PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN ALEMANA
por C. G. JUNG
Mi difunto amigo Richard Wilhelm, coautor de este libro, me envió el texto de El Secreto de la Flor de Oro en un momento que era problemático para mi propia labor. Desde el año 1913 estaba yo ocupado en la investigación de los procesos de lo inconsciente colectivo, y había llegado a resultados que me parecían cuestionables en más de un aspecto. No sólo se hallaban mucho más allá de todo lo que era conocido a la psicología "académica", sino que también sobrepasaban los límites de la psicología médica, puramente personalista.
Se trataba de una extensa fenomenología, a la que no se podía aplicar más las categorías y métodos hasta aquí conocidos. Mis resultados, que se basaban en quince años de esfuerzos, parecían estar en el aire, no ofreciéndose en parte alguna una posibilidad de comparación. No me era conocido ningún campo de la experiencia humana en el que mis resultados hubieran podido apoyarse con algo de seguridad. Las únicas analogías, por cierto muy remotas en lo temporal, que me eran conocidas, las encontré dispersas en las exposiciones de la heresiología.
Esa relación no aligeró de ninguna manera mi tarea sino que, por el contrario, la dificultó, pues los sistemas gnósticos sólo en pequeña parte consisten en experiencias inmediatas del alma, siendo la mayoría elaboraciones especulativas y sistematizantes. Puesto que poseemos muy pocos textos detallados, y la mayoría de los conocidos deriva de las exposiciones de los adversarios cristianos, tenemos en consecuencia un conocimiento en el mejor de los casos insuficiente tanto de la historia como del contenido de esa literatura extraña, confusa y difícilmente abarcable. Tomar contacto con ese campo me pareció también extremadamente osado, considerando la circunstancia de que un lapso no menor de 1.700 a 1.800 años separa al presente de ese pasado. Además, las relaciones eran en parte de naturaleza secundaria y dejaban en lo principal mismo lagunas que me imposibilitaban la aplicación del material gnóstico.
De esa dificultad me ayudó a salir el texto que Wilhelm me envió. Contenía justamente aquellos fragmentos que yo había en vano buscado en los gnósticos. De manera que el texto me proveyó con la bienvenida oportunidad de poder publicar, al menos en forma provisoria, algunos resultados esenciales de mis investigaciones. En aquel tiempo me pareció sin importancia que El Secreto de la Flor de Oro no sólo es un texto taoísta del yoga chino, sino al mismo tiempo también un tratado alquímico. Un estudio complementario, ahondado, de los tratados en latín, me ha sacado empero del error, y señalado que el carácter alquímico del texto es de esencial significación.
Por cierto no es éste el lugar para entrar con mayor amplitud en este asunto. Sólo debe destacarse que fue el texto de la Flor de Oro el que primero me ayudó a encontrar la pista correcta. Pues en la alquimia medieval tenemos el lazo de unión largamente buscado entre la gnosis y los procesos de lo inconsciente colectivo que observamos en los hombres de hoy en día. (El lector hallará mayor información al respecto en dos disertaciones que he publicado en el Eranos-Jahrbuch, 1936 y 1937.)
No quisiera, en esta oportunidad, dejar de llamar la atención sobre ciertos malos entendidos que se han dado incluso entre los lectores cultos de este libro. Repetidas veces ha acaecido que se opine que el objeto de su publicación sea poner en manos del público un método para alcanzar la beatitud. En consecuencia, tales personas han tratado -en el más completo desconocimiento de lo que digo en mi comentario- de imitar el "método" del texto chino. ¡Esperemos que sean sólo los menos tales representantes de los bajos niveles del espíritu!
Otro malentendido estriba en la opinión que surgió de que yo había, con mi comentario, descrito en cierta manera mi método terapéutico, el cual consistiría según ella en sugerir a mis pacientes, a efectos de la cura, concepciones orientales. No creo que mediante mi comentario haya dado motivo para una superstición parecida. En todo caso, tal opinión es enteramente errónea, y basada en la interpretación ampliamente extendida de que la psicología es una invención con un fin determinado y no una ciencia empírica. A esa categoría pertenece también la opinión, tan superficial como nada inteligente, de que la idea de lo consciente colectivo es "metafísica". Se trata de un concepto empírico, que sin más comprende todo aquel que lee con algo de atención.
He agregado a la segunda edición el discurso que pronunciara yo en la rememoración de Richard Wilhelm el 10 de mayo de 1930. Éste ya está publicado en la primera edición inglesa, de 1931 (The Secret of the Golden Flower, Kegan Paul, Trench, Trubner and Co., London, 1931).
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