DECIMOCUARTA ENTREGA
2 / LOS MITOS ANTIGUOS Y EL HOMBRE MODERNO (IV)
Joseph L. Henderson
La Bella y la Bestia
Las muchachas de nuestra sociedad participan del mito del héroe masculino porque, al igual que los muchachos, también tienen que desarrollar una identidad del ego que sea digna de confianza y adquirir una educación. Pero hay un estrato de la mente más antiguo que parece surgir a la superficie en sus sentimientos con el fin de hacer de ellas mujeres, no imitaciones de hombres. Cuando este antiguo contenido de la psique comienza a aparecer, la joven moderna puede reprimirlo porque amenaza separarla de la emancipada igualdad de la amistad y la ocasión de competir con los hombres, competición que se ha convertido en un privilegio moderno.
Esta represión puede ser tan eficaz que durante algún tiempo ella mantendrá una identificación con las metas intelectuales masculinas, aprendidas en el instituto o la universidad. Aun cuando se case, conservará cierta ilusión de libertad, a pesar de su ostensible acto de sumisión al arquetipo del matrimonio, con su implícita orden de convertirse en madre. Y así puede ocurrir, como lo vemos con frecuencia hoy día, que el conflicto, al final, obliga a la mujer a redescubrir la enterrada feminidad de una forma penosa pero, en definitiva, recompensadora.
Vimos un ejemplo de esto en una joven casada que aun no había tenido ningún hijo, pero que se proponía tener uno o acaso dos porque eso es lo que se esperaba de ella. Mientras tanto su reacción sexual era insatisfactoria. Esto preocupaba a ella y a su marido, aunque no podían encontrar ninguna explicación. Ella había obtenido la licenciatura con excelente calificación en una buena universidad femenina y disfrutaba de una vida de camaradería intelectual con su marido y con otros hombres. Mientras este lado de la vida le ocupaba gran parte del tiempo, tenía ocasionales explosiones de mal humor y hablaba en una forma agresiva que la enemistaba con los hombres y a ella le proporcionaba un sentimiento intolerable de disgusto consigo misma.
Por ese tiempo, tuvo un sueño que le pareció tan importante que buscó el consejo profesional para entenderlo. Soñó que estaba en una fila de mujeres jóvenes como ella, y cuando miró hacia delante, adonde iban llegando las de la cabecera, vio que, según llegaba cada una, la decapitaban en una guillotina. Sin miedo, la soñante permaneció en su fila, es posible que totalmente dispuesta a someterse a la misma suerte cuando le llegara el turno.
Explicamos a la paciente que ella estaba decidida a prescindir del hábito de “vivir con la cabeza”, tenía que aprender a liberar su cuerpo para descubrir su reacción sexual natural y a desempeñar plenamente su papel biológico en la maternidad. El sueño expresaba eso como la necesidad de realizar un cambio drástico; tenía que sacrificar el papel del héroe “masculino”.
Como era de esperar, esta mujer culta no tuvo dificultad en aceptar esta interpretación en un nivel intelectual y trató de transformarse en un tipo de mujer más sumisa. Luego mejoró su vida amorosa y se transformó en madre de dos hijos encantadores. Cuando fue conociéndose mejor, comenzó a ver que para un hombre (o para la mente educada masculinamente de las mujeres) la vida es algo que hay que conquistar al asalto, como un acto de voluntad heroica; pero para que una mujer se sienta satisfecha de sí misma, la vida se lleva mejor mediante un proceso de despertamiento.
Un mito universal que expresa esa clase de despertar se encuentra en el cuento de hadas de la Bella y la Bestia. Las versión más conocida de esta historia cuenta cómo la Bella, la menor de cuatro hermanas, se convirtió en la favorita de su padrea a causa de su bondad desinteresada. Cuando pide a su padre sólo una rosa blanca, en vez de los regalos más costosos pedidos por las otras hermanas, ella sólo se da cuenta de su sincero sentimiento íntimo. No sabe que está a punto de poner en peligro la vida de su padre y sus relaciones ideales con él. Porque él roba la rosa blanca en el jardín encantado de la Bestia, que se excita llena de cólera por el robo y exige al padre que vuelva dentro de tres meses, para imponerle el castigo, posiblemente la muerte.
(Al conceder al padre ese aplazamiento para que regrese a casa con su regalo, la Bestia se porta de un modo poco consecuente, en especial cuando también ofrece enviarle un cofre lleno de oro cuando llegue a casa. Según comenta el padre de la Bella, la Bestia parece cruel y amable al mismo tiempo.)
La Bella insiste en sufrir ella el castigo de su padre y se dirige, al cabo de tres meses, al castillo encantado. Allí le destinan una hermosa habitación donde no tiene preocupaciones ni nada que temer salvo las ocasionales visiones de la Bestia que una y otra vez le pregunta si alguna vez se casarán. Ella siempre rehúsa. Entonces, al ver en un espejo la imagen de su padre postrado por la enfermedad, ella ruega a la Bestia que le permita regresar para cuidar a su padre prometiendo volver al cabo de una semana. La Bestia le dice que él se moriría si ella le abandonara, pero que puede ausentarse por una semana.
Una vez en casa, su radiante presencia trae alegría a su padre y envidia s sus hermanas, las cuales planean retenerla más tiempo de lo que ella ha prometido. Al fin, ella sueña que la Bestia se está muriendo de desesperación. De ese modo, dándose cuenta de que ha sobrepasado el tiempo acordado, regresa para resucitarla.
Olvidando completamente la fealdad de la agonizante Bestia, la Bella la cuida. La Bestia le dice que le es imposible vivir sin ella y que morirá feliz ahora que ella ha vuelto. Pero la Bella se da cuenta de que tampoco puede vivir sin la Bestia de la cual se ha enamorado. Y así se lo dice y le promete ser su esposa con tal que no se muera.
En ese momento, el castillo se llena de resplandor y de sonidos de música, y la Bestia desaparece. En su lugar está un apuesto príncipe que dice a la Bella que había sido hechizado por una bruja y transformado en bestia. El hechizo duraría hasta que una muchacha hermosa amara a la Bestia sólo por su bondad.
En este cuento, si desciframos su simbolismo, es verosímil que veamos que la Bella es toda muchacha o mujer que haya llegado a una adhesión emotiva con su padre, no menos firme porque sea de naturaleza espiritual. Su bondad se simboliza con su petición de una rosa blanca, pero en un significativo retorcimiento del significado, su intención inconsciente pone a su padre y luego a ella misma en poder de un principio que no expresa la bondad sino la crueldad y amabilidad mezcladas. Es como si ella desease ser rescatada de un amor que la mantiene en una actitud virtuosa e irreal.
Al aprender a amar a la Bestia, ella despierta al poder del amor humano escondido en su forma erótica animal (y, por tanto, imperfecta) pero auténtica. Posiblemente esto representa un despertar de su verdadera función de relacionamiento que la capacita para aceptar el componente erótico de su deseo originario que tuvo que ser reprimido por miedo al incesto. Para dejar a su padre, como en realidad hizo, tuvo que aceptar el miedo al incesto y permitirse vivir en su presencia, en fantasía, hasta que pudiera llegar a conocer al animal hombre y descubrir su verdadera reacción ante él como mujer.
De ese modo, ella se redime, y redime a su imagen de lo masculino, de las fuerzas de la represión, trayendo a la consciencia su capacidad para confiar en su amor como algo que combina espíritu y naturaleza en el mejor sentido de ambas palabras.
El sueño de cierta paciente emancipada representaba esa necesidad de suprimir el miedo al incesto, un verdadero miedo en los pensamientos de esa paciente, a causa de la adhesión excesivamente íntima de su padre hacia ella después de la muerte de su esposa. Soñó que la perseguía un toro furioso. Al principio, ella huyó pero se dio cuenta de que era inútil. Se cayó y el toro quedó encima de ella. Sabía que su única esperanza era cantarle al toro y, cuando lo hizo, aunque con voz temblorosa, el toro se calmó y comenzó a lamerle la mano. La interpretación demostró que ella podía ahora aprender a relacionarse con los hombres en una forma femenina más confiada, no sólo sexualmente, sino eróticamente en el amplio sentido de relaciones al nivel de su identidad consciente.
Pero en los casos de mujeres mayores, el tema de la bestia puede no indicar la necesidad de encontrar la respuesta a la fijación paterna personal o a liberar una inhibición sexual o cualquiera de las cosas que la racionalista mentalidad psicoanalítica pudiera ver en el mito. De hecho, puede ser la expresión de cierta clase de iniciación de la mujer que puede ser precisamente tan significativa al comienzo de la menopausia como en plena adolescencia; y puede aparecer a cualquier edad cuando se haya alterado la unión de espíritu y naturaleza.
Una mujer en edad menopáusica contó el siguiente sueño:
Estoy con varias mujeres anónimas a las que no parece que conozca. Bajamos por la escalera de una casa extraña y nos encontramos de repente ante un grupo de “hombres-monos” de rostro maligno y vestidos de pieles, con anillos grises y negros, con cola, horribles y de mirada codiciosa. Estábamos completamente en su poder, pero, de repente, comprendí que el único modo de salvarnos no era el pánico ni huir, sino tratar a esos seres con humanidad para que se dieran cuenta de su lado mejor. Y así, uno de los hombres-monos llegó hasta mí y yo le saludé como si fuera mi pareja de baile y comencé a bailar con él.
Después, fui dotada de sobrenaturales poderes de curación y hay un hombre que está a las puertas de la muerte. Tengo una especie de cañón de pluma o, quizá, el pico de un pájaro con el que le soplo aire dentro de la nariz y él comienza a respirar de nuevo.
Durante los años de su matrimonio y la crianza de sus hijos, esta mujer se vio obligada a desdeñar sus dotes creadoras con las que en otro tiempo se había creado una reputación pequeña, pero auténtica, de escritora. En la época de sueño, había estado intentando forzarse a volver a escribir a la vez que se criticaba por no ser mejor esposa, amiga y madre. El sueño mostraba sus problemas con la luz de otras mujeres que podían haber pasado por una transición semejante, descendiendo, como en el sueño, a las regiones inferiores de una casa extraña desde un nivel consciente demasiado elevado. Podemos suponer que esto era la entrada a cierto aspecto significativo del inconsciente colectivo, con su reto a aceptar el principio masculino como hombre-animal, esa misma figura heroica y un tanto payasa de Trickster que encontramos al principio de los primitivos ciclos del héroe.
En cuanto a su realización con ese hombre-mono y el humanizarle extrayendo lo que era bueno en él, significa que ella tendría que aceptar primero cierto elemento impredecible de su natural espíritu creador. Con ello, atajaría entre los vínculos corrientes de su vida y aprendería a escribir en forma nueva, más apropiada para ella en su segunda parte de la vida.
Que este impulso se relacionaba con el principio creador masculino lo demuestra la segunda escena en la que ella resucita al hombre insuflándole aire en la nariz por medio de una especie de pico de pájaro. Este procedimiento neumático sugiere la necesidad de una reavivación del espíritu, más que el principio de excitación erótica. Es un simbolismo conocido en todo el mundo: el acto ritual trae el soplo creador de vida a toda nueva hazaña.
El sueño de otra mujer subraya el aspecto “natural” de la Bella y la Bestia:
Algo vuela o entra arrojado por la ventana, análogo a un insecto grande con paras retorcidas en espiral, amarillo y negro. Luego se convierte en un animal extraño, con franjas amarillas y negras, como un tigre, patas de oso, casi humanas y un rostro afilado como el de un lobo. Podía correr libremente y herir a los niños. Es domingo por la tarde y veo una niña toda vestida de blanco camino de la escuela dominical. Tengo que llamar a la policía para socorrerla.
Pero entonces veo que aquel ser se ha transformado en mitad mujer, mitad animal. Se me acerca zalamero, quiere que le acaricien. Veo que es una situación de cuento de hadas, o un sueño, y que sólo la amabilidad puede transformarle. Trato de abrazarle efusivamente, pero no puedo conseguirlo. Le empujo para rechazarlo. Pero tengo la impresión de que debo conservarlo cerca de mí y acostumbrarme a él y, quizá, algún día seré capaz de besarlo.
Aquí tenemos una situación distinta a la anterior. Esta mujer había sido llevada demasiado lejos por su interior función creadora masculina que se había convertido en una preocupación apremiante y mental (es decir, “sostenida en el aire”). Por tanto, eso le impidió cumplir de forma natural su cometido femenino y de esposa. (Como asociación de este sueño, ella dijo: “Cuando mi marido viene a casa, mi lado creador se sumerge y me convierto en el ama de casa superorganizada”.) Su sueño toma ese inesperado cambio de transformar su apetito descarriado en la mujer que ella tiene que aceptar y cultivar en sí misma; de esa forma, puede armonizar su creador interés intelectual con los instintos que la capacitan para relacionarse apasionadamente con otros.
Esto lleva consigo una nueva aceptación del doble principio de vida y naturaleza, de lo que es cruel y amable, o, como podríamos decir en este caso, despiadadamente aventurero, pero, al mismo tiempo, humilde y creativamente doméstico. Evidentemente, estas oposiciones no pueden reconciliarse excepto en un elevado nivel de conocimiento psicológicamente adulterado, y, desde luego, sería dañoso para esa inocente niña con su vestido de escuela dominical.
La interpretación que podríamos dar al sueño de esta mujer es que ella necesitaba vencer cierta imagen de sí misma excesivamente ingenua. Tenía que estar dispuesta a admitir la total polaridad de sus sentimientos, al igual que la Bella tuvo que prescindir de la inocencia de confiar en un padre que no le podía dar la rosa blanca de su sentimiento sin despertar la benéfica furia de la Bestia.
2 / LOS MITOS ANTIGUOS Y EL HOMBRE MODERNO (IV)
Joseph L. Henderson
La Bella y la Bestia
Las muchachas de nuestra sociedad participan del mito del héroe masculino porque, al igual que los muchachos, también tienen que desarrollar una identidad del ego que sea digna de confianza y adquirir una educación. Pero hay un estrato de la mente más antiguo que parece surgir a la superficie en sus sentimientos con el fin de hacer de ellas mujeres, no imitaciones de hombres. Cuando este antiguo contenido de la psique comienza a aparecer, la joven moderna puede reprimirlo porque amenaza separarla de la emancipada igualdad de la amistad y la ocasión de competir con los hombres, competición que se ha convertido en un privilegio moderno.
Esta represión puede ser tan eficaz que durante algún tiempo ella mantendrá una identificación con las metas intelectuales masculinas, aprendidas en el instituto o la universidad. Aun cuando se case, conservará cierta ilusión de libertad, a pesar de su ostensible acto de sumisión al arquetipo del matrimonio, con su implícita orden de convertirse en madre. Y así puede ocurrir, como lo vemos con frecuencia hoy día, que el conflicto, al final, obliga a la mujer a redescubrir la enterrada feminidad de una forma penosa pero, en definitiva, recompensadora.
Vimos un ejemplo de esto en una joven casada que aun no había tenido ningún hijo, pero que se proponía tener uno o acaso dos porque eso es lo que se esperaba de ella. Mientras tanto su reacción sexual era insatisfactoria. Esto preocupaba a ella y a su marido, aunque no podían encontrar ninguna explicación. Ella había obtenido la licenciatura con excelente calificación en una buena universidad femenina y disfrutaba de una vida de camaradería intelectual con su marido y con otros hombres. Mientras este lado de la vida le ocupaba gran parte del tiempo, tenía ocasionales explosiones de mal humor y hablaba en una forma agresiva que la enemistaba con los hombres y a ella le proporcionaba un sentimiento intolerable de disgusto consigo misma.
Por ese tiempo, tuvo un sueño que le pareció tan importante que buscó el consejo profesional para entenderlo. Soñó que estaba en una fila de mujeres jóvenes como ella, y cuando miró hacia delante, adonde iban llegando las de la cabecera, vio que, según llegaba cada una, la decapitaban en una guillotina. Sin miedo, la soñante permaneció en su fila, es posible que totalmente dispuesta a someterse a la misma suerte cuando le llegara el turno.
Explicamos a la paciente que ella estaba decidida a prescindir del hábito de “vivir con la cabeza”, tenía que aprender a liberar su cuerpo para descubrir su reacción sexual natural y a desempeñar plenamente su papel biológico en la maternidad. El sueño expresaba eso como la necesidad de realizar un cambio drástico; tenía que sacrificar el papel del héroe “masculino”.
Como era de esperar, esta mujer culta no tuvo dificultad en aceptar esta interpretación en un nivel intelectual y trató de transformarse en un tipo de mujer más sumisa. Luego mejoró su vida amorosa y se transformó en madre de dos hijos encantadores. Cuando fue conociéndose mejor, comenzó a ver que para un hombre (o para la mente educada masculinamente de las mujeres) la vida es algo que hay que conquistar al asalto, como un acto de voluntad heroica; pero para que una mujer se sienta satisfecha de sí misma, la vida se lleva mejor mediante un proceso de despertamiento.
Un mito universal que expresa esa clase de despertar se encuentra en el cuento de hadas de la Bella y la Bestia. Las versión más conocida de esta historia cuenta cómo la Bella, la menor de cuatro hermanas, se convirtió en la favorita de su padrea a causa de su bondad desinteresada. Cuando pide a su padre sólo una rosa blanca, en vez de los regalos más costosos pedidos por las otras hermanas, ella sólo se da cuenta de su sincero sentimiento íntimo. No sabe que está a punto de poner en peligro la vida de su padre y sus relaciones ideales con él. Porque él roba la rosa blanca en el jardín encantado de la Bestia, que se excita llena de cólera por el robo y exige al padre que vuelva dentro de tres meses, para imponerle el castigo, posiblemente la muerte.
(Al conceder al padre ese aplazamiento para que regrese a casa con su regalo, la Bestia se porta de un modo poco consecuente, en especial cuando también ofrece enviarle un cofre lleno de oro cuando llegue a casa. Según comenta el padre de la Bella, la Bestia parece cruel y amable al mismo tiempo.)
La Bella insiste en sufrir ella el castigo de su padre y se dirige, al cabo de tres meses, al castillo encantado. Allí le destinan una hermosa habitación donde no tiene preocupaciones ni nada que temer salvo las ocasionales visiones de la Bestia que una y otra vez le pregunta si alguna vez se casarán. Ella siempre rehúsa. Entonces, al ver en un espejo la imagen de su padre postrado por la enfermedad, ella ruega a la Bestia que le permita regresar para cuidar a su padre prometiendo volver al cabo de una semana. La Bestia le dice que él se moriría si ella le abandonara, pero que puede ausentarse por una semana.
Una vez en casa, su radiante presencia trae alegría a su padre y envidia s sus hermanas, las cuales planean retenerla más tiempo de lo que ella ha prometido. Al fin, ella sueña que la Bestia se está muriendo de desesperación. De ese modo, dándose cuenta de que ha sobrepasado el tiempo acordado, regresa para resucitarla.
Olvidando completamente la fealdad de la agonizante Bestia, la Bella la cuida. La Bestia le dice que le es imposible vivir sin ella y que morirá feliz ahora que ella ha vuelto. Pero la Bella se da cuenta de que tampoco puede vivir sin la Bestia de la cual se ha enamorado. Y así se lo dice y le promete ser su esposa con tal que no se muera.
En ese momento, el castillo se llena de resplandor y de sonidos de música, y la Bestia desaparece. En su lugar está un apuesto príncipe que dice a la Bella que había sido hechizado por una bruja y transformado en bestia. El hechizo duraría hasta que una muchacha hermosa amara a la Bestia sólo por su bondad.
En este cuento, si desciframos su simbolismo, es verosímil que veamos que la Bella es toda muchacha o mujer que haya llegado a una adhesión emotiva con su padre, no menos firme porque sea de naturaleza espiritual. Su bondad se simboliza con su petición de una rosa blanca, pero en un significativo retorcimiento del significado, su intención inconsciente pone a su padre y luego a ella misma en poder de un principio que no expresa la bondad sino la crueldad y amabilidad mezcladas. Es como si ella desease ser rescatada de un amor que la mantiene en una actitud virtuosa e irreal.
Al aprender a amar a la Bestia, ella despierta al poder del amor humano escondido en su forma erótica animal (y, por tanto, imperfecta) pero auténtica. Posiblemente esto representa un despertar de su verdadera función de relacionamiento que la capacita para aceptar el componente erótico de su deseo originario que tuvo que ser reprimido por miedo al incesto. Para dejar a su padre, como en realidad hizo, tuvo que aceptar el miedo al incesto y permitirse vivir en su presencia, en fantasía, hasta que pudiera llegar a conocer al animal hombre y descubrir su verdadera reacción ante él como mujer.
De ese modo, ella se redime, y redime a su imagen de lo masculino, de las fuerzas de la represión, trayendo a la consciencia su capacidad para confiar en su amor como algo que combina espíritu y naturaleza en el mejor sentido de ambas palabras.
El sueño de cierta paciente emancipada representaba esa necesidad de suprimir el miedo al incesto, un verdadero miedo en los pensamientos de esa paciente, a causa de la adhesión excesivamente íntima de su padre hacia ella después de la muerte de su esposa. Soñó que la perseguía un toro furioso. Al principio, ella huyó pero se dio cuenta de que era inútil. Se cayó y el toro quedó encima de ella. Sabía que su única esperanza era cantarle al toro y, cuando lo hizo, aunque con voz temblorosa, el toro se calmó y comenzó a lamerle la mano. La interpretación demostró que ella podía ahora aprender a relacionarse con los hombres en una forma femenina más confiada, no sólo sexualmente, sino eróticamente en el amplio sentido de relaciones al nivel de su identidad consciente.
Pero en los casos de mujeres mayores, el tema de la bestia puede no indicar la necesidad de encontrar la respuesta a la fijación paterna personal o a liberar una inhibición sexual o cualquiera de las cosas que la racionalista mentalidad psicoanalítica pudiera ver en el mito. De hecho, puede ser la expresión de cierta clase de iniciación de la mujer que puede ser precisamente tan significativa al comienzo de la menopausia como en plena adolescencia; y puede aparecer a cualquier edad cuando se haya alterado la unión de espíritu y naturaleza.
Una mujer en edad menopáusica contó el siguiente sueño:
Estoy con varias mujeres anónimas a las que no parece que conozca. Bajamos por la escalera de una casa extraña y nos encontramos de repente ante un grupo de “hombres-monos” de rostro maligno y vestidos de pieles, con anillos grises y negros, con cola, horribles y de mirada codiciosa. Estábamos completamente en su poder, pero, de repente, comprendí que el único modo de salvarnos no era el pánico ni huir, sino tratar a esos seres con humanidad para que se dieran cuenta de su lado mejor. Y así, uno de los hombres-monos llegó hasta mí y yo le saludé como si fuera mi pareja de baile y comencé a bailar con él.
Después, fui dotada de sobrenaturales poderes de curación y hay un hombre que está a las puertas de la muerte. Tengo una especie de cañón de pluma o, quizá, el pico de un pájaro con el que le soplo aire dentro de la nariz y él comienza a respirar de nuevo.
Durante los años de su matrimonio y la crianza de sus hijos, esta mujer se vio obligada a desdeñar sus dotes creadoras con las que en otro tiempo se había creado una reputación pequeña, pero auténtica, de escritora. En la época de sueño, había estado intentando forzarse a volver a escribir a la vez que se criticaba por no ser mejor esposa, amiga y madre. El sueño mostraba sus problemas con la luz de otras mujeres que podían haber pasado por una transición semejante, descendiendo, como en el sueño, a las regiones inferiores de una casa extraña desde un nivel consciente demasiado elevado. Podemos suponer que esto era la entrada a cierto aspecto significativo del inconsciente colectivo, con su reto a aceptar el principio masculino como hombre-animal, esa misma figura heroica y un tanto payasa de Trickster que encontramos al principio de los primitivos ciclos del héroe.
En cuanto a su realización con ese hombre-mono y el humanizarle extrayendo lo que era bueno en él, significa que ella tendría que aceptar primero cierto elemento impredecible de su natural espíritu creador. Con ello, atajaría entre los vínculos corrientes de su vida y aprendería a escribir en forma nueva, más apropiada para ella en su segunda parte de la vida.
Que este impulso se relacionaba con el principio creador masculino lo demuestra la segunda escena en la que ella resucita al hombre insuflándole aire en la nariz por medio de una especie de pico de pájaro. Este procedimiento neumático sugiere la necesidad de una reavivación del espíritu, más que el principio de excitación erótica. Es un simbolismo conocido en todo el mundo: el acto ritual trae el soplo creador de vida a toda nueva hazaña.
El sueño de otra mujer subraya el aspecto “natural” de la Bella y la Bestia:
Algo vuela o entra arrojado por la ventana, análogo a un insecto grande con paras retorcidas en espiral, amarillo y negro. Luego se convierte en un animal extraño, con franjas amarillas y negras, como un tigre, patas de oso, casi humanas y un rostro afilado como el de un lobo. Podía correr libremente y herir a los niños. Es domingo por la tarde y veo una niña toda vestida de blanco camino de la escuela dominical. Tengo que llamar a la policía para socorrerla.
Pero entonces veo que aquel ser se ha transformado en mitad mujer, mitad animal. Se me acerca zalamero, quiere que le acaricien. Veo que es una situación de cuento de hadas, o un sueño, y que sólo la amabilidad puede transformarle. Trato de abrazarle efusivamente, pero no puedo conseguirlo. Le empujo para rechazarlo. Pero tengo la impresión de que debo conservarlo cerca de mí y acostumbrarme a él y, quizá, algún día seré capaz de besarlo.
Aquí tenemos una situación distinta a la anterior. Esta mujer había sido llevada demasiado lejos por su interior función creadora masculina que se había convertido en una preocupación apremiante y mental (es decir, “sostenida en el aire”). Por tanto, eso le impidió cumplir de forma natural su cometido femenino y de esposa. (Como asociación de este sueño, ella dijo: “Cuando mi marido viene a casa, mi lado creador se sumerge y me convierto en el ama de casa superorganizada”.) Su sueño toma ese inesperado cambio de transformar su apetito descarriado en la mujer que ella tiene que aceptar y cultivar en sí misma; de esa forma, puede armonizar su creador interés intelectual con los instintos que la capacitan para relacionarse apasionadamente con otros.
Esto lleva consigo una nueva aceptación del doble principio de vida y naturaleza, de lo que es cruel y amable, o, como podríamos decir en este caso, despiadadamente aventurero, pero, al mismo tiempo, humilde y creativamente doméstico. Evidentemente, estas oposiciones no pueden reconciliarse excepto en un elevado nivel de conocimiento psicológicamente adulterado, y, desde luego, sería dañoso para esa inocente niña con su vestido de escuela dominical.
La interpretación que podríamos dar al sueño de esta mujer es que ella necesitaba vencer cierta imagen de sí misma excesivamente ingenua. Tenía que estar dispuesta a admitir la total polaridad de sus sentimientos, al igual que la Bella tuvo que prescindir de la inocencia de confiar en un padre que no le podía dar la rosa blanca de su sentimiento sin despertar la benéfica furia de la Bestia.
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