TIEMPO Y ESPACIO EN LAS NOVELAS DE GOETHE (8)
La cita anterior es muy
característica. Lo importante en ella, para nosotros, no es la presencia de una
cierta influencia del pensamiento de Rousseau (la contraposición del tiempo de
la naturaleza y la creatividad -“las siempre clásicas cumbres del período antiguo
de la existencia de la tierra” y un valle fértil- a la historia humana con sus
guerras y desvataciones). Lo que importa es otra cosa. Aquí, en primer lugar,
se manifiesta el repudio característico que sentía Goethe en relación con un
pasado enajenado, pasado en sí y para sí, o sea aquel pasado que sería
el tema predilecto de los románticos. Goethe quiere ver los vínculos necesarios
del pasado con un presente vivo, quiere comprender el lugar necesario que
ocupa el pasado en el proceso permanente del desarrollo histórico. Un
pedazo aislado y enajenado del pasado es para Goethe un “fantasma”
profundamente repulsivo y horrible. Es por eso por lo que opone a esa clase de “fantasmas
desaparecidos” los pedacitos de piedras de la orilla del arroyo, porque los
pedacitos son capaces de dar razón del carácter de toda la región montañosa y
del pasado necesario de la tierra. Se le presenta con claridad todo aquel
proceso prolongado cuyo resultado apareció como algo necesario en forma de los
guijarros hic et hoc en la orilla del arroyo, el origen de los guijarros
es claro, es clara su edad geológica, se determina su lugar en el desarrollo
ininterrumpido de la tierra. Ya no existe la mezcla mecánica y fortuita del
pasado con el presente: todo tiene un lugar fijo y necesario en
el tiempo.
En segundo lugar (y este
viene a ser un rasgo muy importante en la visión del tiempo histórico propia de
Goethe), el pasado mismo ha de ser creativo, ha de ser actual dentro
del presente (aunque sea en un sentido negativo, indeseable). Un pasado
creativamente actual, que determine el presente, diseña, junto con el presente,
el futuro, define en cierta medida el futuro. Así se logra la plenitud del
tiempo, una plenitud evidente y visible. Esta clase de futuro, pero a
escala microscópica, fue vista por Goethe cerca del pueblo de Einbeck. Este
pasado, en forma de plantaciones de árboles, seguía viviendo en el presente (en
este caso concreto, aun al pie de la letra, porque los árboles plantados
seguían viviendo y creciendo, determinando el presente, dando un aspecto
determinado al pueblo de Einbeck y, desde luego, a escala microscópica influían
sobre el futuro.
Vamos a poner de relieve
otro aspecto en nuestro ejemplo. La visión histórica de Goethe siempre va
apoyada de una percepción profunda, minuciosa y concreta de la región (Localität).
El pasado creativo debe manifestarse como necesario y productivo en las
condiciones de una región determinada como una humanización creadora de la
región que había convertido un pedazo de espacio terrestre en el lugar de la
vida histórica de los hombres, en una parcela del mundo histórico.
Una región, un paisaje
que no tengan lugar para el hombre y para su actividad creadora, que no puedan
ser poblados y edificados, y tampoco puedan ser arena de la historia humana a
Goethe le resultan ser ajenos y antipáticos.
En su época, como es sabido, fue una afición común la naturaleza salvaje, el paisaje virgen e inaccesible al hombre, predilección tanto literaria como pictórica. Goethe sentía una profunda antipatía hacia todo aquello. También en sus épocas posteriores Goethe manifestaba una actitud negativa hacia las tendencias análogas que aparecían también en un contexto realista.
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