viernes

SALINGER - FRANNY Y ZOOEY



(Traducción de Isabel de Juan)
  
CUARTA ENTREGA
FRANNY (4)
   
El lavabo de señoras de Sickler’s era casi tan grande como el propio comedor y, en cierto sentido, apenas menos cómodo. Nadie lo atendía y, al parecer, estaba vacío cuando Franny entró. Se quedó parada un momento -casi como si fuese el punto de alguna cita- en mitad del suelo de baldosas. Tenía gotas de sudor en la frente y la boca abierta, y estaba todavía más pálida que en el comedor.
  
Luego, de pronto y muy de prisa, entró en la cabina más alejada y de aspecto más anónimo de las siete u ocho -que, por suerte, se abrían sin necesidad de meter una moneda-, cerró la puerta tras de sí y, con cierta dificultad, echó el cerrojo. Sin prestar atención al entorno, se sentó. Juntó las rodillas con firmeza, como para convertirse en una unidad más pequeña y compacta. Luego colocó las manos verticalmente sobre sus ojos y apretó con fuerza, como si quisiera paralizar el nervio óptico y ahogar todas las imágenes en una negrura abismal. Sus dedos extendidos, aunque temblorosos -o porque estaban temblorosos-, parecían extrañamente bonitos y elegantes. Mantuvo esta posición tensa y casi fetal durante un momento de suspensión; después se echó a llorar. Lloró durante cinco minutos seguidos. Lloró sin intentar contener ninguna de las manifestaciones más ruidosas de la pena y la confusión, con todos los convulsos sonidos guturales que hace un niño histérico cuando el aire trata de salir a través de una epiglotis parcialmente cerrada. Sin embargo, cuando al fin paró, sencillamente paró, sin las dolorosas, punzantes inspiraciones que suelen seguir a un estallido violento. Cuando dejó de llorar, fue como si se hubiese producido un decisivo cambio que tuvo en su cuerpo efecto inmediato y pacificador. Con el rostro bañado en lágrimas pero inexpresivo, casi bobo, cogió su bolso del suelo, lo abrió y sacó el librito encuadernado en tela verde. Lo puso en su regazo -más bien, sobre sus rodillas- y lo miró, lo contempló fijamente, como si ése fuera el lugar más indicado para un librito encuadernado en tela verde. Al cabo de un momento, cogió el librito y lo estrechó junto a sí firmemente durante breves instantes. Luego lo metió de nuevo en el bolso, se puso de pie y salió de la cabina. Se lavó la cara con agua fría, se la secó con una toalla que colgaba de un toallero alto, se volvió a pintar los labios, se peinó y salió de los lavabos.
  
Tenía un aspecto sensacional mientras atravesaba el comedor en dirección a la mesa, en nada diferente al de una chica que está dispuesta a pasar un gran fin de semana universitario. Cuando ella se aproximó a su silla, apresurada y sonriente, Lane se levantó despacio, con una servilleta en la mano.
  
-Lo siento -dijo Franny-. ¿Pensabas que me había muerto?
  
-No pensabas que te habías muerto -contestó Lane. Le acercó la silla-. No sabía qué demonios te había ocurrido -volvió a su sitio-. No tenemos mucho tiempo, ¿sabes? -se sentó-. ¿Estás bien? Tienes los ojos un poco irritados -la miró con atención-. ¿Te encuentras bien o no?
  
Franny encendió un cigarrillo.
  
-Ahora me encuentro estupendamente. Nunca me había sentido tan fantásticamente inestable en toda mi vida. ¿Has pedido?
  
-No. Te estaba esperando -contestó Lane, mirándole aun con atención-. ¿Qué te pasaba? ¿El estómago?
  
-No. Sí y no. No lo sé -dijo Franny. Miró el menú que tenía sobre el plato y lo examinó sin cogerlo-. No quiero más que un sandwich de pollo. Y quizás un vaso de leche… Pero tú pide lo que te apetezca. Quiero decir que tomes caracoles y pulpos y esas cosas. Pulpo. Yo es que no tengo hambre.
  
Lane la miró, luego exhaló una fina columna de humo, muy expresiva, sobre su plato.
  
-Va a ser un fin de semana realmente fabuloso -dijo-. ¡Un sandwich de pollo, por amor de Dios!
  
Franny se enfadó.
  
-No tengo hambre, Lane. Lo siento. Ahora haz el favor de pedir lo que quieras, ¿por qué no?, y yo comeré al mismo tiempo que tú. Pero no voy a tener apetito simplemente porque tú quieras.
  
-De acuerdo, de acuerdo.
  
Lane estiró el cuello y llamó la atención del camarero. Un momento después pidió un sandwich de pollo y un vaso de leche para Franny, y caracoles, ancas de rana y una ensalada para él. Cuando el camarero se fue, miró su reloj y dijo:
  
-A propósito, tenemos que estar en Tendbridge a la una y cuarto, o una y media. No más tarde. Le dije a Wally que probablemente pasaríamos a tomar una copa y luego quizás podríamos ir todos juntos al estadio en su coche, ¿Te importa? A ti no te cae bien Wally.
  
-Ni siquiera sé quién es.
  
-Por Dios santo, le has visto como veinte veces. Wally Campbell. Caramba, si no le has visto veinte veces, no le has visto…
  
-Ah, ya recuerdo… Escucha, no te enfurezcas porque no recuerdo a alguien inmediatamente. Sobre todo cuando es alguien que se parece a todo el mundo, y habla y viste y actúa como todo el mundo -Franny obligó a su voz a callar. Le sonaba criticona y maliciosa, y experimentó una oleada de odio hacía sí misma que, literalmente, hizo que volvieran a aparecer gotas de sudor en su frente. Pero su voz se alzó de nuevo a pesar de ella-. No quiero decir que haya nada horrible en él, ni nada por el estilo. Sé cuándo van a mostrarse encantadores, sé cuándo van a empezar a contarme algún cotilleo verdaderamente desagradable sobre alguna chica que vive en mi residencia, sé cuándo van a dar vuelta una silla para sentarse a horcajadas en ella y comenzar a fanfarronear en voz terriblemente baja… o a mencionar nombres conocidos en tono terriblemente bajo y casual. Hay una ley no escrita según la cual las personas de un cierto nivel social o económico pueden dejar caer tantos nombres conocidos como quieran, siempre y cuando digan algo terriblemente denigrante sobre la persona importante no bien han mencionado su nombre, que es un bastardo, o una ninfómana, o que se droga, o cualquier cosa horrible -se interrumpió otra vez. Permaneció en silencio un momento, dándole vueltas al cenicero y cuidando de no levantar los ojos para no ver la expresión de Lane-. Lo siento -dijo-. No es sólo Wally Campbell. Me estoy metiendo con él porque lo has mencionado. Y porque se parece a alguien que pasara el verano en Italia o algo así.
  
-Él estuvo en Francia el verano pasado, para tu información -afirmó Lane-. Sé lo que quieres decir -añadió rápidamente-, pero estás siendo condenadamente in…
  
-Está bien -dijo Franny con tono fatigado-. Francia -sacó un cigarrillo del paquete-, No es sólo Wally. Podría ser una chica, claro está. Quiero decir que si fuera una chica, alguien de mi dormitorio, por ejemplo, habría estado pintando decorados en una compañía de repertorio todo el verano. O habría recorrido Gales en bici. O habría cogido un apartamento en Nueva York y habría para trabajado para una revista o una agencia de publicidad. Es todo el mundo, quiero decir. Todo lo que hace la gente es tan…, no sé, no es malo, ni siquiera mezquino, tampoco estúpido necesariamente. Simplemente tan minúsculo e insignificante, y… deprimente. Y lo peor es que, si te vuelves bohemio o algo así de loco, sigues siendo tan conformista como los demás, sólo que de un modo diferente. -Se calló. Sacudió la cabeza brevemente, con la cara muy blanca, y por un segundo se tocó la frente; al parecer, más que para comprobar si estaba sudando, para ver, como si fuera su propia madre, si tenía fiebre-. Me siento tan extraña. Creo que me estoy volviendo loca. Puede que ya lo esté.
  
Lane la miraba con auténtica preocupación, más preocupación que curiosidad.
  
-Estás condenadamente pálida. Pálida de verdad. ¿Lo sabías? -preguntó.
  
Franny sacudió la cabeza.
  
-Estoy bien. Estaré bien dentro de un momento -levantó la vista cuando el camarero se acercó trayendo el pedido-. Oh, tus caracoles tienen una pinta estupenda -acababa de llevarse el cigarrillo a los labios pero estaba apagado-. ¿Qué has hecho con las cerillas? -preguntó.
  
Lane le dio fuego cuando el camarero se marchó.
  
-Fumas demasiado -dijo. Cogió el tenedor pequeño que estaba al lado de su plato de caracoles, pero miró a Franny de nuevo antes de usarlo-. Me preocupas, en serio. ¿Qué demonios te ha sucedido en las últimas dos semanas?

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