1 / VACACIONES
Este enero decidí abrir una cuenta en facebook y puse en mi perfil la foto donde J.D. Salinger aparece con una criatura rubia cargada sobre los hombros.
Como soy un hombre público, elegí el discreto seudónimo de Detective de almas.
Cuando tenía quince años llegué a pasarme noches enteras hablando con muchachas y la inflación de la cuenta telefónica me trajo terribles líos en casa, pero nunca me di por vencido.
Y ahora que cumplí cuarenta lo que más me desespera es verles la tristeza en la misa del domingo, especialmente a las madres que no aceptan el envejecimiento físico.
Les lavaría los pies.
En el facebook me encontré con el carnaval mundano en plena bipolaridad, y el primer problema serio lo viví al aceptar como amiga a una dama cuyo seudónimo era Ella y tenía en el perfil una imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro.
La información íntima de nuestros muros era prácticamente nula, pero a los dos nos apasionaba colgar verdaderos torrentes de maná cultural.
Y aunque nunca hubo chateo, a veces dialogábamos a través de las reflexiones adjuntas a las imágenes o a los textos y un día la dama comentó abruptamente que el mejor tesoro que puede compartir un hombre es su mirada.
Y me retiró la amistad y sentí que lo único que Ella necesitaba era lo que yo escondía.
Entonces entendí que un cura que usa el facebook en secreto durante sus vacaciones puede llegar a transformarse en un enamorador peligroso.
2 / SUICIDA
Un domingo lluvioso me pidió amistad una adolescente que se identificaba como Franny Glass y sabía muchísimo más que yo sobre la vida y la obra de J.D. Salinger.
Tenía un estrabismo tan vulnerable en la mirada marrón que me enamoré ipso facto.
Pero lo que me escalofrió fue que en su muro figuraran nada más que un álbum con las fotos de su comunión y otro con las de una película donde protagonizaba a una puta que recupera la sonrisa al ser izada en brazos por un cliente igual que si fuese una bailarina.
Y después que chateamos varios días me mandó un cuento que me hizo temblar.
Era la historia de una pintora ennoviada con un muchacho que no podía soportar que ella tuviera unas gigantescas alas blanquísimas y terminaba por obligarla a incendiárselas abajo de la ducha.
El plumaje había empezado a crecerle cuando tomó la comunión en la parroquia San Alejandro.
Y de golpe se me ocurrió revisarle el primer álbum y enseguida detecté el estrabismo enamorador en aquella carita de nueve años: yo mismo había catequizado a la Franny Glass facebookera.
Ella ya me había confesado en el primer chateo que le costó horrores perdonarle a J.D. Salinger que Seymour Glass fuera un santo suicida.
Y entonces le mandé un verso de Abel Rosso que dice que perdonarse la vida es traicionar al diablo, y la muchacha resucitó colgando por primera vez el ícono de una sonriente carita dorada y fue como si bailáramos.
3 / MISERIA
La misma noche que vi Elefante blanco publiqué en mi muro un llamado público a sumergirse en aquella película si se quería entender de verdad lo que significa el amor al horror.
A veces una sola crisis de vaciedad de las que sufrimos los párrocos en vacaciones puede dejarnos más molidos que el cansancio amontonado durante todo el año.
Y yo salí del cine admirado pero muerto.
A la otra noche una mujer modiglianesca me compartió un testimonio sobre el mártir a quien está dedicada Elefante blanco, y cuando supe que ella trabajaba como asistente social en Paso Carrasco le mandé un mensaje preguntándole si sería capaz de hacer el amor a escondidas con un cura en el asentamiento y me dijo que sí.
Y después que comentamos desbocadamente la escena más hermosa de la película sentí que la lubricación de los sexos era mutua.
Entonces le confesé que yo era cura y que estaba dispuesto a dejar los hábitos para casarme con ella y lo peor es que me creyó.
Y no le estaba mintiendo.
Chateamos hasta el amanecer, y cuando ya teníamos elegidos los nombres de nuestros futuros hijos la mujer modiglianesca me confesó de golpe que era homosexual.
Fue la primera vez que la miseria de amor me desbarrancó en serio.
Pero antes de dormirme con más paz que dolor pensé agradecidamente en aquella escena que nos hizo vivir algo tan parecido a un romance entre ángeles.
4 / SÁBANAS
Una mañana me desperté sintiéndome tan vacío después de un hermosísimo sueño montañoso que lo primero que escribí en mi muro fue: Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero.
Y casi inmediatamente una mujer idéntica a mi madre me etiquetó el poema más espeluznante de Idea Vilariño: Qué horror / si hubiera dios / y si esas dos estrellas / pequeñas parpadeantes y gemelas / fueran los dos ojitos / mezquinos / acechantes / malévolos / de dios.
Entonces no tuve más remedio que retrucar con un texto del libro que mi tío Jerónimo le dedicó a su perra: La gran pena del mundo ya no es la esclavitud de los hombres sino la humillación de las mujeres. / Ellas bailan a oscuras. / Y muchas veces se tapan el llanto con una sábana. / Sienten que odian a Dios.
Mi amiga facebookera tuvo la honestidad de reconocer que yo era un verdadero detective, y eso me hizo confirmar que debía estarse amortajando en el dormitorio durante horas igual que mi madre cuando empezó a sentirse expulsada de la vida.
Yo todavía no era cura, y después de que aquella desesperanza irreversible desencadenó la ruptura de mis padres entendí para siempre que el amor al horror es la única salvación posible en este mundo.
Y conste que también uso mucho la sábana.
Pero cuando me abrigo unos minutos la calavera para volar en alteza de oscura fe mi montañosidad sonriente me recuerda que en ese breve espacio el reino siempre está.
5 / TRAVESTI
En el facebook los enganches se producen mayoritariamente al barrer y con gente encapuchada por carátulas y seudónimos tan engañadores como los míos.
Estoy casi seguro de que fui yo el que le pidió amistad a Tarea fina.
Y un día la mujer emblematizada por el nombre de una canción ricotera me asombró colgando Noche oscura, que hizo que otros cuatro desconocidos citaran inmediatamente a San Juan de la Cruz.
Yo agregué Suma de perfección, la letrilla que considero más resplandeciente.
Entonces alguien tuvo la repulsiva ocurrencia de preguntar si el santico no sería un travesti reprimido, y Tarea fina le contestó que a ella lo único que le importaba era el texto poético y que cada cual hiciera de su culo un pito.
Revisándole el muro supe que era una especialista en teoría literaria y les recomendé rabiosamente a los facebookeros que vieran La noche oscura de Saura.
El cineasta español compuso una prodigiosa historia de la prisión del santico, en la que lo hace alucinar cuatro veces con la monja que fue su novia platónica en el convento donde se formaban las carmelitas descalzas.
Y en la penúltima aparición la Amada encarna el desdoblamiento que le permite consumar la boda interior consigo mismo, que también actúa el papel de Amado.
Saura no es nada más que un investigador agnóstico de los arcoiris todopoderosos.
Pero apenas lo mencioné la docente me retiró la amistad exigiéndome que respetara solamente el texto y me metiera las pelotudeces biográficas y místicas en el culo.
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