3 RESPUESTAS Y 2 POEMAS
por Guillermo Wood
(reportaje recuperado de la revista Fango nº 4)
Jorge Boccanera nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1952. Poeta y periodista, publicó además libros de crónica y de ensayo. Recibió en 1976 el Premio Casa de las Américas de Cuba y un año después el Premio Nacional de Poesía Joven de México.
Algunos de sus poemarios son Los espantapájaros suicidas (1974), Noticias de una mujer cualquiera (1976), Poemas del tamaño de una naranja (1979), Música de fagot y piernas de Victoria (1979), Los ojos del pájaro quemado (1980), Polvo para morder (1986), Marimba (1989), Sordomuda (1992) y Bestias en un hotel de paso (2000).
En 2008 Boccanera recibió el premio español Casa de América por su poemario inédito Palma Real, y el premio italiano Camaiore por la traducción de su ya célebre Sordomuda.
Actualmente vive entre Buenos y San José de Costa Rica. Dirige la Cátedra de Poesía Latinoamericana de la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires y es además director de la revista cultural Nómada.
____________________________________
por Guillermo Wood
(reportaje recuperado de la revista Fango nº 4)
Jorge Boccanera nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1952. Poeta y periodista, publicó además libros de crónica y de ensayo. Recibió en 1976 el Premio Casa de las Américas de Cuba y un año después el Premio Nacional de Poesía Joven de México.
Algunos de sus poemarios son Los espantapájaros suicidas (1974), Noticias de una mujer cualquiera (1976), Poemas del tamaño de una naranja (1979), Música de fagot y piernas de Victoria (1979), Los ojos del pájaro quemado (1980), Polvo para morder (1986), Marimba (1989), Sordomuda (1992) y Bestias en un hotel de paso (2000).
En 2008 Boccanera recibió el premio español Casa de América por su poemario inédito Palma Real, y el premio italiano Camaiore por la traducción de su ya célebre Sordomuda.
Actualmente vive entre Buenos y San José de Costa Rica. Dirige la Cátedra de Poesía Latinoamericana de la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires y es además director de la revista cultural Nómada.
____________________________________
En tu último libro de poesía, Palma Real, la protagonista es la selva. Sé que te tomó un tiempo escribirlo. Contanos del enamoramiento que tuviste con la selva de Costa Rica y con la que se fue imaginando adentro tuyo.
Sí, se trata de un follaje que en vez de desplegarse, imagina. Es su manera de crecer. Tiene que ver con mis continuos viajes a México y Centroamérica desde 1976, cuando me exilié de la dictadura argentina. Especialmente con la vida en Costa Rica, durante casi ocho años, y la visita a esa geografía desmedida en la que pude situar mis temas: el destierro, la pasión, la muerte, la creación misma. Empecé a escribir el libro en 1995 y lo acabé doce años después, ya que la limpieza de muchos cuadernos que había llenado fue un proceso de armado arduo; por otro lado es lo que más me gusta de la escritura: la corrección, el montaje. Podría ser lo que decís, “enamoramiento”, o serán obsesiones que martillan por dentro hasta volverse trama dialogada.
De anhelo es esta selva. Parece que se amplía, que progresa, que se despliega pero no; nunca trepa ni se alza. Se imagina a sí misma. Se podría decir que en la ciudad pasa lo opuesto, ¿no? ¿Se puede en una ciudad, como Buenos Aires o Montevideo, imaginarnos a nosotros mismos y que no todo sea alzarse y trepar? ¿Estamos un poco lejos de eso aun? ¿Qué nos falta o nos sobra?
En realidad Palma Real habla, como te decía, de la imaginación; o mejor: lo que tiene esa imaginación de videncia, de reflexión vertiginosa -diría el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, uno de mis maestros. Aquello que reúne azar, analogías, intuiciones y, más que todo, un modo singular de vincular, de asociar elementos distantes. Eso es lo que se va acortando en las grandes ciudades. La selva es comunidad y quien dice comunidad está hablando de reciprocidad, diálogo, intercambio, de un modo de ser solidario, ubicarse en el lugar del otro.
Estamos inmersos en el cinismo de tener que adecuarnos a una modernidad vacía o diluirnos en el consuelo de pensar cada situación como irreversible. Pero la vida en las urbes muestra un individuo en serie, vale decir: fragmentado, aturdido, alienado, despolitizado, frustrado, indiferente. Los entendidos hablan de una subjetividad enajenada y un individuo que persigue a sus semejantes como enemigos. En la ciudad, la gente, que más que sentir y meditar pareciera que sólo reacciona, vive a la defensiva.
¿Cómo anda Sordomuda? ¿Muy sorda y muy muda? Espero que no. ¿Estás trabajando en un nuevo libro de poesía? La pregunta está mal hecha, sospecho que un trabajador de palabras siempre está trabajando, de una manera u otra.
Sordomuda anda así, escasa de palabras y con silencios largos. Hay épocas en que me da poca bola, ignoro cómo se arman los procesos creativos y para cada quien hay uno que es diferente. Después de Sordomuda aparecieron unos poemas dispersos -sin un tema eje- que terminaron conformando el libro Bestias en un hotel de paso, que tuvo la suerte de editarse en Argentina, México y Costa Rica, y que ahora va a reeditar una editorial de Rosario. El último es Palma Real, y lo que siguió a ese libro son retazos, borradores, poemas la mayoría sin terminar -vale decir: en proceso de corrección- de un libro que en un momento pensé titular Monólogo del necio. Vamos a ver qué rumbo toma esa escritura. Yendo a un lugar común y con ayuda de la refranería popular, te diría que “sobre poesía, no hay nada escrito”.
PORDIOSERA
No es la musa cantora ni el pájaro chillón / ni el muñeco parlante ni la dama que dicta.
Es una Sordomuda, / que te muestra la lengua por solo una moneda.
La lengua está vacía.
La moneda tiene que ser de oro.
(De Sordomuda)
EL ALEBRIJE
Entre la burla y el escarnio,
barro contra los ojos, boca de carnaval,
el alebrije paga una culpa antigua anterior al pecado,
y es remoto por donde se lo mire.
“Toda piel es disfraz”, sentencia a ratos, briago.
En guerra con él mismo
-cuerpo de dos cabezas sacándose los ojos-
sueña perfumes dulces que le comen el alma,
caga prolijamente rayas de presidiario.
Entre la repulsión y la piedad: el alebrije.
Prisa de pato en salmo de tortuga, perro metido a pájaro, y la sangre a lunares
bajo el lomo quemado, achicharrado.
El globo de los ojos a punto de estallar, las alas atrofiadas,
Lenguas partidas serpenteando entre los dientes carniceros.
Son pocos los que han visto un alebrije.
No hay follaje que disimule este rencor, ni piedra que lo oculte, ni una rama que
acepte un parecido.
Son pocos los que han visto un alebrije.
Y pocos vivirán, para contarlo.
Algunos escucharon un verso en su saliva:“el corazón de la mariposa es una
garra”
Otros creyeron ver una sentencia entre sus restos de comida:“si hueles mi
excremento sabrás que alguna vez me comí al diablo”.
Mascota de llorar.
Dragón que habita la piecita del fondo de una gallina tonta.
Cola de espinas que asoma por debajo del vestido de novia.
Lo suyo es el espanto.
Lo suyo, es una guerra personal.
(De Bestias en un hotel de paso)
No hay comentarios:
Publicar un comentario