por Santiago Llach
Hasta sus 42 años se lo consideraba un diletante. En el final de su vida, urgido por la enfermedad, se embarcó en la escritura de “En busca del tiempo perdido”, obra monumental que anuncia modos de concebir el arte y las relaciones sociales y sexuales aún vigentes. Retrato de un escritor clave y una guía para “proustómanos”
A 150 años de su nacimiento y 99 de su muerte, Marcel Proust está vivo. En abril de este 2021, la editorial Gallimard publicó Les soixante-quinze feuillets, el Santo Grial de Proust: setenta y cinco páginas de un manuscrito que estuvo perdido durante cincuenta años y que se considera la semilla de À la recherche du temps perdu (En busca del tiempo perdido). En mayo, las filiales de Penguin Random en español publicaron El remitente misterioso, la primera traducción de unos relatos también inéditos que fueron dados a conocer en francés en 2019. Casi todos los meses, sobre todo en este año de aniversarios redondos, se publican libros sobre Proust: en la Argentina acaba de salir por Cactus un libro del escritor y artista Pierre Klossowski.
A 150 años de su nacimiento y 99 de su muerte, Marcel Proust está vivo.
En abril de este 2021, la editorial Gallimard publicó Les
soixante-quinze feuillets, el Santo Grial de Proust: setenta y cinco
páginas de un manuscrito que estuvo perdido durante cincuenta años y que se
considera la semilla de À la recherche du temps perdu (En
busca del tiempo perdido). En mayo, las filiales de Penguin Random en español
publicaron El remitente misterioso, la primera traducción de unos
relatos también inéditos que fueron dados a conocer en francés en 2019. Casi
todos los meses, sobre todo en este año de aniversarios redondos, se publican
libros sobre Proust: en la Argentina acaba de salir por Cactus un libro del escritor
y artista Pierre Klossowski.
La obra de Proust es un virus, un campo magnético pregnante, un modo
contagioso de mirar el mundo, un texto en movimiento, nunca definitivo, siempre
abierto al goce y a la interpretación. Es célebre la extensión de su novela en
siete volúmenes En busca del tiempo perdido, como también la
extensión arborescente de sus oraciones. ¿Es un documento legible en esta época
de lectura breve y a los saltos? ¿Qué tiene para decirnos hoy? ¿Quién fue su
autor?
La respuesta, rápida, es que sí, que sin duda vale la pena leerla
hoy. Proust inaugura modos de narrar, de pensar y de vivir. Su obra
es un exhibit sobre la libertad sexual y la neurosis, una
investigación monstruosa y morbosa sobre la identidad, sobre el yo y el otro
yo, sobre los códigos sutiles de la sociabilidad y los mecanismos de la
movilidad social, un museo del chisme como mecanismo de la reproducción
social, un testamento sobre los celos, el homoerotismo y lo que hoy
se llama identidad de género, sobre la aspiración estética como
sustituto del éxtasis religioso, una historia del fin de la Belle Époque y una
novela sobre la guerra y la paz.
Marcel
Proust nació el 10 de julio de 1871
en Auteuil, una zona al Oeste de París que había sido residencia de descanso de
reyes. Su padre, Adrien Proust, fue un epidemiólogo reconocido, y
su madre, descendiente de una familia judía rica de Alsacia, le inculcó el amor
por la literatura y -uno de muchos parecidos de la vida de Proust con la de
Borges- lo ayudó a traducir del inglés la obra del crítico de arte John
Ruskin, en la que Proust se detuvo largamente para macerar su obra maestra.
Desde niño,
Marcel tuvo problemas de asma, y los problemas de salud lo acompañarían durante
los escasos cincuenta y un años de su vida. La sexualidad de Proust es objeto
de discusión de sus biógrafos, que generalmente dan por sentada su
homosexualidad, aunque subrayan que tuvo también relaciones con mujeres, y hay
quien no se priva de señalar que llegaba al orgasmo haciendo que unas ratas pelearan
en su presencia. Se conoce la identidad de varios de sus amores, pero
el más famoso de todos ellos es Alfred Agostinelli, un joven taxista a quien
Proust le regaló un avión en cuyo fuselaje hizo pintar unos versos de Mallarmé. Agostinelli
(¿hay una muerte más romántica?) cayó al Mediterráneo en ese avión, y Proust lo
tomó de modelo para construir el personaje de Albertine, una de las
protagonistas de la Recherche.
De joven,
Proust era visto como un diletante y un advenedizo, y su obsesión por convertirse
en escritor reconocido se topaba con su falta de disciplina y su mente y su
estilo digresivos. Proust no reparaba en convenciones en sus intentos por
lograr establecerse como escritor: está probado que más de una vez
intentó sobornar a críticos literarios. Según confesión del
propio André Gide, el escritor y editor de las ediciones de
la Nouvelle Revue Française -denominada más tarde Gallimard-,
la mala fama personal de Proust influyó para que le fuera rechazado el
manuscrito de Por el camino de Swann, el primer volumen del
libro que todo proustiano avezado llama simplemente la Recherche.
Hasta la publicación de ese volumen en 1913, sólo había publicado un
libro, Los placeres y los días, en 1896, que apenas si había
llamado la atención.
En 1903 murió
el padre de Proust y en 1905 la madre. Le dejaron una fortuna considerable.
Proust era hasta entonces un escritor inconcluso. Hacia 1906 se embarcó en la
escritura de la Recherche, que le demoraría dieciséis años,
hasta pocos meses antes de su muerte, el 18 de noviembre de 1922. En vida de
Proust se publicó hasta el cuarto volumen de su gran obra, el escandaloso Sodoma
y Gomorra. A la sombra de las muchachas en flor, el
segundo, se publicó en 1919 sí en Gallimard, gracias a la insistencia de un André
Gide ahora suplicante, y obtuvo el premio Goncourt. La saga de la Recherche terminaría
de publicarse recién en 1927, al cuidado de Robert, hermano de Marcel. Proust
no llegó a corregir los últimos tomos, por lo que se puede decir que nunca dejó
de ser un escritor inconcluso. Su obra maestra comenzó a hacerse famosa hacia
el final de su vida; Proust pasó sus últimos años encerrado en una habitación
recubierta de corcho, corriendo una carrera contra la enfermedad para poder
terminarla.
La historia que
cuenta la Recherche es la de un hombre que quiere
hacerse escritor. Desde un presente acerca del cual se nos dice muy poco hasta
casi el final, el hombre ya maduro recuerda su vida en orden cronológico. Ese
hombre, al que críticos y lectores suelen llamar el Narrador aun cuando en dos
ocasiones se nos dice que se llama Marcel, es un niño sensible y enfermizo,
dependiente de su madre, que a medida que crece se enamora dos veces de manera
obsesiva y celosa, se hace amigos y sobre todo se integra a la sociabilidad de
las clases altas parisinas. Al mismo tiempo, cultiva su sensibilidad estética,
y sus seres queridos poco a poco irán muriendo. En la novela no pasa mucho, y
Proust es capaz de detenerse doscientas páginas en la detallada descripción de
una reunión social.
Lo que más
conocen de la obra quienes no la han leído es la escena de la magdalena que el
Narrador moja en un té y cuyo sabor lo lleva a una epifanía relacionada con
haber sentido ese mismo sabor en la infancia, a partir de la cual desarrolla
por primera vez la teoría de la memoria involuntaria. Esa teoría, que es a la
vez una teoría sobre la percepción y sobre el arte, sostiene que la
recuperación de los recuerdos (y también una obra literaria que la lleve a
cabo, que es, nos iremos dando cuenta, la que estamos leyendo) no puede ser
parte de un plan deliberado.
Era el dilema
que padecía el propio Proust. Por un lado, antes de embarcarse en la escritura
de la Recherche lo que hizo fue practicar su voz, su
tono, su estilo. Una de las maneras de practicarlo fueron sus famosos
pastiches, textos en los que parodiaba el estilo de escritores franceses del
siglo XIX como Flaubert o Balzac. Ese ejercicio de construcción de su estilo en
réplica consciente del estilo de sus predecesores es un buen ejemplo de lo que
el crítico norteamericano Harold Bloom llamó “la ansiedad de
la influencia”: un escritor construye su identidad de autor en combate con sus
precursores. El estilo profuso al que arriba Proust en la Recherche,
“el Nilo del lenguaje”, tal como lo llama Walter Benjamin, es un estilo
que va contra la norma, que extiende las concatenaciones de la sintaxis más
allá del límite de lo aceptable, sin por eso renunciar a la elegancia, la
persuasión ni la legibilidad, por más esforzada que esta deba ser.
“Esta idea de
que hay una lengua francesa al margen de los escritores y que uno protege”,
dice Proust en Contra Saint-Beuve, “es inaudita. Todo
escritor está obligado a construirse su propia lengua. La única manera de
defender la lengua francesa es atacándola.” La Recherche es
una obra contra la norma que presta atención plena al lenguaje, y es una
bomba estilística que recrea el lenguaje francés. El citado Contra
Saint-Beuve es otro libro inconcluso. Hacia 1908, cuando ya había
empezado a tomar apuntes para la Recherche, Proust empezó a
planificar un libro, y dudaba si sería un ensayo o una narración. El título de
ese libro prometía una invectiva contra el famoso crítico Charles
Augustin Saint-Beuve, es decir que podía llegar a ser una novela en contra
de un crítico literario. Esa hibridez entre el ensayo y la narración sobrevuela
también la Recherche. Como dijo el crítico George
Steiner, la mente de Proust se halla “entre las más analíticas e informadas
de las que tenemos constancia”. Cuando uno lee la Recherche,
siente que está ante un psicólogo y un sociólogo impresionista capaz de
desarrollos más profundos sobre el género humano que cualquier cientista
social. Otra vez igual que Borges, Proust es un narrador/crítico literario, y
su influencia será duradera en ese sentido: la obra de Roland Barthes,
y de la gran crítica y filosofía francesas del siglo XX, parecen erigirse a la
sombra de ese Proust lector.
Tras encontrar
su voz a lo largo de décadas de minuciosa disputa con sus precursores y
rivales, Proust vence finalmente sus inseguridades de escritor y se embarca en
el armado de la trama narrativa. La fineza del tejido de personajes es notable
en la Recherche; ése es el punto donde la voluntad de
control le gana a la memoria involuntaria. Hay algunos personajes que
desaparecen durante dos tomos y vuelven a aparecer, siempre convertidos en otra
cosa (porque uno de los rasgos principales del modo narrativo de la
novela es que nada es lo que parece, que siempre hay capas y capas de
impresiones sucesivas producidas por cosas y personas).
Proust da en
la Recherche un giro perdurable, al que podemos llamar
el giro autobiográfico. Por supuesto que Proust es un hijo de su tiempo,
y su obra maestra forma parte de una serie de exploraciones literarias
monumentales de la subjetividad, como el Ulysses de Joyce, la
obra de Kafka (sobre la cual también sobrevuela lo inconcluso), la de Virginia
Woolf y la de William Faulkner, entre otras. La de Proust, sin embargo, es
en algún sentido la más sutil en la ruptura con la novela realista de narrador
omnisciente tan característica del siglo XIX. La obra de Proust recoge las
ambiciones sociológicas de Balzac o de Tolstoi, y por momentos (la segunda
parte de Por el camino de Swann) la voz del Narrador se
torna casi omnisciente, como fuera de la acción, en un ejercicio en el que
Proust parece seguir apropiándose del gran recurso decimonónico del “Dios de la
narración”.
Pero, como
señala Gilles Deleuze, la Recherche no es
solamente una exploración de la memoria, sino sobre todo una investigación
(“recherche” puede traducirse también como “investigación”): una investigación
sobre el yo o, como diría el propio Proust, sobre el yo oculto, que es otro que
el yo social. “Una enfermedad inusual, una riqueza poco común y un talento
anormal” hicieron posible la Recherche, dice Walter
Benjamin, que ve en ella “la profundidad del místico, el arte del prosista,
el entusiasmo del satírico, el conocimiento del sabio y la obsesión del
monomaníaco convergiendo en una obra autobiográfica”.
Esa investigación
sobre el yo oculto, ese aprendizaje del escritor, se apoya de manera crucial en
la pintura y en la música. Proust se
detiene morosamente en la contemplación y el análisis de obras, reales e
inventadas, por parte del Narrador. El impresionismo y otros movimientos
influyen decisiva e íntimamente en la configuración de la sensibilidad del
protagonista: se puede decir que la Recherche es una
novela impresionista. Algo parecido pasa con la música, cuya composición e
interpretación juega un papel también crucial en la novela. El Narrador es un
esteta nervioso, y su modo de vivir el arte es casi místico.
Hemingway dijo de un cuento suyo, “El gran río de dos
corazones”, que era un cuento sobre la guerra que en ningún momento mencionaba
la guerra. Algo parecido, con matices, puede decirse de la Recherche en
tanto obra sociológico-histórica. El tiempo narrado va casi desde la guerra
franco-prusiana de 1870 hasta el final de la Primera Guerra Mundial en 1918,
pero si bien los hechos bélicos tienen una influencia decisiva en la vida de
los personajes, a diferencia de las famosas recreaciones de la batalla de
Waterloo por Stendhal en La cartuja de Parma o
de la batalla de Borodino por Tolstoi en Guerra y
paz, nada es contado en el frente, sino que sólo le llegan las noticias
a ese objetor de conciencia de la masculinidad fuerte que es el Narrador.
Los ruidos
de la guerra y de política se escuchan y se narran desde la perspectiva ociosa
de los salones (casi nadie trabaja
en la novela de Proust). Además de Combray, el pueblo al que va de vacaciones
en la infancia, y Balbec, un balneario (objetos ambos de impresionantes
descripciones de escenarios naturales), la gran locación de la Recherche es
el salón, y las grandes heroínas de la novela son las damas de alta sociedad,
cuya sociabilidad ociosa teje la trama de la vida en común. La Recherche es
una épica de la intimidad. Hay tres grandes salones y tres grandes
damas --una antigua prostituta, una burguesa y otra aristócrata--, y por dos de
ellas el Narrador siente en distintos momentos una fascinación que se
parece al amor pero también a la identificación. Proust se sumerge en ese
mundo frívolo y snob y saca de él pepitas de oro de sociología cualitativa y
humanidad desnuda, y recoge con precisión barroca los códigos de la movilidad
social.
En ese mundo en
el que el Narrador (un advenedizo, un trepador social) se introduce como un
moscardón apreciado sobrevuelan dos elementos: el caso Dreyfus y las
sexualidades “invertidas”, dos temas en los que Proust sin duda ponía en
juego su ascendencia judía y sus propias preferencias sexuales.
El caso Dreyfus
(la falsa acusación a un oficial judío francés de espionaje en favor de
Alemania) dividió a la sociedad francesa durante una década larga, y las
observaciones de Proust sobre esa división y sobre las relaciones entre
intimidad, clase e ideología resuenan en nuestra época de politización intensa.
En cuanto a la
sexualidad, el Narrador va descubriendo y develando las sexualidades en el
closet de varios de sus personajes. Roland Barthes (que además caracteriza a
la Recherche como “un proyecto atlético, una energía
descifradora, una búsqueda de esencia”) llama a este movimiento de develación
sexual que tiene lugar en la novela “la pandemia de la inversión”. Proust toma
los términos con que el positivismo designaba a la homosexualidad (“inversión”,
principalmente, pero también “vicio”) y él mismo, como hace con tantos otros
términos, los somete a una torsión, a una inversión. Proust nos deja el chiste
póstumo de que este Narrador tan parecido a él es casi el único personaje que
resiste esta imantación de lo homo.
La Recherche cuenta
una época de libertad sexual y artística en los márgenes que vino a instaurar
formas de ver el mundo que todavía perduran. En esos salones parisinos ardientes
de frivolidad Proust encontró el núcleo original de un gran cambio en las
mentalidades.
La Recherche es
la Novela Total contada en un Estilo Total. Es una novela de una
ambición desmedida que sin embargo cumple con lo que se propone: dar cuenta de
la complejidad de lo real, de los infinitos matices de la relación entre
una subjetividad y el mundo, y de las sutilezas de un largo período histórico.
Las
traducciones al español
El carácter
inconcluso de la obra de Proust parece acompañar a las primeras traducciones al
español. La del poeta español Pedro Salinas y la de la
escritora argentina Estela Canto no fueron terminadas, y las
completaron otras personas. En tiempos más recientes, cuando los derechos de
las obras pasaron al dominio público, dos traductores españoles (Carlos
Manzano y Mauro Armiño) publicaron sus traducciones. Es
difícil establecer cuál traducción es mejor. Los cuatro son esfuerzos
monumentales y aventuras personales de los ejecutores; sería interesante un
estudio acerca de las decisiones tomadas por cada uno, las similitudes y las
diferencias. Las de Salinas y Canto se basan en versiones de la Recherche anteriores
a las más recientes ediciones profesionales, pero tienen el encanto de ser la
voz de Proust a la que nos acostumbramos muchos lectores en castellano. La
edición en tres tomos de Valdemar que publica la traducción de Armiño trae un
cuerpo de notas y dos diccionarios de personas y personajes del mundo Proust
que son realmente útiles.
Aquí, el
comienzo de la Recherche en cuatro traducciones
“Mucho
tiempo me acosté temprano. A veces, nada más apagada la vela, mis ojos se
cerraban tan deprisa que no tenía tiempo de decirme: ‘Estoy durmiéndome’.” (Mauro Armiño, editorial Valdemar)
“Durante
mucho tiempo me acosté temprano. A veces, cuando había apagado la bujía, los
ojos se me cerraban tan pronto que no tenía tiempo de decirme: ‘Me estoy
durmiendo’.” (Estela Canto,
Losada)
“Durante
mucho tiempo, me acosté temprano. A veces, nada más apagar la vela, los ojos se
me cerraban tan de prisa, que no tenía tiempo de decirme: ‘Me duermo’.” (Carlos Manzano, Lumen)
“Mucho
tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía,
cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: ‘Ya me
duermo’.” (Pedro Salinas,
Alianza)
Así escribía
Marcel Proust
“En cuanto a
mí, era algo muy distinto lo que tenía que escribir, más largo, y para más de
una persona. Largo de escribir. De día, a lo sumo podría intentar dormir. Si
trabajaba, sólo sería de noche. Pero necesitaría muchas noches, quizás cien,
quizás mil. Y viviría en la ansiedad de no saber si el Amo de mi destino, menos
indulgente que el sultán Sheriar, cuando por la mañana interrumpiera yo mi
relato, querría sobreseer mi sentencia de muerte y me permitiría reanudar su
hilo la noche siguiente. No es que pretendiese rehacer, en el aspecto que
fuera, Las Mil y una noches, ni tampoco las Memorias de Saint-Simon, escritas
también de noche, ni tampoco ninguno de los libros que había amado en mi
ingenuidad de niño, supersticiosamente vinculado a ellos como a mis amores,
incapaz de imaginar sin horror una obra que sería diferente a ellos. Pero, como
Elstir con Chardin, sólo se puede rehacer lo que se ama renunciando a ellos.
Desde luego, también mis libros, como mi ser de carne, acabarían un día por
morir. Pero hay que resignarse a morir. Se acepta la idea de que dentro de diez
años uno mismo, de cien años sus libros, ya no existirán. La duración eterna no
está más prometida a las obras que a los hombres.”
(De El
tiempo recobrado, trad. Mauro Armiño, ed. Valdemar
Proustómanos:
libros, películas y eventos recientes
*Anne Carson, Albertine.
Rutina de ejercicios (Vasos Rotos Ediciones, 2015). 59 fragmentos
sobre una de las protagonistas de la Recherche, por esta
poeta canadiense experta en lengua griega clásica, autora de una de las obras
literarias más secretamente potentes de la actualidad.
*María
Alvarez, El tiempo perdido (2020). Este documental
registra a un grupo de personas, muchas de ellas adultos mayores, que se reúnen
hace dieciocho años para leer una y otra vez la Recherche.
En este link está el trailer y aquí los protagonistas conversan sobre su
experiencia. Es un maravilloso registro sobre la experiencia de la lectura.
*À la recherche du temps perdu. La Comédie-Française lanzó en noviembre de 2020 esta serie
de videos en los que distintos actores de la compañía estatal de teatro leen,
en francés, En busca del tiempo perdido. Cada video dura
alrededor de una hora, y al 10 de julio va por el episodio 140, ya pasada la
mitad del último tomo, El tiempo recobrado.
*Roman
Polanski, J’Acusse (2019). Este drama histórico
dirigido por el controvertido realizador franco-polaco es muy útil para
entender el Affaire Dreyfus, la falsa acusación a un capitán judío del ejército
francés que dividió de manera duradera a la sociedad francesa y vuelve como una
sombra a cada rato en la Recherche.
*Clive James, Gate of Lilacs (Portón
de lilas). (2016). Clive James fue un famoso
crítico de televisión que tuvo su propio programa en la televisión británica.
Leyó la Recherche en francés sin saber francés, y luego
la leyó consecutivamente cinco veces más, en francés y en distintas
traducciones al inglés. Esta experiencia se convirtió en este hermoso ejercicio
de comentario en verso de la obra de Proust.
*Rubén Gallo, Los
latinoamericanos de Proust (Sexto Piso, 2016). Este académico,
director del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de
Princeton, escribió este libro que aborda de manera genialmente lateral la obra
de Proust, a través de su amante venezolano (el compositor Reinaldo
Hahn), un dandy argentino, un poeta cubano y un pintor y un crítico
literario mexicanos a quienes Proust conoció de cerca.
*Józef
Czapski, Proust contra la decadencia (Siruela,
2012). De memoria, sin tener los ejemplares de En busca del tiempo
perdido, este escritor polaco pronunció estas conferencias sobre Proust
en un campo de prisioneros soviético durante la Segunda Guerra Mundial. Un
testimonio conmovedor de fe en el humanismo literario.
*Eric
Karpeles, Paintings in Proust (Thames & Hudson,
2012). El mejor regalo para un fanático de Proust: un libro bellamente editado
que contiene simplemente una reproducción cuidada de cada cuadro citado por
Proust y el fragmento correspondiente de la Recherche.
*Karl Ove
Knausgård, Mi lucha (Anagrama, 2009-2011). Quizás
el Proust contemporáneo, por una idea de la literatura como experimento
extenuante con bases autobiográficas.
*Marcel Proust, Les soixante-quinze feuillets. Et autres manuscrits inédits (2021). Desde que el editor Bernard de Fallois anunció su existencia en 1954 y hasta su hallazgo en una carpeta en 2017, estas 75 páginas manuscritas en 2008 que son la base de la Recherche estuvieron perdidas. Gallimard las publicó este año.
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