miércoles

CLARISSA PINKOLA ESTÉS - MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS




DECIMOCUARTA ENTREGA

CAPÍTULO 2 (7)

El rastro de la sangre

Barba Azul (7)

Por consiguiente, desde un punto de vista positivo, sólo la persistencia de la sangre en la llave induce a la psique a aferrarse a lo que ha visto, pues hay una censura natural de todos los acontecimientos negativos o dolorosos que ocurren en nuestras vidas. El ego censor desea con toda seguridad olvidar que ha visto la habitación y los cadáveres que en ella había. Por eso la esposa de Barba Azul trata de frotar la llave con crin de caballo. Echa mano de todo lo que puede, de todos los remedios de la medicina popular femenina para curar las laceraciones y las heridas profundas: las telarañas, la ceniza y el fuego, todos ellos asociados con la vida y la muerte que tejen las Parcas. Pero no sólo no consigue cauterizar la llave sino que tampoco puede poner término a la situación fingiendo que no existe. No puede impedir que la llavecita llore sangre. Paradójicamente, mientras su antigua vida se muere y ni siquiera los mejores remedios consiguen disimularlo, la mujer despierta ante su propia hemorragia y, gracias a ello, empieza a vivir.

La mujer antaño ingenua tiene que afrontar lo ocurrido. La muerte a manos de Barba Azul de todas sus "fisgonas" esposas es la muerte del femenino creador, del potencial capaz de desarrollar toda suerte de vidas nuevas e interesantes. El depredador se muestra especialmente agresivo cuando tiende emboscadas a la naturaleza salvaje de la mujer. En el mejor de los casos trata de menospreciar y, en el peor, de cortar la conexión de la mujer con sus propias percepciones, inspiraciones, investigaciones y demás.

Otra mujer con quien yo trabajé, una mujer inteligente y capacitada, me habló una vez de su abuela que vivía en el Medio Oeste. La idea que tenía su abuela de una diversión a lo grande consistía en tomar un tren con destino a Chicago, llevar puesto un gran sombrero y pasear por la avenida Madison contemplando los escaparates como una dama elegante. Contra viento y marea o porque era su destino, se casó con un granjero, se fue a vivir con él a la región de los trigales y allí empezó a pudrirse en aquella bonita granja que tenía justo el tamaño adecuado, con los hijos adecuados y el marido adecuado. Ya no le quedó tiempo para la "frívola" vida que antes llevaba. Demasiados "niños". Demasiadas "tareas femeninas".

Un día, años más tarde, tras fregar a mano el suelo de la cocina y la sala de estar, se puso su mejor blusa de seda, se abrochó su falda larga y se encasquetó su gran sombrero. Después se introdujo el cañón de la escopeta de caza de su marido en la boca y apretó el gatillo. Todas las mujeres saben por qué fregó primero el suelo.

Una mujer cuya alma se muere de hambre puede sufrir hasta el extremo de no poderlo resistir. Puesto que tienen la necesidad sentimental de expresarse a su propia manera sentimental, las mujeres ti que desarrollarse y florecer de una forma que a ellas les resulte sensata y sin molestas interferencias ajenas. En este sentido, la llave ensangrentada podría interpretarse también como la representación del linaje femenino de la mujer, de las ascendientes que la han precedido.

¿Quién de nosotras no conoce por lo menos a una familiar suya que perdió el instinto de tomar buenas decisiones y, debido a ello, se vio obligada a vivir una vida marginal o algo peor? Puede que esta mujer sea usted misma.

Una de las cuestiones menos debatidas de la individuación es la de que, cuando una mujer arroja toda la luz que puede sobre la oscuridad de la psique, las sombras, allí donde no alcanza la luz, se intensifican todavía más. Por consiguiente, cuando iluminamos una parte de la psique, se produce una intensificación de la oscuridad con la que necesariamente tenemos que enfrentarnos, pues no podemos pasarla por alto. La llave, es decir, las preguntas, no se pueden ocultar ni olvidar. Se tienen que formular. Se tienen que responder.

La tarea más profunda suele ser la más oscura. Una mujer valiente y juiciosa procurará cultivar la peor tierra de su psique, pues, si sólo cultiva la mejor, obtendrá a cambio el peor panorama de lo que ella es. La mujer valiente no teme investigar lo peor. Ello garantizará un incremento del poder de su alma a través de las percepciones y oportunidades de examinar de nuevo la propia vida y el propio yo.

En esta clase de explotación agraria de su psique resplandece la Mujer Salvaje. No teme la oscuridad más oscura, pues de hecho puede ver en la oscuridad. No teme los despojos, los desechos, la putrefacción, el hedor, la sangre, los huesos fríos, las muchachas moribundas ni los esposos asesinos. Puede verlo todo, puede resistirlo todo y puede ayudar. Y eso es lo que está aprendiendo la hermana menor del cuento de Barba Azul.

Los esqueletos de la cámara representan, bajo la luz más positiva, la fuerza indestructible de lo femenino, Arquetípicamente, los huesos representan aquello que jamás se puede destruir. Los cuentos que giran en torno a los huesos se refieren esencialmente a algo de la psique que no se puede destruir. La única posesión que cuesta más destruir es nuestra alma.

Cuando hablamos de la esencia femenina, hablamos en realidad del alma femenina. Cuando hablamos de los cuerpos esparcidos por el sótano, estamos diciendo que algo le ocurrió a la fuerza del alma, pese a lo cual, aunque a la mujer le hayan arrebatado la vitalidad exterior y aunque le hayan arrancado esencialmente la vida, ésta no ha sido destruida por entero. Puede resucitar.

Y resucita por medio de la joven y de sus hermanas que, al final, pueden romper las viejas pautas de la ignorancia gracias a su capacidad de contemplar el horror y no apartar la mirada. Son capaces de ver y de resistir lo que ven.

Y aquí nos encontramos de nuevo en el espacio de La Loba, en la arquetípica cueva de los huesos femeninos. Aquí tenemos los restos de lo que antaño fuera la mujer completa. Sin embargo, a diferencia de los cíclicos aspectos de la vida y la muerte del arquetipo de la Mujer Salvaje que acoge la vida que está a punto de morir, la incuba y la arroja de nuevo al mundo, Barba Azul sólo mata y despedaza a la mujer cuando ésta no es más que unos huesos. Le arrebata toda la belleza, todo el amor y todo su yo y, por consiguiente, toda la capacidad de actuar en su propio nombre. Para poner remedio a esta situación, las mujeres tenemos que contemplar la cosa asesina que se ha apoderado de nosotras, ver el resultado de su horrible trabajo, ser concientes de él, conservarlo en nuestra conciencia y actuar en nuestro propio nombre y no en el suyo.

Los símbolos del sótano, la mazmorra y la cueva están todos relacionados entre sí. Son los antiguos ambientes de la iniciación; lugares a los que se dirige o por los que pasa o desciende una mujer hasta llegar a las asesinadas, rompiendo los tabúes para descubrir la verdad y, por medio del ingenio y/o de los tormentos, alcanzar el triunfo, desterrando, transformando o exterminando al asesino de la psique. El cuento de Barba Azul nos muestra la tarea que tenemos que llevar a cabo y nos da instrucciones muy claras: localizar los cuerpos, seguir los instintos, contemplar lo que se tenga que contemplar, echar mano del músculo psíquico y acabar con la fuerza destructora.

Si una mujer no contempla las cuestiones de su propia muerte y su propio asesinato, seguirá obedeciendo los dictados del depredador. En cuanto abre la  puerta de la psique y ve hasta qué extremo está muerta y asesinada, comprende de qué manera las distintas partes de su naturaleza femenina y de su psique instintiva han sido asesinadas y han sufrido una lenta muerte detrás de una espléndida fachada. Y, en cuanto comprende lo atrapada que está y el peligro que corre su vida psíquica, está en condiciones de imponerse con más fuerza.

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