ESPERANZANDO
H.G.V.
El viernes 5 de octubre se realizó la primera exposición plástica de Washington Carrasco, un cantautor que no necesita presentaciones y que venía pintando -según él mismo lo confiesa en el catálogo de la muestra realizada en el Patronato de la Cultura Galega- desde su muy temprana adolescencia.
La muestra se titula Ocultas y cuenta con la curaduría de Nelly Segovia, que define a estas obras como una “pintura expresionista de paleta baja, caracterizada por el sutil uso de la espátula, en construcción de abigarradas y armoniosas formas. Laberintos de luz donde la abstracción deja filtrar una tenue composición ortogonal equilibrando la composición, dando a conocer una técnica propia y en ella, desafiándonos a descifrar, desentrañar, su mundo interior de símbolos, formas y color”.
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¿Qué recuerdos tenés de Güiscardo Améndola, excelente plástico con quien empezaste tu formación y cuyo rostro se ha vuelto un ícono por haber sido el modelo de Manuel Espínola Gómez para su serie Los Gordos?
Recuerdo la emoción que me causó la primera vez que vi el cuadro de Espínola Gómez con el rostro de Güiscardo Améndola -casualmente, era el lado izquierdo de su rostro el que yo lo observaba cuando me daba las indicaciones. Yo estaba detrás del escritorio y él me hacia los comentarios y las correcciones pertinentes mientras yo iba descubriendo lo que hacía permanentemente durante las clases, que eran dibujos con su “lapicera fuente”: no cesaba de hacer rayas diminutas, creando formas que supongo que después serían cuadros. Yo tenia 12 o 13 años y recuerdo a Güiscardo con mucho cariño, era un tipo afable, sentado en su escritorio fumando, dibujando con su “lapicera fuente” y enseñándonos a mezclar los colores (nada menos); nos hacía partir de un color y descubrir todas las posibilidades de transformación que tenía según el color con que se mezclara, nos hacía dividir las hojas de garbanzo en franjas y en cada franja la magia aparecía, qué lindos recuerdos. Era un hombre al que me gustaría tener de amigo ahora, en este tiempo. Hoy pienso que fue él me enseñó la forma de encarar un trabajo, porque yo hiero la tela sin premeditación, la ataco con un color y de allí fluye la imaginación.
Jorge Abbondanza destaca, en el catálogo de Ocultas, una particular característica de tu trabajo plástico, al que cataloga como intencionadamente “limítrofe” entre la figuración y la abstracción, sin imponerle “lecturas cerradas” al contemplador. Torres-García escribió un ensayo titulado La recuperación del objeto. ¿Podría hablarse, en tu caso, de una propuesta de recuperación del paisaje interno del hombre imbricado en las atmósferas colectivas?
Antes que nada, permitime extenderle un agradecimiento especial a este gran artista, critico y periodista que es Jorge Abbondanza. Él fue uno de los principales amigos que me empujó a despojarme de mis dudas “ocultas” sobre la eventual presentación en público de mis trabajos plásticos.
En cuanto a tu pregunta: sí, trato de recuperar emociones personales y colectivas, también paisajes, formas y elementos que he recogido a lo largo de la vida. Eso es lo que trato de hacer de la mejor forma posible. Y si bien hay límites entre lo “reconocible” y lo abstracto, esta ambigüedad surge planteada por la propia frescura de la “irrupción estética” y no interfiere ante el ojo observador; todo lo contrario, pues son puntos de referencia para invadir otras profundidades.
La mayor parte de tus obras están casi saturadas por un abigarramiento que evoca el último período de Gurvich, y sin embargo, no presentan el aspecto de una correntada serial. Cada cuadro presenta una estructura y una atmósfera propias, así como la utilización de técnicas delicadamente mixtas. ¿Influyó en eso tu largo oficio de construir y colorear cada canción para lograr plasmar unidades diferenciadas?
Sí, creo que mi pintura está muy emparentada con la forma que tengo de ver la música, donde trabajás buscando una especial unidad entre la poesía, las melodías, los acordes, los ritmos, los silencios y el canto. También un cuadro tiene que tener su configuración propia y allí el rol de la poesía lo cumplen los colores y su mezcla. Ellos son los que te dan (nada menos) la posibilidad de expresar y destacar tu sentir, tus diferentes visiones, alegrías y angustias. Por eso un cuadro adquiere en cierta forma la estructura de un poema musicalizado, buscando siempre sus “facciones” internas. Y, al igual que en la música, trato de que cada cuadro mantenga su personalidad y se diferencie incanjeablemente de los demás.
Recuerdo que una vez me pediste que te escribiera un texto que se llamara Esperanzando, que a la vez sería el título de tu próximo disco. ¿No pensás que este tesoro de impresiones, sueños, frustraciones y deseos ocultos (según lo definís en el catálogo), que se entrelazan en la muestra Ocultas recoge aquella voluntad de vivir esperanzando, más acá o más allá de cualquier cerrazón sofocadora?
Si no vivimos con la esperanza, qué nos quedaría. Antes, otras eran las esperanzas, hoy se han cumplido muchas de “aquellas”, pero el hombre (por suerte) siempre quiere más, entonces, seguimos esperanzando con nuevas utopias.
Y ahora soy yo, hoy, el que te pregunto ... Hugo, hiciste la canción?
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