domingo

JULIO CORTÁZAR HABLA SOBRE RAYUELA



“La rayuela es un juego infantil conocido prácticamente en todo el mundo cuyos orígenes se remontan a la Grecia clásica -donde se lo conocía con el nombre de escolias-, y a la Roma imperial -donde se lo llamaba juego de las odres-. Para jugarlo se dibuja en el suelo un diagrama subdividido en casilleros dispuestos alternadamente a los cuales se accede arrojando una pequeña piedra o tejo. El primer casillero es rectangular, luego se suceden dos y así sucesivamente; el último es una media luna que recibe el nombre de "cielo", mientras el primero se llama "tierra". Se trata de llegar al cielo saltando con un pie, de espaldas, etcétera. "Desde la infancia apenas se me cae algo al suelo tengo que levantarlo, sea lo que sea, porque si no lo hago va a ocurrir una desgracia, no a mí sino a alguien a quien amo y cuyo nombre empieza con la inicial del objeto caído. Lo peor es que nada puede contenerme cuando algo se me cae al suelo, ni tampoco vale que lo levante otro porque el maleficio obraría igual. He pasado muchas veces por loco a causa de esto y la verdad es que estoy loco cuando lo hago, cuando me precipito a juntar un lápiz o un trocito de papel que se me han ido de la mano", escribió en Rayuela Julio Cortázar, para quien la literatura, al igual que la vida, se trata de un juego "porque la literatura es también un juego, un gran juego, muy serio al mismo tiempo. No tiene nada de cosa científica o filosófica; la literatura es como un gato y no como un teorema". El título de la obra entonces, remite a la noción lúdica de Cortázar para quien "el juego es la forma desacralizada de todo lo que para la humanidad inicial son ceremonias sagradas... Creo que el juego es una pervivencia en nosotros de un contacto con fuerzas muy profundas que ahora vemos con menos claridad".

En 1959, cuando empezó a escribir la novela -"algo así como una antinovela, la tentación de romper los moldes en que se petrifica este género"-, Cortázar pensó titularla Mandala: "Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo... Cuando pensé en este libro, estaba obsesionado con la idea del mandala, en parte porque había estado leyendo muchas obras de antropología y de religión tibetana. Además había visitado la India donde pude ver cantidad de mandalas indios y japoneses". Es que en aquel viaje, Cortázar se había familiarizado con "esos laberintos místicos consistentes en un cuadro o dibujo dividido en sectores, compartimentos o casillas, como la rayuela, en el que se concentra la atención y gracias al cual se facilita el cumplimiento de una serie de etapas espirituales. Es como la fijación gráfica de un proceso espiritual".

Al titularla Rayuela privilegió la noción de juego sobre la de los diagramas simbólicos ya que es el juego, el azar, lo que mueve a los personajes e incluso a los lectores. En efecto, Cortázar propone antes de iniciar la lectura una especie de juego: "el lector queda invitado a elegir" entre dos posibilidades de lectura. "El primer libro -dice Cortázar- se deja leer en la forma corriente, y termina en el capítulo 56, al pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin. Por consiguiente, el lector prescindirá sin remordimientos de lo que sigue. El segundo libro se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo. En caso de confusión u olvido, bastará consultar la siguiente lista:


73-1-2-116-3-84-4-71-5-81-74-6-7-8-93-68-9-104-10-65-11-136-12-106-13-115-114-117-15-120-16-137-17-97-18-153-19-90-20-126-21-79-22-62-23-124-128-24-134-25-141-60-26-09-27-28-130-151-152-143-100-76-101-144-92-103-108-64-155-123-145-122-112-154-85-150-95-146-29-107-113-30-57-70-147-31-32-132-61-33-67-83-142-34-87-105-96-94-91-82-99-35-121-36-37-98-38-39-86-78-40-59-41-148-42-75-43-125-44-102-45-80-46-4-110-48-111-49-118-50-119-51-69-52-89-53-66-149-54-129-139-133-140-138-127-56-135-63-88-72-77-131-58-131".


Propone así dos eventuales modos de lectura: una lineal y otra dada por el "tablero de dirección". Los capítulos 1 al 56 contienen la descripción y la narración de los sucesos, mientras que los restantes -los llamados "capítulos prescindibles"- abundan en disquisiciones y citas de los personajes. El orden o lista de lectura -"el título irónico y liviano de Tablero de dirección me lo inspiraron los automóviles"-, remite tanto a la noción de juego como a la de "figura" (entendida ésta como la serie de constelaciones en las que los hombres permanecen inmersos), un concepto que rondó la mente de Cortázar desde su infancia. Al respecto dice Cortázar: "Es como el sentimiento -que muchos tenemos, sin duda, pero que yo sufro de una manera muy intensa- de que aparte de nuestros destinos individuales somos parte de figuras que desconocemos. Pienso que todos nosotros componemos figuras... Siento continuamente la posibilidad de ligazones, de circuitos que se cierran y que nos interrelacionan al margen de toda explicación racional y de toda relación humana".

En Rayuela escribió: "Dibujamos con nuestros movimientos una figura idéntica a la que dibujan las moscas cuando vuelan en una pieza, de aquí para allá, bruscamente dan media vuelta, de allá para aquí... con todo eso se va tejiendo una figura, algo inexistente como vos y como yo, como los dos puntos perdidos en París que van de aquí para allá, de allá para aquí, haciendo su dibujo, danzando para nadie, ni siquiera para ellos mismos, una interminable figura sin sentido". Esa noción de figura, en Rayuela, se vincula a los trayectos recorridos o por recorrer: los itinerarios de los personajes, con sus desplazamientos, encuentros y desencuentros en París, en el primer caso; los itinerarios opcionales de lectura para los lectores, en el segundo.

En una entrevista, Cortázar explicaba que Rayuela fue una tentativa de negar la realidad cotidiana y de admisión de otras posibles realidades, de otras posibles aperturas: "Sé bien que era difícil, muy difícil, intentar escribir un libro en donde el lector, en vez de leer la novela de manera consecutiva, tuviera, antes que nada, diferentes opciones. Esto lo situaba ya casi en un pie de igualdad con el autor porque el autor también había tomado diferentes opciones al escribirlo". Y más adelante agregaba: "La literatura tiene un margen, una latitud tan grande que permite, e incluso reclama -por lo menos para mí- una dimensión lúdica que la convierte en un gran juego. Un juego en el que puedes arriesgar tu vida". Por boca de Morelli, su probable alter ego en la novela, había dicho que confiaba en producir "un texto que no agarre al lector pero que lo vuelva obligadamente cómplice al murmurarle, por debajo del desarrollo convencional, otros rumbos más esotéricos".

Al referirse a su novela más representativa, Cortázar dijo que, cuando la escribió, era "un ser totalmente anónimo, nadie me conocía o muy poco... La escribí pensando como un hombre de cuarenta años que escribía para gente de cuarenta años. Pero, la gran maravilla fue que, cuando se publicó en la Argentina y se conoció en toda América Latina, encontró sus lectores en los jóvenes, en quiénes yo jamás había pensado al escribir ese libro". Para su sorpresa, comenzó a recibir cartas, "centenares de cartas, y si tomas cien cartas, noventa y ocho eran de jóvenes, de gente muy joven, incluso adolescentes en algunos casos, que no entendían todo el libro. De todas maneras habían reaccionado frente al libro de una manera que yo no podía sospechar en el momento en que lo escribí". Recibió también otra sorpresa: "La gente de mi edad, de mi generación, no entendió nada. Las primeras críticas de Rayuela fueron indignadas". Y agregó, con un dejo de amargura: "Hice la tentativa más a fondo de que era capaz en ese momento para plantearme en términos de novela lo que otros, los filósofos, se plantean en términos metafísicos. Es decir, los grandes interrogantes, las grandes preguntas. Sin embargo, las primeras críticas fueron terriblemente negativas... La primera crítica de Rayuela que leí empezaba con la frase siguiente: “Si la imitación y el plagio son virtudes, Julio Cortázar es un gran escritor'".

Aquellas primeras críticas llevaron a Cortázar a reflexionar tiempo después: "La humanidad está embarcada en un camino equivocado. Estoy hablando sobre todo de la humanidad occidental porque de la oriental no sé gran cosa. Embarcados en un camino históricamente falso que nos está llevando directamente a la catástrofe definitiva, a la aniquilación por cualquier motivo: bélico, polución del aire, contaminación, cansancio, suicidio universal... Entonces, en Rayuela, sobre todo hay ese sentimiento continuo de estar en un mundo que no es lo que debería ser porque -y aquí hago un paréntesis que me parece importante-, ha habido críticos que han pensado que Rayuela era un libro profundamente pesimista en el sentido de que no se hace en él más que lamentar el estado de cosas. Yo creo que es un libro profundamente optimista porque Oliveira, a pesar de su carácter enojoso, sus cóleras, su mediocridad mental, su incapacidad de ir más allá de ciertos límites, es un hombre que se golpea contra la pared, la pared del amor, la pared de la vida cotidiana, la pared de los sistemas filosóficos, la pared de la política. Se golpea la cabeza contra todo eso porque es un optimista en el fondo, porque él cree que un día, ya no para él pero para otros, algún día esa pared va a caer y del otro lado está el hombre verdadero, ese proyecto humano que él imagina y que no se ha realizado hasta este momento".

Luego agregaba: "Yo me di cuenta muchos años después que Oliveira es un poco como Lenin; dicho esto no de manera pretenciosa. Es una comparación analógica, en el sentido de que los dos son optimistas, cada uno a su manera. Lenin no habría luchado todo lo que luchó si no hubiera creído en el hombre. Hay que creer en el hombre. El es profundamente optimista, lo mismo que Trotsky. Así como Stalin es un pesimista, Lenin y Trotsky son optimistas. Y Oliveira a su manera mediocre y pequeña también lo es... Entonces, la idea general de Rayuela es la comprobación de un fracaso y la esperanza de un triunfo. El libro no propone ninguna solución; se limita simplemente a mostrar los posibles caminos para echar abajo la pared y ver lo que hay del otro lado".
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Entrevista televisiva a Julio Cortazar realizada por Soler Serrano, en el año 1977, durante la transmisión del programa español "A Fondo".

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