domingo

YO EL PROTECTOR / MEMORIAL PERSONAL DE PEPE ARTIGAS (todos los martes)


(En venta en librerías)





UNDÉCIMA ENTREGA (CAPÍTULOS 18 AL 22 DE DOS)


18 / PIRFICIÓN

Yo siempre supe que mi causa era santa porque me lo dijeron las estrellas.

Y a bailar, muchacho.

Cuando Álvarez Thomas se amotinó en Fontezuelas en aras a nuestra sublevación y Alvear fizo renuncia, me fié como un vejiga.

¿Pero para qué me servía una Asamblea Constituyente írrita mientras los insurgentes se lucían recamándome un argénteo sable inglés y fogateaban en la plaza la proclama donde el Gran Jedoroso me tildó de usurpador anarquista si el Presidente del nuevo Cabildo iba a ser Mamita Rondeau?

Vale, que ampulamos a la mona de seda pero Pepe se queda.

En su Banda piojosa, y así la democracia en harapos no nos infesta.

Pero cuando Blasito me trajo a Perrugorría a Purificación con vida garantida y lo fusilé declarándolo reo de lesa Patria y Traidor a la Libertad de los Pueblos, me porté como un déspota.

¿Y qué mierda iba a hacer? ¿Ordenar los paisajes? ¿Ordenar las imposturas mesiánicas urdidas bajo palio que luego son juramentos vacíos, que luego son pedazos de ilusiones y bocanadas de sangre?

San Ignacio de Loyola asesinó un pequeño conejo y sus labios todavía gimen por las torres de las iglesias.

No, no, no, no.

Yo denunciaba la conjura de aquellos perros del oro que tejían alfombras púrpuras para cagar su tinta en destrozando los programas trazados por natura.

Y lo cierto es que siempre me ofrecí a ser despedazado como el vacaje en los valles donde el Hum se embriagaba con pólvora.

¿Y qué me importa si hoy el Sistema que me birlaron luce federal pero sigue sometido a la voz de la ambición, carajo?

Quién pudiera morirse ahora mismo, Señor.

Hace un rato Juan Simeón y el Charrúa se asomaron entre el tulerío pa afelparme caridá y terminé por explicarle al muchacho que su nombre provino del sabio que vivía en Jerusalén y recibió noticia del Espíritu Santo que no moriría sin verle la cara al Salvador.

Y a Purificación la bautizamos así con Monterroso porque el 2 de febrero era el día de la Bienaventurada y me acordé de madre llorando en la hamaca.

Y enseguida recibimos visita del Tucho Arrieta, que contempló con plácemes la capital que inventamos pa estrategiár la Liga sin morar en chiqueros y churrasquiamos larguísimo y aprendí una carrada.

Porque cuando ya un tantico mamau le confesé al tartamudo que mi loca certeza de santidá pa la Patria provenía del murmullo estrellado él dijo que la pa-pa-pa-pa-labra pirfición también caía en el caso.

Y que después de la Revolución Francesa ya se empezó a decir mundialmente Naide es perfeto y vale, porque es mucho más cómodo.


19 / CHIQUERO

En nuestro chiquero portuario nunca se supo amar la belleza projunda y no sería extrañoso que algún genio de su desmadradísimo porvenir terminara por descostillarse en rebautizándolo Tontovideo.

Yo con ellos ni a misa.

Jamás podré saber si fue oportuno o chusco mandarles de Gobernador al Torgués, porque hubo pellizqueríos y tirrias como en botica. Y yo sabía que lidiar con aquel cajetillaje requería más de güevos que de cintura. Ta.

Aseguro que las contribuciones que más me hacen temblar son las impuestas por la miseria de misericordia.

Y había tanto húmero abrigado por el mero pellejo rodando a la intemperie.

Ma qué restos de res.

Pero a los servilones los desengañé presto no sólo mandando izar al amanecer una bandera simbolizadora de la grandeza republicana y la sangre derramada, sino haciéndole muda displicencia al nombramiento de Brigadier Real que me migajeó el Deseado.

Tate, tate, folloncico, que al Gobernador y Capitán General de los Orientales lo legitima el populi. ¿Qué se fizieron tus Juntas?

Lástima que la peluconería cabildante también pretendió honrarme y me tituló Patrono de la libertad de los pueblos, como si fuera un santo. Y de paso te follo.

También los desairé.

Y cuando los godos sinrazonaron amenazando con la invasión reconquistadora de Morillo aproveché pa remover al Torgués a la frontera y la Muy Fiel se tornó un gallinero y recularon hasta con el derrumbe de las murallas.

No se podía con ellos, y primero se quejaban de los envilecidos borrachines que apañaba mi primo pero como a la vez lo liaban con sutilezas quisieron retenerlo, hasta que osaron amotinarse y desobedecer un veto contributivo y mandé arriar a Purificación a Lucas Obes y sus pollos y los engrillé fiero.

Al chorizo Vázquez Franco, que se daba lustre adoctrinando una leyenda negra donde se me acusaba de haber papado moscas en Arerunguá, lo dejé cocinarse en su propia cagazón de tinta. Las sanguijuelas zonzas joden menos que un tábano.

Letrados de poca fe.

A Blasito le organicé un convite fúnebre imponiéndoles un día de piedad religiosa y dejé que Barreiro aderezara un cumplimento masónico. Pisani me enseñó que hay que bailar con ellos sin que te pisen demasiado o te roban el alma, lo mismo.

Y muchos son heroicos, aunque los hermanos mienten más de los que respiran.

Es un trozo parecido a abrazarse con las culebras, y a veces pagás carísimo.

En lo que se equivocó muy feo mi primo fue en apresar a un cuarteto arribista que cantaba una copla en burlándose de Ansina y de mí en la plaza.

La libertad es libre y los cerdos son cerdos.

Que emporquen todo lo que quieran y aprovechen el sacrificio de otros para ensalzarse un rato porque la historia sabe quien digna y sabe quien indigna.


20 / SANDÚ

El presbítero Dámaso Antonio Larrañaga siempre fue un hombre de sabiduría exquisita, aunque padecía incurablemente de gordura política.

Se arrodillaba fácil.

En junio del 14 me acuartelé en Sandú y me tocó bailar lindo recibiendo siete de mis traidores mandados por Buenos Aires, más dos misiones reconciliadoras.

Pepe el intransigidor.

A Larrañaga y a Reyna los delegó el chiquero después que me cabrié en serio y desistí en garantirles la seguridad, mientras que Pico y Rivarola arribaron por falucho portando una vergonzosa propuesta de Álvarez Thomas que contrarresté en seco.

Me refregaron por la trompa los millones gastados en el Sitio para no resarcirme la crapulosa expoliación alvearista.

En la vida hay que saber joderse de verdá y no hay tu tía.

El presbítero y Reyna vinieron con el hermano Pisani y los atendí precioso, con cubiertos y todo. Para vasos y servilletas no alcanzó el despilfarro, aunque les vino bien catar el espartanismo del Cuartel General.

Y los tres se me abalanzaron noticiándome la necesidá que había de una reforma de tierras en la campaña y les hubiese reventado el dienterío a bofetones.

Puta que demoraron en entender lo triste.

Y esa noche les nombré como Gobernador al que sería el primer Presidente del buñuelito mamarrachiento que ahora llaman República Oriental del Uruguay. Y date corte, Frutos.

A las almas de los charrúas que dizque masacraste en Salsipuedes no las vas a volver a ver jamás, porque seguramente ellos fueron al cielo.

Después Barreiro enzarzó a los visitantes en una conversa harto talenteadora sobre los proyectos de constitución que manejábamos y yo los socarronié de callado, nomás.

Me llevó años menjunjear los códigos confederados traducidos por García de la Serna hasta coser en forma los principios disparejísimos del 81, el 87 y hasta el 76 pa que Paine se ajustara a este relajo y ellos meta aderezarlos con floreos enmiendistas.

Pero el cura era bueno.

Es cierto que en el 16 acudió a lamberle la alfombra a Joao VI y antes nos echamos chispas porque yo quería independencia episcopal y él era al mismo tiempo artiguista y hermano de los jedorosos, pero piedá es piedá.

Bueno, y me furecí tanto con Pico y Rivarola que suspendimos el Congreso programado en Mercedes y esa misma mañana liberé a mis traidores declarando que no me consideraba verdugo de Buenos Aires.

Y ricuerdo letra por letra lo que anotó Larrañaga en su diario de viaje:

Nuestro héroe no es una fiera ni un facineroso, como lo habían pintado con negros colores sus émulos o envidiosos de su gloria.

Antes de irse le acerqué al coche unas urracas color lomo de estrellas que él miró como a niñas y dizque todavía las conserva, ya ciego, en paz sonriente.


21 / PURIFICACIÓN


Pido permiso, señores: este barro habla por mí.

Así le gustaba presentarse al trovero Celedonio Esteban Flores, que bajó con nosotros desde Paysandú cuando instalamos el Cuartel General en la meseta que queda cinco leguas al sur de Salto, frente al Hervidero.

En agosto del 14 izamos nuestra bandera en la toldería sagrada de Purificación.

Y en el rancho más grande de adobe crudo y paja reservado para la comandancia volví a soñarme como un árbol crecido hacia la Gran Morada para que alguien le acariciara las tristes canas verdes.

Por lo demás, ¿qué hacer?

¿Y qué dejar de hacer, que es lo peor? Sino vivir, sino llegar a ser lo que es uno entre millones de panes, entre miles de vinos, entre cientos de bocas, entre el sol y su rayo que es de luna y entre la misa, el pan, el vino y mi alma.

A veces pasábamos horas con mi pingo asomados al Urú en remolino pa contemplar los sinfines rojos de nuestra Liga.

Hoy no es un buen domingo, pero no pienso recibir el viático en la cama.

Ta: el apellido es Mozar. No, Mozart. Con una t a lo último. Y Clara sigue tocando todos los días como si me paleara una fosa de oro.

Y enseguida se formó una ciudá con iglesia y escuela y cárcel y hospital y tierras de labranza para los indios guaycurús y abipones. Del 15 al 18. Ya después que subieron los portugos evacuamos al Queguay y al final nos incendiaron hasta las fortificaciones, aunque en el 20 volvió a resplandecer un tiempito la bandera.

Y yo asistí al desfile de las inclemencias curtido por el yelo de la desilusión, que es lo que rinde a un hombre.

No lo da por vencido.

Monterroso patriaba horas frente a cada rancho y repartíamos gacetillas de Rousseau y la tropa iba a misa todos los días y se bailaba mucho, porque siempre fuimos pródigos en rentas de esperanza.

Y que ladren los huecos.

Porque el barro es macho, porque el barro es fuerte, bordoneaba el negro Cele: Tiene olor a vida, tiene gusto a muerte. Porque quise mucho y porque me engañaron y pasé la vida masticando sueños. Porque soy un árbol que nunca dio frutos, porque soy un perro que no tiene dueño. Porque tengo odios que nunca los digo, porque cuando quiero me desangro en besos. Porque quise mucho y no me han querido. Por eso canto tan triste, por eso.

Y la copla lejísima sopla en escuridá:

Hoy es domingo y por eso me viene a la garganta la idea, al pecho el llanto y a la garganta así como un gran bulto. Hoy es domingo y esto tiene muchos siglos. De otra manera sería quizá lunes y vendríame al corazón la idea, al seso el llanto, y a la garganta una gana espantosa de ahogar lo que ahora siento, como un hombre que soy y que he sufrido.


22 / ATRÁS

Atrás de cada mujer casi siempre hay escondida una sapa de otro pozo.

Los hombres somos mucho más prepotentes y no disimulamos con tantas veleidades nuestro rencor al mundo.

Pero Satanás jode a tuito el personal mormorando que la vida es el reino de esa repulsividá que solemos eructar desde la parvulez ajada por la puta injusticia.

Uno puede aprender a domarla a fe de baquiano viejo, pero la infancia nunca deja de viborearnos.

Con Melchora Cuenca nos conocimos bailando un gato polqueao en Mandisoví, y fue tanta la floralidá huesuda que me cupideó la tape que Pepe el alardeador se la trujo matreramente a la grupa y aquella noche misma enfuegamos la meseta.

No le gustaba hablar, y ardía en una probidá que enamoraba y asustaba igual que el iris de la lanza que se ostinó en llevar hasta a las pulperías, la indómita.

Le gustaba pelear.

Me dijo que me amaba nada más que el primero y el último día que nos vimos, en los casi cuatro años que cuerpeamos a pelo en perdiendo la paz y la invencibilidad eternal del Sistema.

Yo siempre trapisondeaba a ña Pancha ostentando mi rigoroso respeto por los mandamientos, pero esta vez tuve necesidá de esconderle una boda de altar.

Muchas veces la Iglesia obra lo justo en prestándole venia al guerrero inorador del hojerío oxidado que paraliza el dogma.

Y sobre todo existiendo la servicialidá de frailes como el manso Nacho Otazú, que tenía mucho pan en los ojos y nació pa dispensarle gauchadas a los necesitados de calorío doméstico.

Güe, yo voy a morir nómade y en nula comprensión, pero estaba cantadísimo.

Una sábana alcanza para sedar lo tuito que dimos paraiseando.

Lástima que Monterroso terminara repintiendo de su propia juída al hábito del Hombre Nuevo que le vistió la vida, y encima bufoneándole al caudillejo que lavó su traición rindiéndose a una Bilú.

Se me va la cabeza.

Yo cataba a la sapa despozada que se le fue asomando a Melchora en lo roto de las crenchas, y un mal día me ladró que no la acariciara por lástima y sentí un chuzamiento que todavía me arde.

No sé si me olvidarás, ni si es amor este miedo. Yo sólo sé que te vas, yo sólo sé que me quedo.

Y el día que la mandé vadear el Uruguá en el 19 me enrostró que yo lo único que amé fue al Sistema y a naides más y Dios será el que diga si le asistió razón, pero lucía tan loba que le encargué a Manuel que mimara a Santiaguito y a nuestros cuatro criados, por lo menos en los vicios.

No tendría que fallarles la cordura al atrás de las mujeres, porque eso acaba todo.

Ay, qué pena sin fondo.

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