miércoles

CLARISSA PINKOLA ESTÉS - MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS




DECIMOSEXTA ENTREGA

CAPÍTULO 2 (9)

El rastro de la sangre

Barba Azul (9)

Retrocesos y serpenteos (2)

Hay veces en que hay que temblar y correr, y hay otras en que no es necesario hacerlo. En este momento crítico, una mujer no tiene que temblar y no tiene que humillarse. La petición de tiempo que hace la joven esposa de Barba Azul para prepararse no es una muestra de sumisión al depredador. Es su astuta manera de hacer acopio de energía y transmitirla a los músculos. Como ciertas criaturas del bosque, la esposa se está preparando para lanzar un ataque concentrado contra el depredador. Se esconde bajo tierra para huir del depredador y después emerge inesperadamente a su espalda.

El grito

Cuando Barba Azul llama a gritos a su mujer y ella procura desesperadamente ganar tiempo, lo que intenta en realidad es hacer acopio de energía para vencer al depredador, tanto si se trata de una amenaza aislada como si se trata de una religión, un marido, una familia o una cultura destructivas o de los complejos negativos de una mujer.

La esposa de Barba Azul trata de salvar la vida, pero lo hace con astucia. "Por favor –murmura-, deja que me prepare para la muerte."

"Sí -contesta él con un gruñido-, pero procura estar preparada."

La joven llama a sus hermanos psíquicos. ¿Qué representan éstos en la psique de una mujer? Son los propulsores más musculosos y más naturalmente agresivos de la psique. Representan la fuerza interior de una mujer, capaz de entrar en acción cuando llega el momento de eliminar los impulsos malignos. Aunque esta capacidad se representa aquí con sexo masculino, puede representarse con ambos sexos y con cosas tales como una montaña que se cierra para que no entre un intruso o un sol que desciende por un instante para quemar al merodeador y dejarlo achicharrado.

La esposa sube corriendo a su cámara, pide a sus hermanas que se acerquen a las murallas y les pregunta: "¿Veis venir a nuestros hermanos?" Y las hermanas le contestan que todavía no ven nada. Mientras Barba Azul le ordena a gritos a su mujer que baje al sótano para decapitarla, ella vuelve a preguntar: "¿Veis venir a nuestros hermanos?" Y las hermanas le contestan que les parece ver un torbellino o una polvareda en la distancia.

Aquí tenemos todo el guión de la oleada de fuerza psíquica que se produce en el interior de una mujer. Sus hermanas -las más sabias- ocupan el centro del escenario en esta última fase de la iniciación; se convierten en sus ojos. El grito de la mujer recorre una larga distancia en el interior de la psique hasta llegar al lugar donde viven sus hermanos, es decir, donde viven los aspectos de la psique que están adiestrados para luchar, y para luchar a muerte en caso necesario.

Pero, en un principio, los aspectos defensores de la psique no están tan cerca de la conciencia como deberían estar. La rapidez y la naturaleza combativa de muchas mujeres no están lo bastante cerca de su conciencia como para que puedan resultar eficaces.

Una mujer tiene que practicar la llamada o el conjuro de su naturaleza combativa, de los atributos del torbellino o la polvareda. El símbolo del torbellino representa una fuerza central de determinación que, cuando se concentra en lugar de desperdigarse, otorga una tremenda energía a la mujer. Con esta resuelta actitud, la mujer no perderá la conciencia ni será enterrada junto con lo demás.

Resolverá de una vez por todas la matanza interior femenina, su pérdida de libido y su pérdida de pasión por la vida. Aunque las preguntas clave le proporcionan la abertura y la relajación necesarias para su liberación, sin los ojos de sus hermanas y sin la fuerza muscular de los hermanos armados con espadas, no podría alcanzar un éxito absoluto.

Barba Azul llama a gritos a su esposa y empieza a subir ruidosamente los peldaños de piedra. La mujer vuelve a preguntarles a sus hermanas: "¿Y ahora los veis?" Y las hermanas le contestan: "¡Sí! Ahora los vemos. Ya casi están aquí."

Los hermanos entran al galope en el castillo, irrumpen en la estancia y empujan a Barba Azul contra el parapeto. Allí lo matan con sus espadas y lo dejan para los devoradores de carroña.

Cuando las mujeres emergen de nuevo a la superficie liberadas arrastran consigo y hacia sí mismas algo inexplorado. En este caso, la mujer, que ahora es más sabia y juiciosa, echa mano de una energía interior masculina. En la psicología junguiana, este elemento se denomina animus, un elemento de la psique femenina parcialmente mortal, parcialmente instintivo y parcialmente cultural que se presenta en los cuentos de hadas y en los símbolos oníricos bajo la apariencia de su hijo, su marido, un extraño y/o un amante, que a veces reviste un carácter amenazador según las circunstancias psíquicas del momento.

Esta figura psíquica posee un valor especial, pues tiene unas cualidades que están tradicionalmente excluidas en las mujeres, siendo la agresión una de las más habituales.

Cuando esta naturaleza de sexo contrario está sana, tal como la simbolizan los hermanos del cuento de Barba Azul, ama a la mujer en la que habita. Es la energía intrapsíquica que la ayuda a conseguir cualquier cosa que desee. Es la depositaria de la fuerza muscular psíquica en contraposición con otras dotes que la mujer pueda poseer. Y es la que la ayudará y le prestará su apoyo en su lucha por el conocimiento conciente. En muchas mujeres, este aspecto contrasexual tiende un puente entre los mundos internos del pensamiento y el sentimiento y el mundo exterior.

Cuanto más fuerte y más integralmente extenso sea el animus (lo podemos considerar un puente), tanto mayores serán la capacidad, la facilidad y el estilo con que la mujer manifestará de manera concreta sus ideas y su labor creativa en el mundo exterior. Una mujer con un animus poco desarrollado tiene muchas ideas y pensamientos, pero es incapaz de manifestarlos en el mundo exterior.

Siempre se queda a un paso de la organización o puesta en práctica de sus maravillosas imágenes.

Los hermanos representan el don de la fuerza y la acción. Al final y gracias a ellos ocurren varias cosas: la primera es la neutralización de la inmensa capacidad paralizadora del depredador en la psique de la mujer. La segunda es la conversión de la dulce muchacha de ojos azules en una mujer de mirada alerta y la tercera es la inmediata presencia de dos guerreros, uno a su derecha y otro a su izquierda, en cuanto ella los llama.

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