martes

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL FACEBOOK - HUGO GIOVANETTI VIOLA


primera edición web

SEGUNDA ENTREGA


6 / REINA

Durante una polémica que tuve con unos admiradores posmodernos y patoteros de San Juan de la Cruz que llegaron a considerarlo chistosamente como un travesti reprimido perdí el control y terminé insultándolos igual que un barrabrava liverpoolense, pero esa misma noche otra facebookera me amansó preguntándome si existía documentación histórica sobre la amada platónica que fue tan importante para el santico.

Entonces le informé que Ella se ordenó con el nombre de Ana de Jesús, y que irradiaba una hermosura numínica que hizo que en Medina del Campo se la conociera desde niña como La Reina.

Y que la futura priora de Beas de Segura y su formador espiritual aprendieron a amarse a la distancia durante toda la vida, según consta en las cartas.

Pero después que mi asombrada amiga quiso saber si era común que los sacerdotes vivieran esa clase de romances perdí completamente el control y le conté que conocía a un párroco que se arcoirisó para siempre con una niña de siete años cuando ella caminaba sonriendo hacia el altar cargando las ofrendas litúrgicas.

Y que fue algo recíproco.

También le conté que él es veintidós mayor que la actual muchacha que vive en Sidney y acaba de ponerle Senel al primer hijo, en homenaje a su párroco amado.

Claro que la facebookera nunca sabrá que yo me llamo Senel.

Y que la niña llamada Reina venía a peinarme antes de cada misa y me apoyaba un ratito la cabeza color Vermeer en el hombro y los dos suspirábamos.


7 / ESTRELLAS

Las dos rarezas adolescentes que desesperaron más a mi madre hasta que sobrevino la inconcebible catástrofe de que su hijo eligiese la vocación eclesiástica, fue pasarme noches enteras hablando por teléfono con muchachas o tomar baños de estrellas durante horas en el jardín.

Mi tío Jerónimo me había contado que el jovencísimo Manuel Espínola Gómez se tiraba a sondear el universo en el puente de Solís de Mataojo y un día probé a hacer lo mismo y me cambió la vida contemplativa.

Me costó dos neumonias, además.

Y ahora que decidí pasar mi mes de vacaciones chateando con mujeres dolientes sin que sepan que soy un párroco, vuelvo a sentirme en misión especialmente durante el dulce abismo de la madrugada.

Y llego a apasionarme tanto como viendo un partido de la celeste.

No creo que haya nadie que sea capaz de descubrir mi profesión, aunque el material que cuelgo logró que una señora me confesara que ya hacía años que no podía concentrarse un solo segundo durante los Avemarías y los Padrenuestros de cada noche.

Era el primero verano que pasaba sola en Valizas y eso la entristecía horriblemente.

Entonces me acordé de que yo también me había quedado seco a los dieciséis años, cuando sentí que las oraciones aprendidas en la infancia ya casi no me azulaban.

Y eso se lo advierto a la gente bastante a menudo en mis homilías.

Así que le recomendé a la señora que tomara baños de estrellas y fue santo remedio.


8 / CUCARACHO

Mi tío Jerónimo fue un extraordinario poeta tocayo de J. D. Salinger, además de coincidir con él en la mezcla de sangres judía y cristiana que hay en nuestra familia.

Mi primer apellido es Rabí.

Pero lo verdaderamente terrible y hermoso es que mi tío se haya parecido tanto a Seymour Glass, el personaje central de la legendaria saga de J. D. Salinger.

Fue un santo loco que también se suicidó, aunque en su caso puede valorarse que el impulso de dar la vida haciéndole el amor a una mujer sidosa cuando él ya estaba cardíacamente deshauciado no significa una autoeliminación común.

Jerónimo ya vivía recluido en Atlántida y se enamoró de una vecina infectada por un marido que jugaba a la ruleta rusa con el sexo.

La mujer-muchacha contó después que haber sentido morir a mi tío encima de ella mientras eyaculaban la hizo ascender hacia lo que los místicos llamamos la contemplación infusa del mismísimo reino.

Una amiga facebookera seropositiva a la que terminé por contarle esta historia adivinó además que nuestro Seymour debe haberse sentido toda la vida como una especie de cucaracho kafkiano, y tuve que reconocer que gracias a él aprendí a soportar los manzanazos que la propia familia nos clava en el lomo cuando insistimos demasiado en repartirles fe.

Claro que yo soy un cura y por lo menos me limosnean un respeto sincero.

Pero la pureza monstruosa de los cucarachos crísticos jamás es perdonada.


9 / MUROS

Cuando uno se propone transformar su muro del facebook en un foco de irradiación espiritual removedora, comprueba que a la humanidad le hace falta tanto maná que casi nadie se escandaliza con ninguna señal que aporte gratia plena.

Al contrario: tengo amigos de varios países que comentan, intercambian y comparten los mensajes más disímiles que puedan imaginarse.

San Juan de la Cruz o Mozart, Kierkegaard o Cézanne.

O la inmortal sentencia filosófica analfabeta proferida por Obdulio Jacinto Varela: Si le empatamos a la realidad, le ganamos a cualquiera.

Lo malo es que esa frase muy poco conocida me recuerde la peor noche de mi juventud, porque mi padre la dejó caer justo cuando estábamos cenando con mi hermana recién llegada de Europa y nuestra unión familiar se deshizo para siempre.

Poli se había ido a estudiar la guitarra en Viena con Álvaro Pierri y se necesitaron cinco años de ahorros para que pudiera volver a pasar un mes de vacaciones en casa.

Yo todavía no era párroco pero vivía en el convento.

Y después que escuchamos el supuesto koan del Negro Jefe mi madre se fue al baño gritando que ya no soportaba más vivir entre sabiondos esquizofrénicos, y Poli acorraló a mi padre con un asco asesino y dijo que ella no había cruzado el océano para que el machaje familiar le siguiera predicando los divagues de siempre.

Aquella noche mi madre abandonó la cama matrimonial hasta que se separaron del todo.

Y tanto ella como mi hermana siguen petrificadas detrás del muro de la desesperanza.


10 / DANZA

Tengo dos hermanas: la mayor se llama Paula y acaba de recibirse de Magister en guitarra en Viena, dirigida por el maestro Álvaro Pierri.

La otra es Sabrina y murió de congestión a los ocho meses.

El calabozo de los borrachos es más triste que un nicho. / Y nadie nos explica que los cementerios se disfrazan de parques para que traicionemos a la felicidad. / Los cipreses resucitan casándose con la rosa del poniente. / Y la luna no besa las mortajas.

El día que colgué este texto que pertenece al libro que mi tío Jerónimo le dedicó a su perra, una amiga facebookera hizo un comentario muy inteligente: Los duelos se terminan cuando dejamos de escuchar los llamados de nuestros muertos para que vayamos a pulverizarnos con ellos en el cementerio.

Después seguimos compartiendo mensajes de todo tipo, y al final supe que ella había perdido dos hijos adolescentes en un accidente aéreo.

Entonces le conté a la señora lo que pasó en mi casa cuando se fue Sabrina.

Yo soy mayor que Poli, pero pienso que ella no quiere acordarse que la noche del entierro de Sabrina bailamos A rodar mi vida con mis padres y mi tío en el comedor.

Fue una idea de Jerónimo, y sé que debo ser el único cura uruguayo que le explica a la gente que a veces hay que tratar de agradecer la resurrección bailando.  

Y cuando mi amiga facebookera lo supo se maravilló, porque ella y su marido se habían aliviado de verdad el día que necesitaron volver a tanguear como cuando eran novios.

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