domingo

SALINGER - FRANNY Y ZOOEY


(Traducción de Isabel de Juan)

SÉPTIMA ENTREGA

FRANNY (7)

Franny alargó hacia la cajetilla y sacó un cigarrillo.

-Yo no he dicho si lo creo o no -contestó, y buscó con los ojos la carterita de las cerillas-. He dicho que es fascinante -aceptó fuego de Lane-. Creo que es una coincidencia sumamente peculiar -dijo, exhalando el humo- el hecho de que te encuentres una y otra vez con esa clase de consejo… Me refiero a que todas esas personas religiosas verdaderamente avanzadas y absolutamente auténticas aseguren que si repites el nombre de Dios sucede algo. Incluso en la India. En la India te recomiendan que medites sobre el “Om”, que significa la misma cosa en realidad, y se supone que se obtiene exactamente el mismo resultado. Así que no puedes limitarte a negarlo dándole una explicación racional si tan siquiera…

-¿Cuál es el resultado? -preguntó Lane escuetamente.

-¿Qué?

-Digo que ¿cuál es el resultado que se consigue? Con esa historia de la sincronización y todo ese absurdo ritual. ¿Qué te dé un ataque al corazón? No sé si te das cuenta, pero podrías hacerte, alguien podría hacerte muchísimo…

-Llegas a ver a Dios. Sucede algo en alguna parte del corazón, que no es en absoluto físico, donde según los hindúes reside el atman, por si has estudiado las religiones alguna vez, y ves a Dios, nada más -sacudió la ceniza del cigarrillo, sintiéndose cohibida, y cayó fuera del cenicero. La recogió con los dedos y la echó dentro-. Y no me preguntes quién o qué es Dios. Ni siquiera sé si existe. Cuando era pequeña, pensaba que…

Se interrumpió. El camarero había venido a retirar los platos y a darles de nuevo la carta.

-¿Quieres algún postre o café? -preguntó Lane.

-Creo que sólo terminaré la leche. Pero tú pide algo -contestó Franny.

El camarero había retirado su plato con el sandwich de pollo intacto. Ella no se atrevió a mirarle. Lane echó una ojeada a su reloj.

-Dios mío. No tenemos tiempo. Tendremos suerte su llegamos a tiempo al partido -miró al camarero-. Sólo café para mí, por favor -siguió al camarero con la vista, luego se inclinó hacia adelante, con los brazos sobre la mesa, completamente relajado, el estómago lleno, el café a punto de llegar, y dijo-: Bueno, de todas formas, es interesante. Toda esa historia… Creo que no dejas el menor margen para la más elemental psicología. Quiero decir que me parece que todas esas experiencias religiosas tienen un trasfondo psicológico muy evidente, ya sabes a lo que me refiero… Es interesante, sin embargo. Eso no se puede negar -miró a Franny y le sonrió-. Por si acaso se me ha olvidado mencionarlo, te quiero. ¿Lo había mencionado ya?

-Lane, ¿me disculpas otra vez un momento? -dijo Franny. Estaba de pie antes de terminar la pregunta.

Lane se levantó también, despacio, mirándola.

-¿Estás bien? -preguntó-. ¿Estás mareada otra vez?

-Sólo rara. Vuelvo enseguida.

Atravesó rápidamente el comedor, tomando la misma ruta que antes. Pero se detuvo de repente en le pequeño bar que había al fondo de la sala. El barman, que estaba secando una copa de jerez, la miró. Ella apoyó la mano derecha en la barra, luego agachó la cabeza -la inclinó- y se llevó la mano izquierda a la frente, tocándola sólo con la yema de los dedos. Se tambaleó un poco, y luego cayó al suelo, desmayada.

* * *

Franny tardó cinco minutos en volver en sí por completo. Estaba en un sofá en el despacho del gerente y Lane estaba sentado junto a ella. El rostro de él, inclinado ansiosamente sobre el de ella, tenía también una notable palidez.

-¿Cómo estás? -preguntó, en tono de habitación de hospital-. ¿Te encuentras mejor?

Franny asintió. Cerró los ojos un segundo porque le molestaba la luz del techo, luego volvió  a abrirlos.

-Supongo que debo preguntar “¿Dónde estoy?” -dijo-. ¿Dónde estoy?

Lane rio.

-Estás en el despacho del gerente. Están todos corriendo de aquí para allá buscando aspirinas, amoníaco, médicos, o lo que sea, para traértelos. Parece ser que se les había acabado el amoníaco. ¿Cómo te encuentras? En serio.

-Bien. Estúpida, pero bien. ¿De verdad me he desmayado?

-Y de qué manera. Te has caído redonda -dijo Lane, cogiéndole la mano-. ¿Qué crees que te ocurre? Quiero decir que parecías tan…, ya sabes, tan perfecta cuando hablamos por teléfono la semana pasada. ¿No has desayunado o qué?

Franny se encogió de hombros. Sus ojos recorrieron la habitación.

-¡Qué vergüenza! -dijo-. ¿Me ha traído alguien en brazos hasta aquí?

-Entre el barman y yo. Prácticamente te trajimos en volandas. Me has dado un susto de muerte, palabra.

Franny miraba el techo pensativamente, sin parpadear, mientras Lane tenía su mano cogida. Luego se volvió y con la mano libre hizo un gesto como para apartar el puño de la manga de Lane.

-¿Qué hora es? -preguntó.

-No te preocupes -dijo Lane-. No hay prisa.

-Tú querías ir a esa fiesta.

-Al diablo con ella.

-¿También es demasiado tarde para llegar al partido? -preguntó Franny.

-Escucha, ya te he dicho que al diablo con todo eso. Tú vas a volver a tu habitación en el sitio ese, Postigos Azules, para descansar, eso es lo único que importa -dijo Lane. Se acercó un poco más a ella y se inclinó paras besarla brevemente. Se volvió a mirar hacia la puerta y luego miró de nuevo a Franny-. Vas a  descansar toda la tarde. No vas a hacer nada más que eso -le acarició el brazo durante un momento-. Después, al cabo de un rato, si consigues descansar bien, intentaré subir a verte. Creo que hay una maldita escalera por la parte de atrás. Ya lo averiguaré.

Franny no contestó nada. Siguió mirando el techo.

-¿Sabes cuánto tiempo hace? -dijo Lane-. ¿Cuándo fue aquel viernes por la noche? A principios del mes pasado, no? -sacudió la cabeza-. No está bien. Es demasiado tiempo entre dos tragos, por expresarlo crudamente -la miró con más atención-. ¿De veras te encuentras mejor?

Ella asintió. Volvió la cabeza hacia él.

-Tengo una sed terrible, nada más. ¿Crees que podrían traerme un poco de agua? ¿No será demasiada molestia?

-¡Claro que no! ¿No te pasará nada si te dejo sola un segundo? ¿Sabes lo que voy a hacer?

Franny negó con la cabeza en respuesta a la segunda pregunta.

-Le pediré a alguien que traiga agua. Luego hablaré con el maître y le diré que ya no hace falta el amoníaco… y además pagaré la cuenta. Después traeré un taxi a la puerta, para que no tengamos que buscarlo juntos. Puede que tarde unos minutos porque la mayoría estarán ocupados por la gente que va al partido -soltó la mano de Franny-. ¿De acuerdo?

-Sí.

-Muy bien. Vuelvo enseguida. No te muevas.

Salió de la habitación. Una vez sola, Franny se quedó inmóvil, con la mirada fija en el techo. Sus labios empezaron a moverse, formando palabras en silencio, y continuaron moviéndose.

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