerle envuelto constantemente en la seriedad y dignidad que se desprendía de sus composiciones. Escribió tantas que me sería imposible contarlas, pero los habitantes de Leipzig tuvieron ocasión de oírlas. Todos los domingos, cuando yo me dirigía al matinal oficio divino, tenía casi la seguridad de oír música nueva de Sebastián, que hablaría a mi espíritu de cosas celestiales. Naturalmente, entre sus composiciones yo tenía mis preferidas, que me colmaban de exaltación, y al verle después en casa sentado a la mesa, rodeado de todos sus hijos y comiendo con muy buen apetito -lo cual ocurría siempre, por lo que era una placer guisar para él-, se apoderaba de mí la extraña sensación de que aquel que estaba allí sentado, y comía y dormía y se movía por la casa no podía haber compuesto aquella música, sino que esta había caído directamente del cielo. Sebastián me habría tenido seguramente por tonta si, en las horas en que yo sentía así, hubiese podido leer en mi corazón.

Yo que compartía su vida y sabía lo incesantemente que se ocupaba en cosas del espíritu y lo que representaban para él las melodías de sus corales desde muy joven, hubiera sido, sin embargo, la última en asombrarme de que compusiera cualquier clase de música, hasta la más apartada de la religiosa. De modo que, en ese sentido, nunca me causó extrañeza; pero, en algunos trozos de sus melodías y en varios de sus coros, encontraba algo que no puedo calificar más que de maravilloso, algo que me cortaba la respiración y me inspiraba cierto temor hacia quien lo había compuesto. Sentí una sensación así cuando, al vigesimoséptimo domingo después de la Trinidad, a los diez años de nuestro casamiento, oí el coral que Sebastián había compuesto ese día: “¡Despertad…!” El texto y la melodía habían sido escritos, más de cien años antes, por el pastor Nicolai, cuando casi todo su pequeño rebaño había sido víctima de la epidemia. Eran una poesía y una melodía muy nobles que, indudablemente, ayudaron a Sebastián a encontrar su inspiración maravillosa. El tema del texto (el novio celestial que llega por la noche, las vírgenes locas y las cuerdas, la alegría de la novia y todas las demás graciosas ocurrencias) inspiró a Sebastián una música que sólo él pudo escribir en este mundo.

Otra cantata que siempre me llenaba de una especie de temor era la que compuso Sebastián para el primer día de Pascua de Reusrrección: “Cristo reposa en los lazos de la muerte”. Todas, sin embargo, poseían una belleza especial: unas eran graves y majestuosas, casi terroríficas; otras, tiernas y suaves, llenas de luz y de amor divino. Cuanto más se conocen, menos se puede hablar de ellas. Las palabras no pueden expresar lo que dice la música. Mas no por eso despreciaba Sebastián la palabra; al contrario, representaba para él muchísimo cuando hablaba de cosas bellas y elevadas, y ciertos trozos de las Sagradas Escrituras y los versos de algunos salmos hacían brotar de su pecho corrientes de música como no había existido hasta entonces. Algunas veces yo cantaba en casa, con mis hijos, trozos de sus grandes obras, y Sebastián entraba en la habitación, se sentaba y oía con la cabeza inclinada y los ojos cerradas, y yo me preguntaba qué sentiría y cómo le sonaría su propia música. A nosotros nos parecía perfecta. Él escuchaba y, por algunas de las cosas que decía, deducía yo que no estaba contento del todo. Especialmente en sus últimos años empleó mucho tiempo en pulir y repulir las obras que más apreciaba.

-La verdadera música no podemos más que presentirla -solía decir cuando hacía esos trabajos.

Yo creo que él la persona de este mundo más capacitada para ello. Me figuro que todos aprobarán esta afirmación mía si piensan en composiciones tales como el motete “Entonad un nuevo cántico al Señor”, en el que parece que toda la Corte celestial canta esa música gloriosa. Cuantos las oyen con el corazón abierto, quedan en un estado de maravilla y de temor sagrado, no tanto por la indescriptible ciencia del compositor en la Fuga, como por la potencia espiritual que revela en toda la obra.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+