por Matías Loja
Paulo y Leonardo. Uno, maestro; el otro, uno de los fundadores de la
Teología de la Liberación. Uno formador de maestros, el otro, teólogo y
ecologista. Pero ambos educadores brasileños que comparten la opción
preferencial por los pobres para su liberación. “Ser libre no para imitar al
opresor sino para ser protagonista de otro tipo de sociedad en la cual no haya relaciones
de opresión sino de colaboración y amorización”, dice Leonardo Boff.
Los padecimientos de la Madre Tierra, la pobreza y la desigualdad son
algunos de los temas que ocupan su agenda actualmente, donde se lo ve muy
activo a través de charlas y conferencias desde su casa en Jardim Araras, en
las afueras de Petrópolis. “La ecología integral y la teología de la liberación
tienen algo en común: ambas parten de un grito”, escribió en Reflexiones
de un viejo teólogo y pensador (Editorial Trotta), uno de sus últimos
libros. Boff es además doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de
Rosario (UNR).
A cien años del nacimiento de Freire, Leonardo Boff dialogó con La
Capital y regaló anécdotas de su vínculo con el educador, destacó el
legado de sus principales libros y la vigencia de algunas de las frases más
recordadas del pedagogo. Entre ellas, que “educar es un acto de amor”.
¿Cómo era Paulo Freire? ¿Puede contar
alguna anécdota con él?
Paulo Freire era una persona que vivía concretamente lo que enseñaba:
profunda humildad, capacidad de escucha del otro y con una amorosidad visible,
palabra que le gustaba usar más que sencillamente amor. Yo lo conocí mejor
cuando trabajábamos juntos, una vez al año, en la semana de Pentecostés en
Nimega (Holanda). Era un grupo de unas 25 personas, entre teólogos, filósofos,
sociólogos de frontera como Hans Küng, Rahner, Congar, Metz y otros. El
propósito era preparar los diez números de la revista internacional Concilium
que todavía sale en siete lenguas. Yo era el más joven representando a América
Latina. Había una comisión de expertos de otras áreas que acompañaba las
sesiones. Paulo Freire trabajaba en el Consejo Mundial de Iglesias en Suiza y
era responsable por la temática de la educación en el mundo. Durante varios
años nos encontrábamos allá en Nimega y se estrechó una gran amistad,
continuada después en Brasil cuando pudo volver del exilio. Recuerdo que me
pedía siempre que le lleve una botella de jugo de cereza. Era la forma de
sentirse en su tierra. Abrazaba la botella y lloraba de saudade.
¿Cuál cree que es su mejor legado?
El mejor legado es su método mundialmente apreciado y que fue asumido
por la Teología de la Liberación. Para él toda educación es una construcción
colectiva, entre todos, simultáneamente enseñantes y aprendientes. Todos son
portadores de algún saber y deben ser escuchados. Entonces, lo primero es
escuchar al mundo y al otro. Es escuchando el mundo que aprendemos. Leer antes
el mundo, después leer las letras. Ignorante es aquel que piensa que el pobre
es ignorante. El pobre sabe y debe ser oído. De ahí nace el diálogo que
posibilita la construcción colectiva del saber. Partir siempre de abajo, del
nivel de conciencia de las personas y por el diálogo crecer juntos. La
educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo.
Educar es un acto de amor y sin amor no hay saber que humanice las relaciones
humanas.
¿Hay vínculo entre la pedagogía de la
liberación y la pedagogía del cuidado de la Madre Tierra?
Paulo Freire abordó el tema ecológico solamente al final de su vida,
porque al tiempo que elaboró la Pedagogía del oprimido y La educación
como práctica de libertad, sus dos obras clásicas, no era todavía
relevante. Al final incluye en la educación el cuidado por la Madre Tierra,
dándose cuenta de las amenazas a que está sometida. Creó el verbo “esperanzar”,
la acción que suscita la esperanza operativa y lo viable posible (expresión
frecuente suya) para llegar “a una sociedad menos malvada que no haga tan difícil
el amor”. Dentro de este amor hay que incluir a la Madre Tierra sin la cual no
hay futuro para la humanidad.
¿Qué significa hoy pensar en la liberación en una región tan desigual y
de tanta pobreza como la latinoamericana?
Todo proceso educativo de Paulo Freire parte de esta cuestión de la
situación de pobreza y desprecio generalizado a los pobres. Su libro Pedagogía
del oprimido es expresión de esta preocupación. No es una Pedagogía para el
oprimido sino al revés: es cómo el oprimido toma conciencia de su opresión,
cómo tiene dentro de sí introducido el opresor que lo domina y como extraerlo
para ser libre. Ser libre no para imitar al opresor sino para ser protagonista
de otro tipo de sociedad en la cual no haya relaciones de opresión sino de colaboración
y amorización. Si el pobre no se concientiza de la causa de su
opresión y junto con otros no lucha para liberarse nunca saldrá de la situación
de pobreza. De ahí que Paulo Freire acuñó la expresión “concientización”, que
es mucho más que una toma de conciencia. Es la acción de crear conciencia de su
opresión en función de su liberación.
¿Cuál es el mejor homenaje que se le puede hacer a Freire en este
centenario?
Para el centenario de su nacimiento se están haciendo debates y encuentros por internet (lives) en todo el mundo especialmente en Brasil. Dada la situación mundial degradada en la cual crece el número de pobres, es importante el método de Paulo Freire: partiendo de los oprimidos mismos, que ellos descubran las causas de su opresión, sueñen con otro tipo de sociedad y se organicen para seminalmente realizarla. Esta tarea es urgente especialmente ahora bajo el Covid-19, que ataca especialmente a los pobres. Ellos tienen que organizarse solidariamente para poder sobrevivir.
(LA CAPITAL / 18-9-2021)
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