CANTO SEXTO
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Ahora bien, desde los días de mi nacimiento en que yo vivía con los primeros ascendientes de nuestra raza, todavía inexperto en tender mis lazos; desde los tiempos remotos, situados más allá de la historia, en los que, mediante sutiles metamorfosis, yo asolaba, en distintas épocas, las comarcas del globo, por las conquistas y las matanzas, y propagaba la guerra civil entre los ciudadanos, ¿no he aplastado ya bajo mis talones, miembro por miembro o colectivamente, generaciones enteras, cuyo infinito número no sería difícil concebir? El radiante pasado ha hecho brillantes promesas al porvenir: sin dudas las mantendrá. Para el pulido de mis frases emplearé obligadamente el método natural, retrocediendo hasta los salvajes en busca de lecciones. Gentlemen simples y majestuosos, sus agraciadas bocas ennoblecen todo lo que fluye de sus labios tatuados. Acabo de probar que nada es motivo de risa en este planeta. Planeta grotesco pero soberbio. Adueñándome de un estilo que algunos encontrarán ingenuo (aunque en realidad sea profundo), lo haré servir para interpretar ideas que, desgraciadamente, pueden no parecer grandiosas. Por eso mismo, despojándome de los giros livianos y escépticos de la conversación común, y, bastante prudente para no presumir… ya no sé lo que me proponía afirmar, pues no recuerdo el comienzo de la frase. Pero sabed que la poesía se encuentra en todas partes donde no está la sonrisa estúpidamente burlona del hombre con cara de pato. Antes quiero sonarme, porque necesito hacerlo, y luego, eficazmente ayudado por mi mano, volverá a tomar la pluma que mis dedos habían dejado caer. ¡Como el puente del Carrussel podía mantener la constancia de su neutralidad al oír los gritos desgarradores que parecía lanzar la bolsa!
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