viernes

YO EL PROTECTOR / MEMORIAL PERSONAL DE PEPE ARTIGAS (todos los martes)





DECIMOCTAVA ENTREGA (CAPÍTULOS 20 AL 24 DE TRES)


20 / YATEBÚ

El Dictador casi enloqueció del todo con el garrapaterío muchos años después, cuando el vacaje fue sacrificado en piras que no sirvieron pa impedir que los bichos se deslizaran al pasto y volvieran a sucubar a la carne inocente.

Porque las yatebú son piores que los caranchos.

A nosotros la peste nos dejó con muy poquitas bestias, aunque ya a partir del 30 la cué empezó a estragarse como mi vieja Liga.

Las hermanas de Clara llegaron en goleta una semana antes del aniversario acompañadas por una amiga pianista que también tocaba el arpa, y ofrecieron una tertulia que alucinó a la villa.

Lástima que las ninfas pervirtieron a tal punto los baños que Toubé volvió a perder los estribos y una tarde fizo meneo espumoso del pijo y terminaron trasladándolo de por vida a Yhacaguazú.

Y tras la ocasión soñé que el mulato era un jabalí que graseaba sus colmillos con alones de niña.

Pero lo sumo triste fue que la pesadilla finalizaba con mi Bilú azotada en el aposento de la verdad, y mientras el fiel de fechos gritaba que era prohibido el color del espíritu a ella la amorató una infinita agonía.

Ya no pude dormir y me despatarré junto con el perro en la trinchera a fumar esperando lo que intuía sería una especie de bando de jusilamiento.

El palomón ceñudo llegó recién al alba.

Y Clara me abandonó con palabras goteantes:

No lo resisto más, compañero del reino. Porque el miedo ya ni siquiera me permite ser feliz. Y ayer soñé que una de las estacas que no me dejaban liberarme de esta tierra maldita eras vos. Nuestro lance fue hermoso y necesario. Me gustaría seguir trabajando en la cué y asistirte.

Y como lo único que ardía sobre la brasa de mi naco era Venus me despedí garabateándole un jaikú sosegado:

Tu Inmaculada / nos cazó y mansamente / se hizo lucero.

A lo que ella contestó:

Sos un hombre de verdad.

Y el día posterior a su aniversario Clara vino a la chácara acompañada por la pianista con perfil de carancho.

Y caté que la yatebú infiltrada en Curuguaty por las belguitas había logrado sucubarle, en menos de una semana, el color del espíritu.

Pesadilla no miente.

Mi Bilú trocó hasta su tintura por una irradiación de pajonal luctuoso.

Ay, carne tumefacta y pensamiento inmundo, madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño del Amor que reparte coronas de alegría.

Otra bala de cañón en el pecho de Pepe.

¿Cómo pudo amar tanto y sucumbir tan rápido?


21 / ARMISTICIO


La novia de Clara también tenía ascendencia belga y se quedó un mes junto con las hermanas en San Isidro, aunque después del escándalo que enloqueció a Toubé ya se bañaban menos.

Y aquella ama de llaves que llegó a llamarme Esposo y ahora apenas me hablaba, ya no era mi Bilú.

Yo leía mucho a Caracciolo y pensaba que los filósofos uropeos que no compriendían que nuestro verdadero tesoro es la palpación en el uno mismo de esa humedá projunda regalada por los perros o los caballos encariñados, eran gente podrida.

Los indios y los negros saben de iso en pirfición.

Y Jesús taba loco por enseñar lo cuerdo.

Clara esperó que sus hermanas y su efímera yatebú volvieran a Asunción para darme la noticia de que esperaba un niño y me propuso el peor de los armisticios que sufrí en mi puta vida.

Lo que es mucho decir.

Pretendía que yo lo adoptara y urdiéramos que el crío era produto de un ultraje consumado por Toubé antes de su expulsión.

Porque quise mucho y no me han querido. Por eso canto tan triste, por eso.

Ya no ricuerdo si fue Pérez Castellano o Garafales quien me contó que la pestífera incredulidá dotoral tejió una engañifa digna de la Gran Logia a propósito de la Virgo María.

Decían que Ella había sido desflorada por el centurión romano Pantera de camino a la Fonte.

Por lo que al Hijo le llamaban el Josua ben Pantera o algo así de ridículo.

¿Y los que creemos en el Espíritu somos todos tarados?

Y a pesar de que nunca sabré cómo hizo Clara para mentir tan pérfido hallo que a Juan Simeón lo único que le importa es la cosa de su Padre.

Las sapas de otro pozo matan por enfermedá incubada contra la fe y el único remedio que existe pa la desesperanza es el yuyo del perdón.

Pero el día que armisticiamos ella volvió a la villa y yo quedé panza arriba en la trinchera y de golpe me rodearon Ansina y Charrúa y el Morito, todos llenos de pan en los ojos.

Y el negro, que conocía en confianza el romance con la infanta y era tremendo bicho pa catar entresijos, reflexionó dulzón que en el fondo de este amor había venganza encerrada contra el diablesco tío-abuelo Gómez.

Lo asombroso es que la Bilú y la sapa hayan existido juntas en la misma criatura para que al General de los Jodidos se le abriera por lo menos una hornacina milagrosa en el pulmón derecho.

Si uno fuera a llorar cuando termina / no alcanzaran las lágrimas a tanto. / Nuestras horas de amor casi divinas / es mejor despedirlas con un canto.

Juan Simeón me conoce.


22 / GRILLOS


Yo nunca fui un Señor que Resplandece.

Y cuando pierdo a la pandorga todavía me caliento igual que de gurí en las tenidas del Hacha, porque hay que pagar prenda.

Pero hoy, hoy, hoy, puede fusilarte hasta la Cruz Roja, nene. En esta vieja cultura frita.

Al nacer Juan Simeón me rendí a la ternura y Clara me espantó como a un tábano, pidiéndome que de allí en adelante hiciera de cuenta que ella ya no existía.

Todos los que me consideraron un Oweráva Karaí vieron un pedacito de la projundidá de Jesús soñando con armar reino en la pobrísima América.

Y al Hijo se lo adora o se lo mata.

Por eso en el 40, cuando reventó el Viborón y vinieron a prenderme mientras araba en la mísera cué que nos iba quedando, supe que era la Vida la que llegaba a pasarme la cuenta.

Me dejaron ponerme la camisa que usaba pa ir a misa y me dejé engrillar pidiéndole a Nuestra Madre de Misericordia que me enterrara presto en el lomo del cobalto.

Y te jodiste, bandido.

Porque eso es ser cobarde.

Tonce me acordé que Clara sentía culpabilidá por haberse alegrado cuando murió el tío-abuelo y supe que hice algo venerable en la vida: violarle la ceguera a los rotos de espíritu.

Te tenemos allí, abandonado allí, preso como un animal, como un animal feroz. Así las cosas, ¿la fiera más fiera dónde está?

Y se me fue pegando la camisa a los güesos y llegué a escupir dos dientes mordiendo caburé embichado y el Padre me mandó sudar todo.

Ahí estaba la prenda.

Pasé sepetenta días sudando el odio de la humanidá y cuando me vinieron a descadenar con respeto de domadores se me enrollaba el pelo igualito que una sábana.

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas / con su limosna de alivio a mi tormento / todo es mentira / mentira es el lamento / hoy está solo mi corazón.

Y es muy bueno que el corazón esté solo, muchachos.

Con el tiempo supe que a França le ultrajaron el ataúd pa que las víboras del río le chuparan los huesos.

Y bendije a mis grillos.

Durante el encierro me acordé mucho de María Escolástica, mi hija más ocultada, y supe que ella siempre me amó con una luz sin tiempo.

Agradezco la participación de todos / los que colaboraron con esta melodía. / Se debe subrayar la importante tarea / de los perseguidores de cualquier nacimiento. / Si alguien que me escucha se viera retratado / sépase qué se hace con ese destino. / Cualquier reclamación que sea sin membretes / buenas noches amigos y enemigos.

Y mi odio se hizo bosta.

Sudé lindo, carajo.


23 / SORBETE

Frutos me hace ulular el gargajal con mordeduras cada vez más rajosas.

Menos mal que estas insosegaciones ya son la última ka’a y sé que va lloverme tierra leve, Señor.

Si hallo que hasta el glirtodonte fizo milagrería cuando en el 39 retuvo la misiva que me mandó el pardejón refregándome sus lutos por la suspirada patria, como papagayeaba Josef María.

Y me cago en Bernabé, que debió haber reventado junto con Artiguiñas en las mazmorras de Cobras antes de enmedallarse trapaleando a mis tribus.

Pero lo pagó oscuro.

Todo arde en su lugar.

El día que me dejaron salir hecho un gancho monstroso del cuartel me abracé con Ansina en la plaza y vi llegar corriendo a mi Juan Simeón, que ya era un mozalbete y me escrutó mojadamente las pústulas de las patas.

Clara apareció enseguida, con su tía-abuela y una de las trigueñas del coro que la solían mimar.

Bebían sorbetes, y recién me di cuenta que ella se había adiestrado desde la parvulez en aquel lengüeteo que me lavó la vida.

No me lanzó ni un gesto.

Y ahora el Mboriajhú Rú fue trasladado y alimentado en su cué ya muy magra por la indiada indigente.

Por entre mis propios dientes salgo humeando, / dando voces, pujando / bajándome los pantalones… / Vaca mi estómago, vaca mi yeyuno / la miseria me saca por entre mis propios dientes, / cogido con un palito por el puño de la camisa.

Una piedra en qué sentarme / ¿no habrá ahora para mí? / Aun aquella piedra en que tropieza la mujer que me ha dado a luz, / la madre del cordero, la causa, la raíz, / ¿ésa no habrá ahora para mí? / ¡Siquiera aquella otra, / que ha pasado agachándose por mi alma! / Siquiera / la calcárida a la mala (humilde océano) / o la que ya no sirve ni para ser tirada contra el hombre / ¡ésa dádmela ahora para mí!

Siquiera la que hallaren atravesada y sola en un insulto, / ¡ésa dádmela ahora para mí! / Siquiera la torcida y coronada, en que resuena / solamente una vez el andar de las rectas conciencias, / o, al menos, esa otra, que arrojada en digna curva, / va a caer por sí misma, / en profesión de entraña verdadera, / ¡ésa dádmela ahora para mí! / ¿Un pedazo de pan, tampoco habrá para mí?

Ya no más he de ser lo que siempre he de ser, / pero dadme / una piedra en que sentarme, / pero dadme / por favor, un pedazo de pan en que sentarme / pero dadme / en español, / algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse / y después me iré…

Hallo una extraña forma, está muy rota / y sucia mi camisa / y ya no tengo nada, esto es horrendo.

Por lo menos el odio lo sudé.


24 / VIAJE


Hoy no quiero estar aquí.

Mi alma me envía palomas con mensajes en blanco y una gotera pútrida me masca la costilla.

Mozart calla en olvido.

Cuando los Cónsules del nuevo gobierno me otorgaron libertá pa volver a la Banda agradecí duplicadamente y era indino explicar que un esclavo de la grandeza nunca arde en gratia plena si en su terreiro yela la incomprensión.

¿Qué me importa besar el librito constitucional si no entienden que ser de acero es contemplar en oro nuestro Espíritu agónico?

Allá vaciaron la cosa.

¿Qué espolearán mañana los vates valerosos?

Nuestra tragedia hoy es un miedo físico general y universalizado, tan resignadamente padecido hasta ahora que a duras penas lo podemos soportar. Ya no hay problemas del espíritu. Hay apenas la pregunta: ¿cuándo seré aniquilado? Por este motivo, el joven hombre o mujer que escribe actualmente ha olvidado los problemas del corazón humano en conflicto consigo mismo, único asunto que puede producir buenos escritos porque es lo único sobre lo cual vale la pena escribir, lo único que amerita la agonía y el esfuerzo.

Debe aprenderlos nuevamente. Debe enseñarse a sí mismo que lo más despreciable de todo es tener miedo, y una vez aprendido, olvidar el temor para siempre, sin dejar espacio en su taller para nada que no sean las eternas verdades y certezas del corazón, las viejas verdades universales sin las cuales cualquier relato es efímero y está condenado al fracaso -el amor y el honor y la misericordia y el orgullo y la compasión y el sacrificio. Mientras no lo haga, su obra se concibe bajo una maldición. Escribe no sobre el amor sino sobre la lujuria, sobre derrotas en las cuales nadie pierde nada de valor, sobre victorias sin esperanza y, aun peor, sin piedad o compasión. Su aflicción no se duele por cuestiones universales y no deja cicatrices. No escribe sobre el corazón sino sobre las glándulas.

Vos ya viajaste, Pepe.

Claro que muerto cualquier pelea.

Y mi último desafío consiste en resistir la espinación de las goteras que me achicharran la costilla celeste.

Cuánto cuesta decorarse con la dignidá de cimarrón escapado dende cachorro del chiquero, Señor.

Los que escriben la historia salen a mear al pasillo de la Casa de Comedias y la vida no es canto alabatorio ni altar con it sagrado.

Suena antigua / una música perfecta / y en el cielo temblorosas / lloran de amor las estrellas.

Hoy no quiero estar aquí.

Me hace ilusión volver a cabalgar con el tata Juan Antonio.

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