domingo

LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH (71) - ESTHER MEYNEL


6 (8)

La señora de Hasse era una dama alegre y siempre muy bien vestida, de carácter bondadoso y muy entusiasta de la música de Sebastián; con voz potente, interpretaba admirablemente algunas de sus composiciones. Su compañía y la de su esposo nos eran muy agradables tanto a mí como a Sebastián. Sin embargo, un día, cuando el matrimonio se marchó, me dijo mi marido:

-Tengo siempre la impresión de que, cuando la señora de Hasse está aquí, mi querida Magdalena queda un poco arrinconada.

He de confesar que yo experimentaba la misma sensación. Eso debía proceder de que las personas que han viajado mucho, han visto mundo y han cosechado en todas partes fama y honores, como la señora Hasse, en cualquier lugar en que se encuentran parecen ocupar más espacio que los demás. Pero a mí me gustaban mucho los dos, porque admiraban a mi marido y el señor Hasse era un hombre con el que me complacía hablar, no solamente por ser un gran compositor de óperas, sino, sobre todo, porque era un hombre culto y sin prejuicios, y nunca hablaba despreciativamente de otros músicos, en lo cual se parecía a Sebastián, como también en que nunca tenía envidias profesionales. Sebastián iba con frecuencia, acompañado por Friedemann, a Dresde, donde estaba seguro de ser recibido con la mayor consideración. Le causaba gran alegría, para variar alguna vez de su música sagrada, oír alguna ópera y, cuando sentía ese deseo, solía decir a su hijo:

-Friedemann, ¿qué te parece si nos fuésemos al teatro a oír unas cuantas linfas canciones y arias?

Yo me alegraba mucho cuando veía a padre e hijo hacer los preparativos para una de semejantes excursiones, porque Sebastián volvía siempre de esos viajes más fresco y de mejor humor. Asistió así al estreno de la ópera de Hasse “Cleófides, en la que trabajaba también la señora de Hasse. Al día siguiente, el 14 de setiembre de 1731, tocó Sebastián el órgano en la iglesia de Santa Sofía, ante un público selecto, compuesto en su mayoría por músicos notables. Cuando Friedemann, en 1733, fue nombrado organista de Dresde, tuvo Sebastián una excusa más para visitar con frecuencia la ciudad maravillosa, pues quería a Friedemann más que a nadie. Algunas veces era yo quien le acompañaba en sus viajes, en lugar de Friedemann: pero no podía hacerlo con frecuencia, pues era muy difícil verme libre de los cuidados de la casa; y cuando los niños fueron mayores y no me necesitaban tanto, ni Sebastián ni yo teníamos ya ganas de viajar. En 1732 fue invitado Sebastián a ir a Cassel para probar el órgano, que acababa de ser sometido a reparaciones que habían durado dos años. A ese viaje me llevó con él, y el Ayuntamiento de la ciudad nos recibió con amabilidad extraordinaria. Le dieron a Sebastián cincuenta táleros por probar el órgano y, además, veintiséis táleros para gastos de viaje. También nos pagaron los de alojamiento a todo lujo y con un criado al servicio exclusivo de Sebastián. Esos días fueron para mí las vacaciones más encantadoras y felices. Olvidé las preocupaciones y trabajos de mi hogar, llevé mis dos mejores trajes, uno de color oscuro y azul el otro, fui a todas partes con mi esposo, presencié todos los honores que le prodigaron, admiré la hermosa ciudad con sus vistas maravillosas y, como Sebastián me dijo sonriendo, tuve la sensación de que éramos recién casados, a pesar de que llevábamos ya once años de matrimonio.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+