24 / 7 / 2001
H. G. V.
En una entrevista concedida hace dos días a un medio televisivo uruguayo, Víctor Hugo Morales, considerado el number one periodístico rioplatense nada menos que por los propios porteños, aportó algo esencial.
El relator emergió roncamente de una gripe mal curada porque no podía -no quería- quedar afuera de un ceremonial místico.
Y en cierto momento de la nota, analizando la vocación de vuelo recuperada por nuestra selección a partir de las agónicas eliminatorias que nos llevaron a romper la piñata de la gracia mundial en Sudáfrica -más acá o más allá del cuarto puesto- empezó a hablar de fútbol en términos estéticos.
Dijo, más o menos textualmente, que había vuelto a aparecer nuestro arte.
Todos vimos la mueca que le desarmó los colmillos al Checho Batista cuando terminó el alargue del partido Uruguay-Argentina y se venían los penales.
Era el escalofrío del mismísimo Dorrego cuando se metió en la encerrona que le preparó Artigas en Arerunguá y los artigos multirraciales arrasaron con la falta de fe de un ejército de línea reclutado a la fuerza.
Y el aquel 11 de enero el Padre de los Orientales le comunicó a Ojeda que aquella había sido su Victoria, Victoria, Victoria.
Y bien pudo haber pensando en Ibiray, mientras agonizaba rememorando el campanazo magistral de Guayabo:
Pero en nuestro adviento estaba escrito que la Banda Oriental iba a empezar a existir el día que triunfara un ejército de vecinos, gauchos, indios y esclavos. La unidad de lo eterno es más alta que el olvido.
Un espectáculo futbolístico es una batalla simbólica, y tanto Víctor Hugo Morales como el Checho Batista sabían, desde que empezó esta Copa, que la mística vertical que diferenció a David de Goliat se alimenta de almas.
Es un arte colectivo.
La honesta revista Olé disfrazó a Messi de Mago antes del Argentinazo donde les hicimos tragarse la máxima de las penas, pero terminó poniendo en tapa a Suárez y a Forlán bailando después de un gol.
Son Gardel, titularon.
Pero hoy fuimos Artigas.
H. G. V.
En una entrevista concedida hace dos días a un medio televisivo uruguayo, Víctor Hugo Morales, considerado el number one periodístico rioplatense nada menos que por los propios porteños, aportó algo esencial.
El relator emergió roncamente de una gripe mal curada porque no podía -no quería- quedar afuera de un ceremonial místico.
Y en cierto momento de la nota, analizando la vocación de vuelo recuperada por nuestra selección a partir de las agónicas eliminatorias que nos llevaron a romper la piñata de la gracia mundial en Sudáfrica -más acá o más allá del cuarto puesto- empezó a hablar de fútbol en términos estéticos.
Dijo, más o menos textualmente, que había vuelto a aparecer nuestro arte.
Todos vimos la mueca que le desarmó los colmillos al Checho Batista cuando terminó el alargue del partido Uruguay-Argentina y se venían los penales.
Era el escalofrío del mismísimo Dorrego cuando se metió en la encerrona que le preparó Artigas en Arerunguá y los artigos multirraciales arrasaron con la falta de fe de un ejército de línea reclutado a la fuerza.
Y el aquel 11 de enero el Padre de los Orientales le comunicó a Ojeda que aquella había sido su Victoria, Victoria, Victoria.
Y bien pudo haber pensando en Ibiray, mientras agonizaba rememorando el campanazo magistral de Guayabo:
Pero en nuestro adviento estaba escrito que la Banda Oriental iba a empezar a existir el día que triunfara un ejército de vecinos, gauchos, indios y esclavos. La unidad de lo eterno es más alta que el olvido.
Un espectáculo futbolístico es una batalla simbólica, y tanto Víctor Hugo Morales como el Checho Batista sabían, desde que empezó esta Copa, que la mística vertical que diferenció a David de Goliat se alimenta de almas.
Es un arte colectivo.
La honesta revista Olé disfrazó a Messi de Mago antes del Argentinazo donde les hicimos tragarse la máxima de las penas, pero terminó poniendo en tapa a Suárez y a Forlán bailando después de un gol.
Son Gardel, titularon.
Pero hoy fuimos Artigas.
Este pasado sábado 23 de julio con la presencia de mas de 250 de uds., confirma la enorme y creciente vigencia de elMontevideano - Escuela de Cineastas del Uruguay en el concierto de generación y presentación de contenidos.Agradecemos a todos los que participaron, estudiantes, profesores, escuela todos y fundamentalmente Uds., que son TODO.
Felicitaciones y ahora...hacia la muestra final en Diciembre.
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