LA CONSTRUCCIÓN DE LA TERNURA
por Hugo Giovanetti Viola
HORACIO HERRERA (Uruguay, 1976) acaba de ganar una mención especial en la muestra colectiva ARTE PUNTA 2013, que se realizó en el hotel Conrad a mediados de enero. Las obras que expuso fueron cinco “abstractos digitales” obtenidos a través de reproducciones impresas y multiplicadoras de un diseño primigenio que permanece archivado en el ordenador, como sucede con las planchas originales de los grabados.
En este caso, sin embargo, se plantea una variante clarificada por el autor en una reciente entrevista aparecida en elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com, donde puntualiza que en sus obras “el original no sólo es el archivo o la plancha creados, sino que las impresiones obtenidas son originales, y es muy importante certificar qué número de original corresponde a cada impresión y cuántas hay en total; por lo general el artista lo hace en algún sector de la obra que considere apropiado, firmándolo nuevamente. Hay que ser muy cuidadoso con el archivo digital para que no se puedan hacer reproducciones no certificadas. Y para seguir con el paralelismo con el grabado, recordemos que algunos artistas llegaban a destruir la plancha original luego de haber obtenido la cantidad de impresiones que querían” (subrayamos nosotros).
Vale la pena, además, recorrer su website (http://horacioherreraulibar.wix.com/arte) para constatar que Herrera ha trabajado con depurada solvencia las texturas del óleo, el acrílico y el grafito aplicadas a composiciones tradicionalmente figurativas, antes de desembocar en esta nueva etapa de las abstracciones digitales.
Y el haberse iniciado transitando etapa por etapa el proceso vivido por la expresión plástica occidental a partir de las vanguardias post-impresionistas, demuestra que este salto dado hacia la “no figuración” casi total no fue una zambullida oportunista o cómoda como las que practican algunos exitistas que ni siquiera se molestan en aprender a dibujar.
Se trata, como lo explica Herrera en la entrevista recién citada, “de una evolución que lleva ya unos años; desde 2007 me empecé a adentrar en la composición abstracta y de a poco fui incorporando o probando nuevas cosas en esa búsqueda de una obra personal, con la que yo mismo me sintiera identificado. Esas cosas -que hasta el momento no había hecho- me hacían sentir más libre y menos encasillado en conceptos ya establecidos: los formatos se fueron haciendo más grandes porque el mismo trabajo lo iba pidiendo, y también me atreví a poner colores más jugados creando a veces composiciones muy chocantes, en fin, cada vez con mayor libertad. Claro que en el proceso había también trabajos que luego de analizarlos no caminaban por diferentes motivos, pero había otros que me daban la pauta de que valía la pena seguir buscando por ese camino. Creo que la abstracción te abre muchas posibilidades, aunque también te limita en cierto sentido ya que te expone más al caos. Pero dentro de ese panorama tan transitado uno siente un especial interés por seguir investigando”.
Ternura versus Caos y redención unitiva
Trataremos de establecer pautas generales acerca de esta nueva fase de la producción de Horacio Herrera, analizando uno de las cinco obras expuestas en ARTE-PUNTA 2013: el Abstracto 270 (que figura en la Serie 3 de su website), al que nos tomaremos la libertad de rebautizar como Construcción de la ternura.
Colorísticamente, lo que sobresale como impronta vertebral es un contrapunto (más que un choque) entre formas blancas y negras puras, sobre un fondo de atmósferas también planas pero apagadas y hasta collageadas con fragmentos de textos de distintos tamaños y una nula incidencia lingüístico-verbal. Tampoco los pozzuolis, ocres opacos y verdes aguados que integran el trasfondo de la contraposición básica, pesan con la contundencia de un mensaje arquetípico sino epocal.
A nuestro entender, solamente uno de los planos blancos centrales (el del flanco derecho) se acerca a una significación figurativa humana, logoica, fálica, impoluta y orante.
El retorcimiento ascendente que lo enfrenta (pero no confrontándolo, sino más bien completándolo o emparejándolo, aunque notoriamente subordinado en su rol de impacto) irradia, en cambio, una figuración que podría representar a cualquier animalidad visceral o impulsividad orgánica primaria.
Pero no deja de sumarse a la lucha de preeminencia y posterior religamiento que los presenta preponderantes frente a los dos amenazadores flancos negros de la obra (y uno de ellos parece tener ojos) que no logran conquistar el centro -o también podríamos llamarlo el corazón expresivo- del cuadro, aunque aportan la imprescindible profundidad de los abismos.
Personalmente, hemos dialogado semanas con este Abstracto 270 y terminamos sintiéndonos completamente peinados o sosegados por esta costosísima construcción de la ternura que metaforiza Herrera.
Y realmente respiramos una preciosa contención heroica de la vida caótica.
La contraconquista del barroco americano
Irlemar Chiampi, en su prólogo La expresión americana de José Lezama Lima -uno de los pensadores más clarividentemente poéticos del siglo XX- señala que la estética barroca es la que mejor le cuadra al americano paradigmático. “Con el Señor Barroco comienza el diálogo con el espacio gnóstico y la contemplación del Renacimiento español en América (después del Renacimiento, dice Lezama, ‘la historia de España pasó a América’). De ahí que el barroco figure en la fábula de nuestro devenir como un auténtico comienzo y no como un origen, puesto que es una forma que re-nace para generar el hecho americano”.
Y esto puede aplicarse perfectamente al rabioso pero originalísimo claroscuro planteado por Herrera, que ha estudiado y digerido mucha pintura y se ha empapado de la sistematicidad metafórica post-tridentina y casi en su totalidad contrarreformista, desde los venecianos hasta Rembrandt, para encarar su propio contrapunto de ascensión y tensión liberadora.
Chiampi es radicalmente claro en la valoración de esta contraconquista: “La tensión (si interpretamos la red de imágenes de Lezama) es una suerte de marca formal del arte barroco americano, que en vez de acumular, como el barroco europeo, o yuxtaponer los elementos dispares los combina para alcanzar la ‘forma unitiva’”.
En Construcción de la ternura asistimos, precisamente, al embrujo de un entorno suavizante de riqueza selvática (hay varias colgaduras parecidas a tallos o lianas incrustadas en el azabache aplastador como hilachas de Gracia) que redondean un impulso transcultural hacia la trascendencia y el “festejo de las estructuras cósmicas”, como lo señala el propio artista al conceptualizar los ejes de su estética.
Y aquí fulge también su parentesco de sangre con nuestro primer Capitán del Vuelo reverenciado continentalmente: el divino Julio, orfebre y alquimista fundador de una Torre de los Panoramas a la que todavía casi nadie presta atención en la Toldería de Tontovideo. Porque Julio Herrera y Reissig, muerto ya hace más de un siglo, fue el primer americano que logró que la escatología autodestructiva (o “plutónica”, diría Lezama Lima) quedara integrada proféticamente a un paisaje prometido -el del Nuevo Mundo o el del Hombre Nuevo- donde, como quería Jung, la conciencia embotada de la modernidad se tendrá que atrever a celebrar la imprescindible y redentora boda con la interioridad sombría pero sagrada.
Lo que también demuestra la influencia de la voluntad artística torresgarciana que Horacio Herrera absorbió en el principio de su formación plástica, aunque su lenguaje pueda parecer totalmente desligado del universalismo constructivo.
Pero no es así. Porque al igual que Gurvich, Herrera necesitó fundar una personalísima digestión armonizante para quedar realmente conectado a la propuesta de la América fálica (y hasta reconstructora del mapamundi) emergida de la Escuela del Sur.
LA ESTABILIDAD ESTRUCTURAL QUE DEFINE A LA BUENA PINTURA
por Lola Fernández Sánchez
En primer lugar, debo aclarar que, más acá o más allá del “lenguaje análitico” con el que tratemos de “relatar” lo que vemos en un cuadro, lo que finalmente termina importando y valiendo de verdad es la primera impresión del espectador. Y a mí este abstracto digital de Horacio Herrera me encanta.
Lo primero que podríamos destacar es una preocupación por el ritmo, o sea que el autor "ritmea" claramente con el color negro y logra encerrar la obra con dos formas-planos en negro, cosa que le da una fuerza sensitiva y estructural de buen conocimiento de lo que hace...
También anda el negro haciendo su función de ritmo en el centro. Esto me sugiere además una estructura propia pero estructura al fin. Las formas azules y ocres respaldan la jugada del crecimiento del cuadro en el plano... Y con el blanco aparece la luz de los abstractos, la luminosidad que arma todo y levanta los negros por contraste, y otros filamentos del blanco que ayudan a la integración total.
Para mí es un cuadro que, desde el punto de vista estrictamente plástico, cumple con muchísimos ÓRDENES VISUALES y desde mi modesto ojo es una obra con unidad, porque al apoyarse en estos conceptos gráficos de visualización no hay obra que se despeñe....
La imagen final de una obra no es "verdurita", pero lo principal es la construcción del Bicho, porque va dirigida a los ojos de cualquiera y le da estabilidad, aunque el espectador no sepa un pepino o sienta que “no le gusta”, etc. etc.
Los “críticos” del establishment, en cambio, se sienten en general como obligados a explicar el cuadro desde el sentir emocional que suponen que tiene el artista: son fabuladores embretados en una "profesión " que empieza por partir de la concepción de la pintura como algo lleno de literalidad. Y eso significa irse al lado opuesto de la cosa y desembocar en el infierno.
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