VIGESIMOPRIMERA ENTREGA
DOS: PAN AMASADO POR EL DIABLO (7)
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Lo que menos esperaba Abel era esa especie de crujido titilante que antecedía a la comunicación por larga distancia.
-Bueno -dice Candela, y yo contesto: -HOLAAAA CÓMO ESTÁS MI AMOR CÓMO ESTÁ MARTÍN LOS EXTRAÑAMOS MUCHO!!!!
-Bueno. Pero no grites. Acá está todo en orden. ¿Y allí qué está pasando, mi amor?
-Todo en orden, también. En este momento estaba acostado con la primera actriz, en el sillón-cama del escritorio.
-No la dejes embarazada.
-No te preocupes.
Paloma abrió la puerta de su cuarto con los ojos todavía muy dormidos y se abalanzó hacia el tubo.
Sixto dejó de respirar y Annelise alzó las manos para contener a Luz y a Flor y después ocultó completamente su rostro entre una lluvia de brillo cobrizo y se puso a cantar como si el dolor de Tracy Chapman se hubiese apoderado de sus huesos.
Después que terminamos de hablar por teléfono oigo cerrarse la puerta del escritorio y acompaño a Paloma hasta su cuarto: tiene los ojos muy pintados, igual que Annelise.
-Ahora estás más tranquila -preguntó Abel, sentándose en la punta de la cama para prender un cigarrillo.
-¿Qué fue lo que le dijiste a mamá, recién?
-Que estaba acostado con la primera actriz en el escritorio. Más no pude explicarle. Ella lo tomó en broma, claro. Pero creo que no había otra forma de decir la verdad.
La luz crecida del amanecer recorta el mascarón de adultez que me ofrece Paloma.
-Y ahora estoy obligado a contarte la verdad a vos -agregó el hombre pálido.
Y mientras la chiquilina cantaba Sorry / it’s all that you can’t say / years gone by and still / words don’t come easily / like sorry like sorry Sixto recuperó la apacibilidad invencible de quien vuela boca arriba después de haber amado y Annelise agregó Forgive me / it’s all that you can’t say / years gone by and still / words don’t come easily / like forgive me forgive me y Flor murmuró Basta.
Suelto el humo y explico:
-Tuve que acompañar a Annelise a hacerse un aborto, esta tarde. La madre no sabe nada. Y el padre no se animó a hacer nada. Y estoy actuando exactamente igual que como hubiese actuado tu madre en mi lugar.
-Y ella se siente mal.
-Ahora quiere morirse, más o menos. Pero ya se le va a pasar. Si deja que la ayuden. ¿Todavía tenés sueño?
-Sí. Estoy muerta.
-Estás viva.
-No empieces a quemarme la cabeza.
Basta repitió Flor pero la chiquilina cantó implacablemente But you can say baby / baby can I hold you tonight / maybe if I’d told you the right words / at the right time / you’d be mine y Luz dijo Eso mismo seguí mija y Annelise completó el requiem rezando I love you / it’s all that you can’t say / years gone by and still / words don’t come easily / like I love you I love you Joder sonrió la negra Yo no sé una jota de inglés pero esas son las cuarenta que nunca me animé a cantarle al cascarria pobrecito.
Al pasar frente a la puerta del escritorio Abel le preguntó a Annelise si necesitaba algo, y ni siquiera escuchó chirriar el sillón-cama.
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Abel esperó unos momentos. No se puede haber dormido tan rápido. Entonces golpeó tres veces con mucha suavidad y la muchacha contestó:
-Pasá. Si querés.
Annelise sigue perniabierta, con los muslos los pechos y el rostro alzados entre la marea de oro que derrama por un filo del postigón: pero ahora está desnuda. Abel no retrocedió. La piel te envuelve como una bandera en reposo -rezó el poeta.
-¿Te sigue doliendo?
-Sí.
-¿Querés que te lleve a un médico?
-No hinches, hermano. Callate o andate.
El hombre pálido se sentó en el sillón-cama, de espaldas a la muchacha.
-¿Querés algo? -murmuro.
Unos días antes filmaron un ensayo y Matías llevó la séptima de Beethoven para acentuar los cambios de dinámica y le pidió a Annelise que trabajara sin palabras el velorio de un pájaro.
-Sorry -gimió la muchacha. -It’s all that you can’t say / like sorry / like sorry.
Atención: está actuando.
-¿Cómo pueden pedirle a la gente que crea en Dios? -la coz de Annelise fluyó mansa y envejecida, imitando la ronquera natural de la madre.
-Yo no pido nada.
-Voy a largar algo, me parece.
-Vamos al baño.
-No. Poné la mano allí. Rápido.
Entonces me resigno y me inclino para abrigar lo que debió ser la mejor belleza y ahora es el peor horror, pero antes de tocar el sexo de Annelise siento emerger una especie de bulbo sangriento y gelatinoso que me encharca la mano.
-Ah. Qué alivio. Dios mío -casi sonrió la muchacha.
Compruebo que no hay hemorragia y corro al baño para envolver la monstruosidad con papel higiénico. Cuando el hombre volvió a entrar al escritorio la muchacha ya tenía puesto el piyama.
-Andá a lavarte esas manos, loco -se frunce, avergonzada.
Y al mirar el video quedaron encandilados con la flotación quebradiza de Annelise y Matías chasqueó los dedos y dijo Qué te parece si en la mitad de la escena del cabaret metemos esta escena con el Allegretto de fondo.
-Ya voy -dijo Abel. -¿Pero después qué hacemos?
-Qué hacemos con qué.
-Hay que llevarte a algún lado, mujer.
-¿Estás loco? Si no tengo ni hemorragia.
-Yo no me quedo aquí ni a ganchos.
-Tengo sueño, boludo.
-Ya sé lo que voy a hacer.
-NO IRÁS A LLAMAR A MI PADRE.
-SHHHH. Bancátela un momento.
Y esa noche vieron la filmación con Candela y cuando llegó la parte del velorio del pájaro ella dijo No quisiera estar en tu cuerpo Annelise.
Mi cuñado demora en atender.
-Hermano -dijo Abel. -Disculpame la hora. Preciso una gauchada.
-¿Qué pasó?
-No te asustes. Después te explico bien. Preciso que me vengas a buscar en el auto para llevarme hasta el Marítimo a tratar de arreglar un asunto delicado. Con un taxi sería complicadísimo.
-¿Qué le digo a Ma-Sa?
-Que la vida de beatlero no tiene horarios, viejo.
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