por Gonzalo León
Diamela Eltit (Chile, 1949) es una
de las narradoras más importantes en lengua castellana, y eso explica que este
año haya recibido dos importantes galardones: el Premio Internacional Carlos
Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español y el Premio FIL de Literatura
en Lenguas Romances, ambos entregados por instituciones mexicanas. Con una
amplia trayectoria, su obra está marcada no sólo por el feminismo, su apoyo a
las disidencias sexuales y por la lucha contra la dictadura, sino por descubrir
a través de una voz muy singular realidades sociales en mundos particulares.
Estamos ante una intelectual, que interviene y tiene una opinión propia sobre
el devenir político de su país y el mundo. Quizá como ninguna otra autora
encarna ese eslogan de los 60 de que “lo personal es político”, pero en ella lo
personal encarna una sensibilidad no sensiblera, la suya es una sensibilidad atenta,
mental, de la lengua y, en ese sentido, radical.
Junto a estas dos distinciones, Eltit ha publicado este año dos libros en Argentina: el ensayo El ojo en la mira (Ampersand) y la nouvelle El Padre Mío (Mansalva), que fue publicado originalmente en 1989 y que es uno de sus libros más queridos. Esta entrevista, realizada a través de una plataforma audiovisual, aborda precisamente esta nouvelle, porque es un buen punto de partida para hablar del estallido social en Chile, cuyo segundo aniversario se cumplió el lunes 18 de octubre, pero de ahí avanza hacia el boom de las escritoras latinoamericanas y, por supuesto, hacia el feminismo.
¿Cuál sería una visión feminista de la
literatura? Eltit, como tiene acostumbrado en Chile y en Nueva York donde dicta
clases, ensaya una respuesta ideal, en el sentido de un horizonte, y por tanto
sorprende. No sólo contesta, sino que ahonda, profundiza sus respuestas, como
si ante la pregunta aprovechara para darle una vuelta más a lo que previamente
ha venido pensando, alejándose de las frases hechas, porque las frases hechas
vienen de los discursos dominantes.
El Padre Mío trata de tres
grabaciones que hizo Diamela Eltit junto a la artista visual Lotty Rosenfeld en
plena dictadura chilena a un “vagabundo urbano”, un linyera que reproducía
todos los discursos oficiales y otros no tanto que circulaban en ese tiempo. El
Padre Mío, el personaje o al menos como lo bautizó la autora, es un enfermo mental
y, en tanto tal, Eltit ve en él a Chile. De hecho, en el prólogo escribe que es
un Chile hecho “jirones de diarios, fragmentos de exterminio, sílabas de
muerte, pausas de mentira, frases comerciales, nombres de difuntos. Es una
honda crisis del lenguaje, una infección en la memoria”. No muy distinto a lo
que llevó o a lo que fue el estallido social, la primera pregunta de esta
entrevista.
Podría coincidir en el sentido de que
el Padre Mío estaba muy invadido de discursos, que venían de muchos lados: discursos
biográficos, culturales, noticias discontinuadas, entonces en ese sentido
podríamos pensar en lo que está pasando ahora, donde en cierto modo las
certezas se suspendieron, más allá de los economistas que lo sostienen,
este modelo irracional tiene un discurso racional que lo sustenta. Entonces
también podríamos pensarlo como un discurso de la locura en el sentido de que
sigue pensando en las producciones; sin embargo Chile es uno de los países más
desiguales del mundo, entonces en qué piensan cuando hablan de este modelo
seudo exitoso de economía, economía que no irradia al resto de la población y
que, por el contrario, beneficia a un porcentaje muy pequeño.
Y también en el sentido de que hay
distintas culturas ahora. Si pensamos en las manifestaciones, concurren
distintos sujetos, distintas identidades, desde el narco, el saqueador, el
empleado mal pagado, las mujeres que vienen con sus demandas, entonces
efectivamente ahí hay una discursividad múltiple, y no es que yo avale la
violencia, sino más bien hay que entender por qué pasa que rompen los negocios.
Porque primero hay una violencia del sistema y la violencia mayor es la
desigualdad, con zonas de sacrificio en la ciudad, porque si tú vas a Bajos de
Mena (barrio de Santiago de Chile) es realmente impactante cómo
sobrevive la gente.
¿Sería posible encontrar un sujeto como
el Padre Mío en el Chile de ahora?
Más allá de todo lo que se reorganizó
fue lo comunitario, que estaba completamente roto y fragmentado por el
neoliberalismo y su selfie, donde si tú quieres sacarte una foto ni
siquiera necesitas un fotógrafo, es tu imagen y tú, y eso fue el programa
neoliberal estadounidense. Entonces pienso que siempre las comunidades son
heterogéneas y que tenemos que entender que hay una adversidad en la que todos
los sujetos concurren, y en ese sentido pienso que, por ejemplo, el lunes 18 de
octubre en la marcha estaría con esta comunidad adversa, donde llegan voces
distintas que sacan la ira, y bueno, la ira siempre ha sido destructiva,
entonces no se puede pensar la ira constructiva porque es ridículo.
En El Padre Mío están incubadas muchas
voces, porque él habla de cuestiones internacionales, habla de arriba, al
medio, abajo, y eso tiene de fascinante cuando un discurso sube y de pronto
llega a lugares más populares. Por eso el componente comunitario hoy en día no
hay que pensarlo en términos de una política de exclusión social, sino al
revés, de inclusión y va a tener que incluir aquellas zonas más conflictivas
que tiene este aparato social. La alcaldesa de La Pintana, en las
reuniones que ha tenido con los chicos, escuchó que quieren ser narcos cuando
grandes. Habría que pensar qué hacer con estos niños que quieren ser
narcos. Esto es nuevo para Chile, pero no para el mundo que viene de
vuelta. Pero para estos chicos su horizonte ya no es ser médico ni abogado. No,
quieren ser narcos, porque ven allí el único modelo que hay, porque se
retiraron los partidos políticos.
Pienso en tu respuesta y vuelvo a
preguntarme si sería posible un Padre Mío en tanto reproductor de discursos,
porque lo que hoy existe en Chile es una serie de productores de discursos que
se reúnen en Plaza Dignidad y otros lugares de protesta. No es que la gente se
crea o discuta lo que le dice el gobierno o los partidos, sino que directamente
plantea una agenda propia, porque el gobierno y los partidos ya no tienen
autoridad para generar agenda.
El 2011, con el levantamiento de los
jóvenes estudiantes que exigían la gratuidad y donde estaban Camila Vallejo,
Giorgio Jackson y Gabriel Boric (que ahora es candidato a Presidente), estaban
todas las federaciones de estudiantes del país; esas federaciones eran
distintas (desde anarquistas a más centristas), y estas son las que inician las
asambleas y el tema de los territorios. De hecho Camila Vallejo, que era la voz
de ese movimiento, viaja a los territorios a reunirse con las federaciones de
estudiantes a lo largo del país. Sin embargo, estos estudiantes tenían un grave
problema con lo que llamamos la primera línea, de hecho cuando aparecía la primera
línea, que eran estos encapuchados que durante el estallido social se
enfrentaban a Carabineros (y yo vi una escena televisiva que daba cuenta de
esto), los propios estudiantes perseguían a la primera línea, porque ellos
querían una protesta como una mezcla de performance, espectáculo y demanda.
Cuando vino el estallido lo que fue muy
interesante fue la reversión, es decir cómo esa antigua primera línea se
transformaba en símbolo y en un icono, una leyenda y yo diría parte de una
novela callejera. Se generaron una serie de personajes en las protestas, que
acompañaban a esa primera línea. Y digo esto, porque este tiempo que estamos
viviendo tiene cuotas de esquizofrenia, en el sentido de que el esquizofrénico
es habitado por distintas voces, y están las voces que piden No + AFP (que es
una voz más reconocible y más histórica) y están las voces que se van contra la
estatua de Baquedano y quieren derribarla (la mayoría no sabe quién es
Baquedano y no importa que lo sepan). Entonces hay que atender cierto grado de
locura que cruza estos espacios. Siento que hay un cerebro que está habitado
por voces, en esta área de reclamo.
La ultraderecha
¿Y cuáles serían las voces que habitan
a la derecha chilena?
La derecha tiene otras voces, a mi
entender, terribles, en la cual José Antonio Kast [candidato presidencial de la
ultraderecha] representa ese orden maníaco, enfermizo; él tiene nueve o no
sé cuántos hijos y dice que consideraría a una persona gay, pero lo que le
pediría a esa persona es que fuera casto toda su vida, y esto lo dice
públicamente. Y en ese sentido lo dice porque, según él, ha evolucionado.
Y su mujer, para completar el cuadro, cuenta, también de manera pública, que la
primera cita entre ellos consistió en ir a misa. Y él encarna una derecha que
avanza hacia los centros de poder. Yo creo que habría que pensar que estamos en
un periodo anómalo, loco digamos, que alguien se atreva en un momento de
escisión, en un momento de afirmación de las identidades, y no sólo se atreva,
aparezca, con sólo aparecer basta, o sea los futuros castos deberían votar por
él y ser castos toda su vida. Entonces pienso que El Padre Mío, dándole énfasis
a otros aspectos, es más vigente ahora que antes, porque este tiempo es muy
caótico y tiene mucha fuerza.
Hablando de esta nueva derecha
sudamericana, se trata de una que reivindica abiertamente las dictaduras, que
considera al feminismo como la dictadura de lo políticamente correcto, que es
abiertamente neoliberal, que no está a favor del respeto de los derechos humanos
o propone el “empate”, porque los militares son poco menos que víctimas de una
justicia injusta. ¿Esta nueva derecha es un tanto extravagante, loca o
peligrosa?
Esto es muy visible en el caso de Kast,
piensa que su papá era nazi, con uniforme y con fotos de nazi, y estuvo
gravemente involucrado en el caso de los campesinos de Paine, donde hubo
decenas de muertos. No se dictaminó nada contra él, porque murió durante el
juicio. Por supuesto su familia apoyó a Pinochet, pero él condena la
violencia de la primera línea. Entonces es asombroso que la población no
vea esto, y dentro de la población también haya mujeres que van a votar por
Kast, y eso implica trabajar en contra de ellas, y eso pasa porque sus
imaginarios también están colonizados por estas dominaciones, que son
producidas por un binarismo. Es decir que los oprimidos van a votar por su
opresor.
Entonces es asombroso que la población no vea esto,
y dentro de la población también haya mujeres que van a votar por Kast, y eso
implica trabajar en contra de ellas, y eso pasa porque sus imaginarios también
están colonizados por estas dominaciones, que son producidas por un binarismo.
Es decir que los oprimidos van a votar por su opresor.
Van a votar por su “amo”.
Sí, porque están cautivas. De ahí retomando
a Frantz Fanon, quien mejor ha pensado la colonización, señala que no hay
descolonización sin desorden, y el desorden también conlleva violencia.
Entonces esa violencia, que la derecha majaderamente castiga, es la que
permitió que se esté redactando la Constitución, pero como después de que se
redacte hay un plebiscito de salida, la estrategia de esta derecha es que se
rechace. En fin, hay una serie de micro y macro políticas y, por otro lado, el
cuerpo de las mujeres pasó a ser una zona política, lo que me parece muy
interesante, porque fue un momento en que dijeron no, y no, para ellas decidir
y no ser decididas. Pero no podemos dejar de pensar que si somos las mujeres la
mitad del mundo, por qué ciertas cosas siguen en ese nivel discriminatorio y uno
tendría que pensar, como venía diciendo, en términos de colonización por parte
del sujeto masculino, que en una de sus partes construye a lo femenino, como
construyó a su esposa Kast y la hace novia desde ir juntos a misa, tener estos
nueve hijos, que ya uno no sabe si es por una obligación marital o tiene que
ver con el deseo.
El sobrino de Kast, que es diputado por
un partido pequeño de derecha, para un 8 de marzo se vistió de mujer para
demostrar, según él, su adhesión a las mujeres. Pero más allá de eso, si
salimos de ese novelón y ese gesto kitsch, lo que podemos ver ahí
es que se puso en escena un deseo travesti, ¿pero por qué se puso allí un deseo
travesti? Para eso no hay mirada en la derecha, sencillamente no lo ve. Y esta
carencia de mirada también es aplicable al presidente Piñera, que fue electo
dos veces por una población que creyó que por ser rico “no nos va a robar”,
pero si analizamos cómo construyó su riqueza, nos damos cuenta de que la
construyó robando. Hay que pensar entonces y darle más vuelta a lo esquizo que
recorre este momento chileno. Se movió el piso, pero todavía no se
estabiliza.
Las élites
Me gustaría que hablaras de ese
discurso económico que traspasaba las fronteras hasta el estallido social y nos
colocaba como ejemplo de América Latina. ¿En qué medida ese discurso económico
neoliberal también ha sido colonizador, tanto para los chilenos que vivíamos en
el país como para los que nos veían desde Argentina, Uruguay o Colombia? ¿Y por
qué crees que ese discurso, que instaló un modelo, no termina de morir?
Hay que remontarse a los 90: el
arribismo y lo que fue la farra noventera. A principios de los 90, con el
regreso de la democracia, se objetualizó todo, aunque venía el modelo desde
antes, y lo que planteó esta gente, me refiero a cierta élite, es que la
democracia era el mercado o, para decirlo más claramente, el mercado era la
democracia. Por lo tanto tú al acceder al mercado ya estás en una instancia
democratizada, pero lo que los compradores no advertían es que lo que ellos
compran son intereses, me refiero a que los objetos que esos compradores
adquieren tienen, aún ahora, unos intereses desmesurados y, si ellos no pagan,
prácticamente su ciudadanía se suspende, porque no pueden alquilar una casa,
porque no pueden salir del país, en fin si tú no pagas, vas perdiendo derechos.
Es como quedar preso como los presos que no tienen derechos ciudadanos. Pero el
crédito es una forma de esclavismo, porque es tu cuerpo, no tu salario, el que,
si no pagas, no puede circular, y eso fue lo que explotó, porque la gente no
podía pagar la universidad, porque las viviendas que entregaba ese modelo eran
mínimas y de mala calidad. Mientras el Estado llegaba a delirios, como
privatizar el mar y todas las riquezas mineras para beneficio de las pesqueras
y las mineras trasnacionales. Entonces ese mercado, esa ilusión de democracia,
a través de la objetualización de la vida, fue muy costosa, y la ciudadanía
dijo en un momento: “No doy más”. La gente vivía apenitas, jugando con su
tarjeta de crédito.
¿Qué responsabilidad tuvieron en el
estallido las élites culturales que siguen diciendo que con las manifestaciones
no se respetaron las veredas, como si un trozo de cemento fuera más importante
que la vida humana?
En cuanto a las élites culturales, es
muy complejo el tema, porque los 90 fueron proclives a plantear nuevos
sujetos más ligados a la cultura, en cierto modo se farandulizó un poco la
figura del escritor y diría que no hubo tensiones, no hubo un discurso tenso en
parte importante de la cultura. Es decir que lo que cocinó la élite fue menos
crítica, menos preguntas incómodas, y después en los 2000 vino otra generación
que más bien buscó instalarse y para eso hizo una gran operación que consistió
en borrar la dictadura, con lo que de paso se redujo la discusión cultural.
Entonces se llegaban a absurdos como discutir quién era mejor poeta, si Nicanor
Parra o Pablo Neruda. Una cuestión realmente penosa, porque dejaron
experiencias literarias muy poderosas afuera o en los guetos. No hubo pasado,
no hubo memoria. Quisieron partir también de otro lugar, había que inaugurar
otro espacio, con protagonismos personales, no colectivos, sin pasado y, como
dije, el gran dilema era quién era mejor poeta. Entonces rearmar la historia
también es una tarea del frente cultural, porque esa historia existe y porque esa
historia produjo resistencias y sujetos más complejos. Yo, por ejemplo, sigo
muy encima de Marta Brunet y de Carlos Droguett y por abajo del Cachetón
Pelota, de Armando Méndez Carrasco, pero las élites los han negado, porque
tenían un discurso antiburgués, de farra y de la noche.
Boom de escritoras
Tú estás planteando un ejercicio de
memoria, pero quiero cambiar de tema y preguntarte por el boom de escritoras
que hay en América Latina. Lo que no hay duda es que hay muchas mujeres
escribiendo, pienso en Mariana Enríquez, Samanta Schweblin y Selva Almada en
Argentina, Mónica Ojeda y Daniela Alcívar Bellolio en Ecuador, Lina Meruane y
Nona Fernández en Chile, Carolina Sanín en Colombia. ¿Pero hay un boom y sería
adecuado usar este término?
Si hablamos de boom estaríamos usando
un término prestado. Es evidente de que hay una mayor visibilidad en las
escritoras y hoy, gracias a la globalización, hay más facilidades para
traspasar fronteras y, por otra parte, las mismas autoras viajan más. Antes
aquí una viajaba a Argentina y te hacían una despedida. Ahora viajar se ha
democratizado y hay nuevas tecnologías que permiten una mayor comunicabilidad,
independientemente que todavía el libro siga encerrado en sus fronteras. Es más
fácil que viaje el autor a que viaje el libro. Pero como tú muy bien dices, hay
que detenernos a pensar por qué boom, porque el boom
latinoamericano fue muy excluyente. Con él se instala la literatura más
profesionalizada: el escritor comienza a tener agente literario, está presente
en los suplementos culturales, y con eso llegan las conferencias, las
traducciones, en fin se arma un paquete mucho más organizado, que no había
experimentado nunca la literatura latinoamericana que, si bien había tenido
grandes escritores y grandes escritoras (Elena Garro en México, Silvina Ocampo
en Argentina, etcétera), eran conocidos dentro de un universo más letrado. Y
esta profesionalización ocurrió lamentablemente, y esto lo digo yo
que tengo una visión un poco más chiflada de la literatura, porque con esa
profesionalización se dejó de lado esa libertad y esa audacia, que
necesariamente era y es importante para el campo literario.
Nadie puede desconocer que esa camada
de escritores era interesante, pero había otros, como Rulfo, como Borges, y
podríamos estar todo el día nombrando autores que no integraron el boom. Esto
demuestra que el mapa del boom se escribió en base a la exclusión, pero también
demuestra la capacidad para inventarse narrativamente.
Ahora en ese momento era claro que hablábamos de literatura, hoy
hablamos de literatura de mujeres, entonces hay literatura y literatura de
mujeres, y si hablamos así, recuerda que occidente trabaja en órdenes binarios
y si es binario siempre uno se va a poner sobre otro (bajo/alto, blanco/negro,
femenino/masculino), entonces cuando tú hablas de literatura de mujeres y de
literatura, está claro que ahí hay una discriminación. Hay, de hecho,
muchos congresos de literatura de mujeres o de escritoras, pero la pregunta que
te hago a ti ahora: ¿has ido alguna vez a un congreso de literatura de hombres?
No.
Yo tampoco, y creo que la respuesta es
no, porque no es necesario, entonces está muy bien la visibilidad de las
mujeres, que en Latinoamérica siempre han escrito. Si pensamos el caso chileno,
Rosario Orrego escribió su primer libro antes que Alberto Blest Gana; Blest
Gana es considerado el primer narrador chileno, pero en realidad es Rosario
Orrego, que tiene una escritura muy interesante. No es no haya habido
escritoras, siempre hubo, lo que pasa es que el sistema es muy complejo. Pero
ahora con este orden neoliberal hay que tener cierto cuidado con el mercado,
porque el mercado se apropia de todos los dilemas y luego los banaliza para
construir modas.
Yo creo que el ejemplo más claro del
boom de mujeres está ahora en el Premio Planeta.
Los tres varones que están detrás de
una mujer…
Son un team que organiza, fríamente,
novelas y que funciona desde el 2018, firmando novelas como Carmen Mola, pero
en realidad son ellos. Podríamos pensar que era parecido a lo que hacían las
mujeres cuando usaban seudónimos de hombres, pero no, esto es una estrategia
meramente de mercado. Ellos entienden bien el mercado, que no es necesariamente
transparente, y es el mercado produciendo mujeres como boom. Y ahí tenemos a
estas tres falsas mujeres que ganaron ese premio de un millón de euros, pero
para eso necesitaban de este boom, incluso esta supuesta mujer decía que no
quería dar entrevistas, porque tenía sus hijos y, como las novelas eran bien
pasadas para la punta, no quería hablar porque decía que no quería involucrar a
su familia. ¡Y eso era todo falso, eran estos tres hombres!
Quiero decir que es paródico, se
ríen de las mujeres, por decirlo de alguna manera, pero a la vez descubren una
mecánica del mercado. Ahora mi interés está en que haya mujeres mucho más
visibles para el resto. Reitero siempre hubo grandes autoras. Pero yo, y esto
ya lo he dicho antes, pienso que hay que ir más allá del binarismo, hay que
desbiologizar la letra.
Sé que lo has dicho en otras
entrevistas, pero podrías explicar esto.
Se trata de hacer que la letra y su
estética ordenen los senderos de la lectura, no el sexo de los autores, que eso
es un dato. Pero en este momento la letra está biologizada, genitalizada. ¿Y
cuál sería el horizonte? Llegar a un horizonte no binario y democrático, eso
sería. Por supuesto que ese es un horizonte ideal, para el que antes tienen que
romperse todos los binarismos. Recordemos además que nosotras las mujeres
ganamos menos por hacer el mismo trabajo y, para que ganemos lo mismo, los
economistas más optimistas dicen que eso podría tardar ochenta o noventa años.
Entonces es un camino largo.
¿Esta sería una visión feminista de la
literatura, llegar a esta igualdad?
Sí, yo pienso que deberíamos llegar a habitar un territorio común donde la protagonista sea la letra. Ser escritora no garantiza nada y ser escritor tampoco, hay que ver sus proyectos, leer sus poéticas.
(LATFEM / 6-10-2021)
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