LA PUESTA EN ESCENA Y LA METAFÍSICA (3)
Hay en el cuadro, además, una idea del Devenir, que los distintos detalles del paisaje y la manera en que están pintados -planos que se anonadan o corresponden- introducen en el espíritu exactamente como podría hacerlo una música.
Y hay otra idea, de Fatalidad, expresada no tanto por la aparición del fuego repentino como por la manera solemne en que todas las formas se organizan o desorganizan debajo de ese fuego, unas como encorvadas bajo un viento de pánico irresistible, otras inmóviles y casi irónicas, todas sometidas a una poderosa armonía intelectual, que parece la exteriorización del espíritu mismo de la naturaleza.
Y hay una idea de Caos, de Maravilla, de Equilibrio; y hasta una o dos acerca de la impotencia de la Palabra, cuya inutilidad parece demostrarnos esta pintura, supremamente anárquica y material.
En fin, a mi juicio, esta pintura es lo que debiera ser el teatro si supiese hablar su propio lenguaje.
Y planteo esta cuestión:
¿Cómo es posible que el teatro, al menos tal como lo conocemos en Europa, o mejor dicho en Occidente, haya relegado a último término todo lo específicamente teatral, es decir, todo aquello que no puede expresarse con palabras, o si se quiere todo aquello que no cabe en el diálogo, y aun el diálogo como posibilidad de sonorización en escena, y las exigencias de esa sonorización?
¿Cómo es posible por otra parte que para el teatro occidental (digo occidental pues felizmente hay otros, como el teatro oriental, que han conservado intacta la idea de teatro, mientras que en Occidente esa idea -como todo lo demás- se ha prostituido), ¿cómo es posible que para el teatro occidental no haya otro teatro que el del diálogo?
El diálogo crisis -cosa escrita y hablada- no pertenece específicamente a la escena, sino al libro, como puede verse en todos los manuales de historia literaria, donde el teatro es una rama subordinada de la historia del lenguaje hablado.
Afirmo que la escena es un lugar físico y concreto que exige ser ocupado, y que se le permita hablar su propio lenguaje concreto.
Afirmo que ese lenguaje concreto, destinado a los sentidos, e independiente de la palabra, debe satisfacer todos los sentidos; que hay una poesía de los sentidos como hay una poesía del lenguaje, y que ese lenguaje físico y concreto no es verdaderamente teatral sino en cuanto expresa pensamientos que escapan al dominio del lenguaje hablado.
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