miércoles

CLARISSA PINKOLA ESTÉS - MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS




DECIMOTERCERA ENTREGA

CAPÍTULO 2 (6)

El rastro de la sangre

Barba Azul (6)

El rastro de la sangre

En el cuento, las hermanas cierran de golpe la puerta de la cámara de las matanzas. La joven esposa contempla la sangre que mana de la llave y emite un gemido. "¡Tengo que limpiar esta sangre para que él no se entere!"

Ahora el yo ingenuo sabe que una fuerza asesina anda suelta en el interior de la psique. Y la sangre de la llave es la sangre de las mujeres. Si sólo fuera una sangre causada por el sacrificio de las propias fantasías frívolas, sólo habría una gota de sangre en la llave. Pero la cosa es mucho más grave, pues la sangre representa una disminución de los más hondos y más espirituales aspectos de la propia vida creativa.

En semejante estado la mujer pierde la energía necesaria para crear, tanto si se trata de soluciones a cuestiones de su vida, de los estudios, la familia o las amistades, como si se trata de asuntos relacionados con el mundo en general o con el espíritu, su desarrollo personal o sus aptitudes. No es una simple dilación, pues la situación se prolonga a lo largo de varias semanas o varios meses seguidos.

La mujer se muestra apagada y, aunque a veces esté llena de ideas, padece una fuerte anemia y cada vez le cuesta más ponerlas en práctica.

La sangre de este cuento no es la sangre menstrual sino la sangre arterial del alma. Y no sólo mancha la llave sino que mancha toda la persona*. El vestido que lleva y todos los vestidos del armarlo están manchados de sangre. En la psicología arquetípica, el vestido puede representar la presencia exterior. La persona es la máscara que un individuo muestra al mundo. Con los debidos rellenos y disfraces psíquicos, tanto los hombres como las mujeres pueden ofrecer una persona casi perfecta, una fachada casi perfecta.

Cuando la llave que llora -la pregunta que solloza- mancha nuestras personas, ya no podemos ocultar por más tiempo nuestras congojas. Podemos decir lo que queramos y mostrar la más sonriente de las fachadas, pero, una vez contemplada la horrenda verdad de la cámara de las matanzas, ya no podemos fingir que ésta no existe. El hecho de contemplar la verdad provoca una intensificación de la hemorragia de energía. Es algo muy doloroso que corta las arterias. Tenemos que intentar corregir inmediatamente esta terrible situación.

En este cuento vemos que la llave es también un recipiente que sirve para recibir la sangre que es el recuerdo de lo que la mujer ha visto y ahora ya sabe.

Para las mujeres, la llave simboliza siempre la entrada en un misterio o un conocimiento.

En otros cuentos de hadas la llave simbólica se representa a menudo con expresiones tales como "Ábrete, Sésamo", las palabras que Alí Babá le grita a una escarpada montaña, dando lugar a que ésta retumbe como un trueno y se abra para que él pueda entrar. De una manera más picaresca, en los estudios Disney el hada madrina de Cenicienta canturrea alegremente, las calabazas se convierten en carrozas y los ratones en cocheros.

En los misterios eleusinos, la llave estaba escondida en la lengua, lo cual significaba que el meollo de una cuestión, la clave o los vestigios se encontraban en unas determinadas palabras o unas preguntas clave. Y las palabras que más necesitan las mujeres en situaciones similares a la descrita en Barba Azul son:

¿Qué hay detrás? ¿Qué no es lo que parece? ¿Qué sé en lo más hondo de mis ovarios y no quiero saber? ¿Qué parte de mí ha sido asesinada o yace moribunda?

Todas y cada una de estas palabras son claves. Si una mujer ha llevado una vida medio muerta, es muy probable que las respuestas a estas cuatro preguntas estén manchadas de sangre. El aspecto asesino de la psique, parte de cuya tarea consiste en cuidar de que no se produzca ningún conocimiento conciente, seguirá dejando sentir sus efectos de vez en cuando y arrancará o envenenará cualquier brote que aparezca. Es su naturaleza. Es su misión.

* En la época romana antigua, la persona, palabra derivada del etrusco, era la máscara que se ponían los actores para interpretar las obras. Cubría toda la cabeza y cambiaba según los distintos personajes que se tenían que representar. (N. de la T.)

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