por Agustina Rabaini
"No suelo releerme ni siquiera en una nueva
edición. Si me leyera, posiblemente dejaría de escribir porque recordarse para
mí es castrador", dice la autora uruguaya desde España y por correo, a 40
años de su primer libro de poesía y ante la edición de su poesía reunida en
Argentina por Caballo Negro Editora.
¿Qué no debería
faltarle a un escrito para ser un poema?, le preguntamos en estos días
helados a Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941). "Poesía", contesta
a secas, cuarenta años después de su primer libro de poesía, Evohé,
de 1971. Después de aquel vinieron muchos otros, como La nave de los
locos, Estado de exilio, Indicios pánicos, El amor es una droga dura, Los
museos abandonados, La rebelión de los niños.
Ahora, en Argentina
la editorial Caballo Negro acaba de publicar Detente, instante,
eres tan bello, su poesía reunida. Es un regreso a su voz, que viene
llegando desde España, donde la autora uruguaya reside desde hace mucho
tiempo.
Son varias las
poetas argentinas que celebran la llegada de Detente,instante, eres tan
bello, y la saludan desde la contratapa. “Sarcástica, impiadosa,
descarnada, trató a la poesía como la hembra de otra hembra y escribió con
desparpajo el desgarro del exilio y el deseo lésbico. Lo suyo no es la ternura
ni el lamento, lo suyo es el aullido”, escribe María Teresa Andruetto. La
siguen Sofía de la Vega, Daiana Henderson. Y Elena Anníbali: “Cristina Peri
Rossi es un cuerpo que se alivia en el desborde, una lengua virando hacia el
gemido, el grito que encuentra en la palabra, un límite probable”. Desde
el prólogo, los editores refieren al recorrido poético de Peri Rossi
como un “motor político para intervenir en el lenguaje” y sostienen que
“transformó el lenguaje y la poesía en campo de batalla”.
Una se pregunta
cómo hizo Peri Rossi para mantenerse erguida y salvaje hasta estos
días. Qué busca decir hoy su cuerpo de escritura y ese amor por la
literatura que la llevó a leer y a escribir decenas de poemas, relatos,
novelas, artículos, ensayos y cartas. También a traducir autores
como Clarice Lispector, Guy de Maupassant o Monique Wittig.
Al respecto,
tuvimos un intercambio epistolar. Ante la pregunta sobre la publicación de su
poesía en una editorial argentina por primera vez, dijo recibirla “con una
inmensa alegría y como un deseo largamente esperado que por fin se cumple”.
Cristina, ¿todavía
escribiendo poesía?
Sí, porque me hace
la vida más soportable.
¿Todo le sirve
a la literatura?
Depende de la
capacidad de transfiguración y de las habilidades subjetivas.
Dijo que “la poesía
es un estado de ánimo, no una sustancia. Una visión, no una esencia”. ¿Y ahora?
Una vez, un amigo
tecnócrata me enseñó fascinado un pequeño chip que encerraba toda la
información acerca de la microbiología celular. Yo pude observar su
éxtasis pero no era el mío. Para él era poesía. Para mí no.
¿Hay algún poema
que quiera mucho, entre los demás? Uno que rescataría de un incendio, esas
cosas...
Elegir es renunciar
y no tengo ganas de elegir ni de renunciar y mucho menos de imaginar la
crueldad de un incendio.
¿La poesía tiene
alguna función social en 2021?
La poesía es una
pasión subjetiva y no cumple actualmente ninguna función social salvo en
aquellos grupos en los cuales es una forma de resistencia contra el
totalitarismo de la imagen y de los grandes monopolios de la comunicación. La
función que puede cumplir es sacar a la luz la obra, tanto en arte como en
ciencia, de todas las mujeres que han sido víctimas de la tiranía del
patriarcado.
Dijo también que
“reírnos de nosotros mismos alivia la hipertrofia del ego”. ¿Qué lugar ocupó el
humor y la crítica en su literatura, en sus días?
Por supuesto que me
río de mí misma, de mis ingenuidades, de mis creencias. Me permite sentir lo
que creo que soy: una hoja de un árbol que nace y muere según las estaciones,
como dijo Homero. La crítica ha ocupado un lugar muy significativo, no como tal,
sino a través de personajes y situaciones. Y la crítica al orden establecido la
he desarrollado especialmente en los más de cinco mil artículos periodísticos
en los que he abordado casi todos los temas políticos y sociales. Por ejemplo,
en mi libro El pulso del mundo. En cuanto al humor, también ha sido
importante porque excluye la solemnidad.
Definió que la
literatura "es el reino de la libertad". ¿Siempre lo vivió así?
Huí de todas las
dictaduras, incluso de las estéticas.
En el poema
"Para qué sirve la lectura" dice, después de un largo discurrir, que
no "más que para saber que la vida es triste/ cosa que hubiera podido
saber sin necesidad de leerlos" y que "para lo único que sirve la
lectura es para escribir poemas". ¿Quiere agregar o modificar algo?
La ironía ha
sido uno de mis instrumentos favoritos, una forma de desmitificar. Y no suelo
releerme ni siquiera en una nueva edición. Si me leyera, posiblemente dejaría
de escribir porque recordarse para mí es castrador. Enfrento cada poema como
nuevo y esa ilusión me estimula.
¿Cuáles son los
poetas que siguen pegados a su corazón y qué le aportaron a su propia
experiencia como escritora y como mujer?
Depende. Hay días
en que me despierto muy sáfica, otros muy vallejiana, otros días, nerudiana,
girondiana, saliniana y y hasta hay días Bukowski.
¿A qué otros
autores de la literatura universal (narradores, ensayistas) vuelve una y otra
vez?
A Virgilio, a
Catulo, a Jonathan Swift, a Lydia Davis, a Saroyan, a Cortázar, a Juan José
Arreola, a Simone du Beauvoir, a Hannah Arendt y seguro que me dejo muchos en
el tintero, pero no me gustan las enumeraciones.
¿Hay alguna poeta
uruguaya que prefiera entre otras?
Juana de
Ibarbourou.
¿Cómo recuerda hoy
su obra La nave de los locos?
La escribí en seis
meses, luego la guardé en un cajón porque sabía que esa primera escritura
necesitaba algunos recortes y yo no suelo corregir, soy demasiado impaciente,
pero el editor me amenazó con editarla tal como estaba, sin correcciones.
Estaba muy inspirada y, a la vez, sentía que era una novela que se adelantaba
mucho a su época. No la he vuelto a leer. Creo que el tema del viaje, del
exilio, del sexo, estaban componiendo un tapiz contemporáneo que era un
contraste con el tapiz medieval, el llamado “Tapiz de la creación”, (uno de los
más famosos que se conservan en Europa), cuya armonía y trascendencia fue
lo opuesto a lo que vivimos durante las dictaduras del Cono Sur y de las terribles
guerras del siglo veinte.
¿Qué hace cuando no
lee, cuando no escribe?
Tengo otras
pasiones: el cine especialmente hasta los años 90, la mayor. Me gustan mucho
los juegos electrónicos de palabras y los juegos en general. Adoro los animales
y los documentales sobre ellos que veo casi diariamente (algo de esto se puede
apreciar en mi novela Todo lo que no te pude decir), escucho
música, y disfruto muchísimo conversando. Fui una gran narradora oral.
¿Qué lee por estos
días?
La poesía de Louise
Gluck, y una maravillosa recopilación de leyendas de Oriente y Occidente.
¿Qué hay de nuevo
en la escritura y en la literatura del siglo XXI? ¿Le interesan las escrituras
que nacieron en este último tiempo de pantallas, redes sociales y nuevas
tecnologías, incluyendo a la Playstation que supo rescatar?
Lo nuevo son los
medios y, como dijo Umberto Eco, el medio es el mensaje (me gusta Eco mucho más
como ensayista que como novelista).
¿Es cierto que
Julio Cortázar se sentía frustrado por no creerse un buen poeta? ¿Hay algo que
quiera recordar y compartir sobre su amigo argentino?
Sí, es
completamente cierto, aunque yo creo que los quince poemas que me dedicó
en Salvo el crepúsculo son muy buenos. Lo que más extraño de
Julio es su presencia, nuestras conversaciones que no eran casi nunca
literarias, y el sentido del humor que compartíamos. Pero mucho de esto lo he
rescatado en mi libro Julio Cortázar y Cris, que tiene varias
ediciones.
¿Se puede enseñar a
escribir?
Se aprende a
escribir en la escuela, todo lo demás es literatura.
En Hablando
de la vida escribió: “Me dijiste que te gustaba la vida/ porque al fin
y al cabo/ era lo único que conocías/ me pareció un motivo muy pobre/ para un
gusto tan grande”. ¿A Cristina Peri Rossi le sigue gustando la vida?
Es lo único que
conozco, de manera que no puedo establecer un juicio ni comparar. En todo caso
yo no pedí nacer y a veces me parece un acto muy egoísta traer al mundo a
alguien sin su consentimiento.
¿Qué queda de la
chica que alguna vez empezó a leer y escribir poemas?
El mismo deseo
sujeto a las limitaciones del cuerpo.
Finalmente, hay
algo más que quiera transmitirles a sus lectores de Argentina y Sudamérica?
La confianza en que el futuro será América Latina. Un futuro que espero sea más justo, solidario y humano.
(ETERNA CADENCIA / 12-7-2021)
No hay comentarios:
Publicar un comentario