QUINTA ENTREGA
21 / TRIPA
Mati vino a la segunda clase disfrazada con el traje de comunión y me pidió para pasar al baño a maquillarse.
Empecé a sudar hielo.
-Mi madre se encerró a arreglarse la tripa -me explicó al aparecer resplandeciendo jolivudescamente después de mucho rato.
-No entiendo.
-Es que ella a veces no se aguanta y come chocolate y al otro día se le sale un pedazo de intestino y tiene que acomodárselo en el water.
-Qué horror.
-Pero cuando se encierra demora pila y yo puedo robar el traje -alzó su delicadísimo perfil emputecido.
-Una vez la escuché decir que en el baño prende velas.
-Sí -desenfundó la guitarra la niña más hermosa que Natalie Portman. -Las pone en un banquito y pide por los que se quieren demasiado a sí mismos. ¿No entendés que está loca?
-Mirá que vestida así no vas a poder dar la clase, Mati.
-Y bueno, cantamos juntos Knocking on heaven’s door -me alcanzó el celular. -Pero primero sacame una foto.
-¿Y si la ve tu madre?
-Dale. Nunca más voy a poder sacarme una igual -sentí que el caramelo de su abismo quemaba. -Y mi madre no va a verla porque no sabe revisarme la computadora.
Entonces retraté varias veces a aquella novia monstruosa sudando mucho hielo y sintiendo al mismo tiempo que su pureza nunca se iba pudrir.
-Sos un genio -contempló las tomas en el celular con astucia política.
-El otro día le dije al padre Hooper que esa era una palabra asquerosa. Andate, por favor. Dolly nos va a matar.
-Una noche me voy a subir en la escalera de colgar la ropa y la voy a sacar con la tripa en una mano y el rosario en la otra -señaló la claraboya de su patio.
-Andate, por favor. Me da miedo.
-¿Cuánto te falta para terminar ese libro que estás haciendo sobre Artigas?
-Poco. Pero es muy difícil.
-¿Artigas se quería demasiado a sí mismo?
-No.
-Entonces si vos te querés demasiado a vos mismo no podés escribir sobre él -guardó el celular en el neceser del maquillaje.
-Todo es horriblemente difícil, cosita.
Ella se despidió dándome un beso más piadoso que agradecido y cuando se paró un momento a sondearme desde el corredor me pareció escuchar a mi padre recitándome a Julio Herrera y Reissig en el altillo del Paso Molino:
Ya ni siquiera me conoces, hijo: -Si soy tu alma, que ha sufrido tanto!
22 / SÁBADO
Clara cumplía veinte años el mismo domingo que mi nieta Varinia cumplía dos.
Y como el día anterior ella lo festejaba con el padre y las hermanas, le propuse salir el viernes a dar una vuelta por el Paso Molino para que conociera el altillo donde pinté el Cristo.
Entonces Clara contrapropuso llevar un colchón inflable a mi apartamento y me asombré.
El amor es algo demasiado maravilloso para que uno pueda andar preocupándose por el destino de dos personas que no hicieron más que tenerlo, de manera inexplicable.
Durante aquella conversación telefónica la hice reír tanto que una hermana que estaba de visita le dijo que yo debía quererla de veras.
Y la semana anterior nos habíamos visto un rato en el centro y cuando tuve que volver a dar una clase Kiwi me obligó a que la dejara acompañarme absurdamente cinco minutos en el ómnibus y al llegar a la Escuela y verme subir desde la vereda sonrió como si llorara.
Ojalá fueras tú un hermano mío, criado a los pechos de mi madre! Así, al encontrarte en la calle, podría besarte y nadie se burlaría de mí, podría llevarte a la casa de mi madre, te haría entrar en ella, y tú serías mi maestro.
Pero a partir del miércoles la nena empezó a llamarme en secreto porque el Morro loreó lo que había visto mientras volvíamos del Chuy y tuvimos que suspender el amor en el Espanto.
Mala señal.
La última vez que hablamos fue el viernes a media tarde: ella ya estaba reunida con las dos hermanas en la casa del padre y me volvió a advertir largando carcajaditas que el triángulo de hierro era terrible.
Esa madrugada esperé mail hasta las tres y al final mandé la computadora al carajo con un manotazo y dormí varias horas seguidas y soñé que Clara aparecía con dos pancartas rojas para avisarme que no aguantaba más.
Cuando me levanté encontré un mensaje donde la nena me decía literalmente lo mismo y gracias a Dios y a la Virgen agregaba: Fue hermoso y necesario.
Entonces esperé que Candela se levantara a tomar su yogur y le dije que había roto con mi amiga y ahora ya no pensaba mudarme a Lepanto.
Y cuando les contaba la historia a mis amigos me definía como una máquina de hacer cagadas.
Siempre es bueno reírse.
Ese sábado fui al peluquero para estar con la barba pasable en el cumpleaños de mi nieta y al llegar a casa sentí que tenía una granada a punto de reventar en el cerebro y bajé a tomarme la presión con un vecino médico.
Quiere decir que el 18 / 14 de alguien que nunca fue hipertenso no se transformó en derrame cerebral con muerte o hemiplejia por cuestión de segundos.
Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo, / grave.
23 / VARINIA
La entrada definitiva del otoño me provocó un revoltijo alérgico tan feroz que tuve que llamar a Paloma para pedirle algunos inhaladores.
El ángel se me ahogaba.
El Artigas iba bien, pero fue el único libro de mi vida que logró hacerme cuerpear un vértigo mortal antes de cada capítulo y sentir que jamás llegaría a terminarlo.
Cuánto nos cuesta decorarnos con la divina dignidad de libres.
Quiere decir que llevaba seis meses expectorando ensangrentadamente los cien pedacitos de cuarenta líneas trenzados según la tríada teológica de la Divina Comedia, igual que mis Confesiones.
Y ahora había que llegar al Paraíso.
Una tarde me tranqué tanto con una maldita frase de mi estrafalario poema épico que corrí hacia adelante el teclado de la computadora y me acodé para agarrarme la cabeza y murmurar una canción muy poco conocida que compuso Silvio Rodríguez cuando estuvo preso dos meses en el Playa Girón por opinar en su programa televisivo que los Beatles eran extraordinarios.
-Hoy debiera contar hasta cien y luego soñar -terminé destapándome la frente para enfocar un portarretratos donde tengo incrustada a la Virgen Milagrosa al lado de los ojos de mi nieta: -Hoy debiera volver del oceano / y ser bienvenido / hoy debiera andar sin zapatos / casarme de pronto sin saber con quien / hoy debiera contar hasta cien / hoy debiera contar hasta cien / hoy debiera contar hasta cien / y luego soñar.
Entonces sonó el timbre de la calle, que se había roto dos veces más después que lo arregló el electricista insultado por Dolly y corrí a abrir con el pecho rocosamente cerrado.
-Te conseguí hasta un inhalador de garganta -anunció mi hija, que traía a Varinia dormida en brazos.
-Fuimos a buscar a la peque a un cumpleaños pero se nos quedó chanta apenas subió al auto -informó mi yerno, que es una de esas incanjeables personas que se alegran de oreja a oreja cuando ven alegre al prójimo.
Fue la primera y última vez que mi nieta entró en el Cuartel artiguista, por lo menos hasta hoy.
Y mientras Paloma me explicaba cómo debía combinar las inhalaciones preventivas con las atajadoras me acordé de la noche cuando tuvo que internarse con una dilatación seismesina y Candela me prohibió ir al sanatorio y yo me quedé ofreciéndole a la Virgen mi vida por la de Varinia.
Estas cosas a veces las cuento en público y hacen que bastante gente me zampe carcajadas divertidísimas en la jeta y después me pida disculpas con un cariño bobo.
El milagro fue que al otro día del susto una doctora le aseguró a Paloma que la dilatación había sido diagnosticada por error, incomprensiblemente.
-Tata -abrió de golpe una insondable sonrisa azul Varinia, estrellando el Cuartel.
Y el mundo volvió al cauce.
24 / PRÓSTATA
Durante el cumpleaños de mi nieta empecé a sentir que la sirena permanente que tengo en el oído izquierdo se amplificaba como en un simulacro de bombardeo y le pedí a una prima que me llevara a tomarme la presión al SUAT.
A Candela y a Paloma les importó un carajo.
Esta vez era un pico de baja presión, porque el vecino médico se había asustado tanto con mi 18 / 14 que me hizo embuchar dos pastillas juntas y me recomendó que tomara otra al levantarme el domingo.
Y ese mismo domingo la chamaca me anunció que ahora era ella la que se iba a mudar al Espanto y llegué a rogarle arrodillado que nos divorciáramos de una vez y vendiéramos el apartamento, pero que no me dejara tirado allí.
No hubo manera: al otro día ya durmió en lo de mi hija y durante la semana contrató un flete para mudar lo imprescindible.
El lunes tuve que dar clases en la Escuela y cuando apareció Kiwi con un aplique rojizo en la melena supe que ya había cambiado de pareja.
La metí en una pieza para despedirme y le abracé un esqueleto decidido a repeler para siempre al machaje.
Al rato llegó una flaca con ojos de carancho y mi ex-novia se la presentó a Zen como una modelo amiga de las hermanas y le pidió permiso para hacerle una sesión fotográfica.
Lo que quería decir que la nena no había aprendido a mover tan maravillosamente la lengua comiendo helados, y que yo fui nada más que su primera pareja masculina.
Después comprobé por facebook que se había enganchado con la flaca carroñera en la mismísima fiesta de cumpleaños que organizó el triángulo de hierro, porque la única muchacha con la que posó aparte fue con la modelo.
Ay amor que se fue por el aire!
Los exámenes me dieron todos bien, con excepción de un agrandamiento de la próstata que podía estar denunciando una tumoración.
El viernes me tenían que practicar un tacto rectal y le pedí a la Virgen Milagrosa que me arrancara de una vez de este mundo.
En el mismo portarretratos estaban los ojos de Varinia y le expliqué que su abuelo iba a ser mucho mejor para ella cuando ni siquiera llegara a recordarme en aquel nebuloso salón paradisíaco donde festejó sus dos años.
Una melaza sentimentaloide robada a un gran tango-bolero.
El urólogo me destrozó la tripa con un dedazo y diagnosticó que no tenía tumoración maligna ni benigna.
Lástima que se olvidó de preguntarme cómo andaba de la presión y aquella noche alcanzó con tomar una pastillita verde para desmayarme en el baño y destrozarme la cabeza contra el duchero.
Y después que mi salvación fue considerada unánimemente como un milagro entendí que la Virgen se especializa en prolongarles la vida a los cobardes.
25 / GOTERAS
Me levanté de un salto al final de una pesadilla donde empezaban a hundirme a martillazos la manzana podrida que tenía clavada entre los riñones y al llegar corriendo a la cocina descubrí tres goteras reventando contra el piso y la mesada.
El bombardeo sufrido por mi cuartel cucarachiento recién había llegado a formar algunos charcos y después de fregarlos coloqué el balde y dos ollas forradas con trapos, sin pensar nada más que en lavarme la cara y los dientes lo antes posible y correr a llamar a la vecina.
¿Y tu nieta? ¡Mal año, tienes abuelo!
-Ah, este año te tocó a vos -aplaudió Dolly, sin el menor apuro por taparse el sutien con las solapas de la bata floreada. -Yo estoy despierta hace horas.
-¿Vos ya tuviste goteras?
-Sí, mijo. Varias veces. A los muchachos que alquilan arriba se les rompen los caños y hay que llamar al dueño para que mande un plomero. Acabo de recibir un mail que me dejó infartada. ¿Conocés el Cristo Sindónico que esculpieron en la Universidad de Córdoba?
-No -empecé a sentir que el hielo que sudaba era sangre.
-Vení. Fijate lo que es esto: una escultura basada en los manchones de la sábana santa y asesorada por un grupo de científicos.
Y entonces la seguí hasta la computadora sintiendo que me importaban mucho más las filtraciones de mi cuartel que las hemorragias de Cristo.
-Pa -murmuré. -Se ve clarito que fue en esta figura que se basó Mel Gibson para hacer La pasión.
-Y vos te desesperás porque se te chorrea el rancho.
Eso me hizo prensarme los ojos como si fuera a llorar y ella me miliqueó con un aliento horrible:
-Teatro aquí no, poeta. Ya tengo un ex-marido.
-Andá a la puta que te parió.
-Y maltrato tampoco. Me volvés a insultar y llamo al 211 y terminás en la comisaría. A mi ex-marido ya lo mandé dos veces.
Y cuando me di vuelta para irme con la sirena del oído enloquecida me pialó cancherísimamente desde atrás:
-Esperate que te doy el teléfono del dueño del apartamento o se te va a inundar. Mirá que el plomero a veces demora días en venir. Pero antes quiero mostrarte una galaxia que preparé mientras amanecía.
Y me hizo pasar a un cuarto para mostrarme el vestidito de comunión extendido sobre una cama grande y rodeado por un tembladeral de velas.
Pensé en el alma de Gregorio Samsa.
-¿Te gusta?
-Cómo no va a gustarme.
-Y sin embargo Mati no quiere usarlo más que para lucirse.
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