por Andrés Seoane
“Mi papel no es
sacar conclusiones de la vida, sino percibir a través de los individuos la
complejidad de la realidad e intentar plasmarla”, afirmaba el pasado
marzo Emmanuel Carrère (París, 1957)
en una charla con El Cultural a raíz de su
último libro, Yoga (Anagrama), en sus propias palabras “un
autorretrato de mi caída a los infiernos”. El escritor francés ha sido
galardonado hoy con el Premio Princesa de Asturias de
las Letras 2021, por “haber construido una obra personalísima generadora de un nuevo
espacio de expresión que borra las fronteras entre la realidad y la ficción”,
según ha hecho público el jurado encargado de su concesión.
“Sus libros contribuyen al desenmascaramiento de la condición humana y
diseccionan la realidad de manera implacable, continúa el acta del jurado que
tras tres años consecutivos premiando a mujeres (Anne Carson el año
pasado, Siri Hustvedt en 2019
y Fred Vargas en 2018) se
decanta en esta ocasión por la literatura descarnada, sincera y experimental
del galo. “Carrère dibuja un retrato incisivo de la sociedad actual y
ha ejercido una notable influencia en la literatura de nuestro tiempo, además
de mostrar un fuerte compromiso con la escritura como vocación inseparable de
la propia vida”, añaden.
Y es que Carrère, autor consagrado en su país con premios como el
Renaudot e internacionalmente con otros como el galardón de Literatura en Lenguas Romances que concede
la FIL de Guadalajara, es maestro de esa literatura híbrida que es la no
ficción, en la que despliega una fórmula personal e inimitable donde la
compleja amalgama de reportaje, crónica y biografía ha dejado títulos
ya icónicos como El adversario, Limónov o El Reino.
En busca de un estilo propio
Nacido en París en 1957, además de escritor y periodista, Carrère ha
sido guionista y director de cine, siendo miembro de jurados como los de los
festivales de Cannes y Venecia. Precisamente al cine se vinculó su
debut en las letras, empezando su andadura como crítico de cine en las
revistas Positif y Télérama. En 1982 publicó su
primera obra, Werner Herzog, una monografía sobre este realizador,
y al año siguiente apareció su primera novela, L’amie du jaguar, no
traducida al español y nominada al Gran Premio de Novela de la Academia
Francesa.
Más tarde llegaría Bravura (1984) y en 1986 El bigote, que en 2005
adaptó a la gran pantalla y que, en opinión de John Updike, “te deja KO en
menos de 150 páginas”. Ambas han sido recuperadas recientemente en español por
la editorial Anagrama, que publica su obra en nuestro país. Celebrado por estas
novelas en Francia, el gran salto internacional de Carrére llegaría a
comienzos de este siglo, cuando daría una vuelta de tuerca a su estilo
conformando la literatura de no ficción que le ha hecho único, comenzando a
escribir textos en los que narra su propia experiencia o las vidas reales de
otras personas y de personajes históricos.
Esto ocurrió a partir de su obra El adversario, 2006, en la
que narraba el famoso caso del asesino Jean-Claude Romand, quien asesinó a su
familia tras mentirles sobre su identidad durante dos décadas. “El
adversario no solo trata de una persona que asesina a los suyos, sino
de alguien que pasa años mintiendo de una forma tan absurda que no puede
enfrentarse al hecho de ser quien es”, comentaba Carrére a El Cultural sobre
esta obra. “Mentir durante 20 años da un vértigo increíble, mucho mayor que
matar a toda su familia, algo terrible pero más común. El libro plantea más
preguntas que respuestas, brinda al lector la oportunidad de interrogarse sobre
su propia vida”, valoraba el autor, para quien, “el desfase entre la imagen que
pretendemos dar y la miseria que somos y conocemos es algo que todos vivimos,
algo fundamental en la experiencia humana. Esta historia se convierte así en
una experiencia humana común”.
Tensando la ficción
De esta decisión del autor nacerían obras tanto de corte personal,
como Una novela rusa (2007) o De vidas ajenas (2011),
historias marcadas por la enfermedad, el duelo y la desgracia en las que se
entrecruzan hechos de la vida real con reflexiones sobre el acto de escribir y
la experiencia del propio autor, con las vidas de personajes como el
excéntrico escritor ruso Eduard Limónov (Limónov, 2012) o
el propio San Pablo, que comparte protagonismo con Carrère en El Reino (2015),
un viaje a los orígenes del cristianismo donde el escritor narra su convulsa
crisis de fe.
Sobre este último tema, confesaba hace poco a El Cultural que “no me
siento muy alejado del cristianismo en el que intenté creer hace años. Si me
recitas el Credo diré que no creo en nada de eso, pero a pesar
de todo, la lectura de los Evangelios sigue siendo para mí
algo muy valioso para lo que no necesitas creer en Dios, que no sé lo que
significa”. Más espinoso encuentra el asunto de la ficción, de la que siempre
ha renegado al hablar de sus libros. “La verdad que no sé cuántas veces
hay que decir que las cosas son verdad, que ocurrieron como están relatadas.
Lo escribo varias veces en el libro y aun así parece que hay gente que no está
dispuesta a entender que se puede escribir algo que sea verdad, que hay mucha
gente que hace una conexión directa entre literatura y novela,
que considera que la literatura solo puede ser ficción”.
Tildado en muchas ocasiones de narcisista, por el gran peso que tiene en
sus relatos, incluso cuando habla de otros, Carrère se defiende afirmando que
“uno de los grandes motivos que llevan a escribir es decirte a ti mismo y a los
demás quién eres, qué piensas y qué has vivido”. Sin embargo, matiza que “no es
la única. En el fondo, haciendo esto, escribimos también lo que pensamos del
mundo en el que estamos y de los demás”. A su juicio, en su extensa
bibliografía ha escrito “dos libros puramente autobiográficos, Una
novela rusa y Yoga, pero en los demás exploro al otro. En
el fondo me gusta que haya una tensión creativa entre una exploración
del yo y la exploración del mundo exterior, una correspondencia, un
verdadero eco entre el exterior y el interior, entre el yo y lo que no soy yo”.
Dar voz a la actualidad
Apasionado lector de ciencia ficción, su obra Yo estoy vivo y
vosotros estáis muertos. Un viaje en la mente de Philip K. Dick, 2007,
biografía novelada del escritor estadounidense, se ha convertido en un libro de
culto. Además, ha publicado multitud de documentales y reportajes en
prensa, muchos de los cuales reunió en libros como Calais y
en multitud de reportajes periodísticos como los reunidos en Conviene tener un sitio adonde ir (2016), donde
ha explorado temas de candente actualidad como el terrorismo yihadista o la
inmigración.
Al respecto de su papel de periodista, el escritor ha afirmado en estas
páginas saber “de lo que soy capaz, y qué puedo hacer: explorar,
auscultar y percibir a través de los individuos la complejidad de las
situaciones, pero no sacar conclusiones generales”, reconoce. En cuanto a
la inmigración, ha opinado que “mi problema es que estoy de acuerdo con casi
todo el mundo desde un punto de vista intelectual. Pienso que Europa debe ser
más generosa y acoger, pero al mismo tiempo también entiendo a quienes dicen
que Europa tampoco puede abarcar al resto del mundo. Ahora bien, sí me
encuentro delante de dos o tres jóvenes migrantes me encanta escucharlos y
pienso que mi talento puede dar forma a lo que ellos dicen. Esa es mi
contribución”.
Su última novela, Yoga, publicada en España en marzo, y
envuelta en la polémica con su exmujer, es una vuelta de tuerca más al sólido y
fascinante manejo de la no ficción de Carrère. Narra el absorbente relato de cómo
lo que en origen iba a ser un libro bienhumorado y amable sobre el yoga, que
practica desde hace treinta años, se transformó en una crónica del
divorcio, profunda depresión e internamiento en un hospital psiquiátrico de su
autor, que salta de un tema a otro con su particular descarnamiento y falta
de pudor hasta trazar un autorretrato psíquico donde aparece un Emmanuel
Carrère que explora a un tiempo los límites de lo literario y de un ser humano
que podría ser cualquiera de nosotros.
Todavía faltan tres
La candidatura de Emmanuel Carrère fue propuesta por Pedro Miguel
Echenique Landiríbar, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y
Técnica 1998, y fue elegida entre otras 33 opciones procedentes de 20 países.
El jurado, que este año se ha reunido, al igual que en la pasada
edición, de forma telemático debido a la pandemia, ha estado presidido por
el director de la Real Academia Santiago Muñoz Machado e integrado
por Xuan Bello, Blanca Berasategui, Anna Caballé, Gonzalo Celorio,
José Luis García Delgado, Jordi Gracia, Lola Larumbe, Antonio Lucas, Carmen
Millán, Rosa Navarro Durán, Leonardo Padura, Laura
Revuelta, Carmen Riera, Iker
Seisdedos, Jaime Siles, Diana
Sorensen, Sergio Vila-Sanjuán y Fernando
Rodríguez Lafuente en calidad de secretario.
Este ha sido el quinto de los ocho Premios Princesa de Asturias que se conceden
este año, en que cumplen su cuadragésimo primera edición. Anteriormente fueron
otorgados el Premio Princesa de Asturias de las Artes a la artista Marina Abramovic, el de Comunicación y Humanidades a
la periodista y activista Gloria Steinem, el de Ciencias Sociales al
economista Amartya Kumar Sen, y el de los Deportes a la
nadadora paralímpica Teresa Perales. Todavía quedan por fallarse en las
próximas semanas tres, correspondientes a (por orden) Cooperación Internacional,
Investigación Científica y Técnica y Concordia.
Cada uno de los Premios Princesa de Asturias está dotado con una escultura de Joan Miró —símbolo representativo del galardón— un diploma, una insignia y la cantidad en metálico de 50.000 euros. Antes que XXX recibieron en los últimos años el galardón de las Letras la poeta canadiense Anne Carson (2020), la novelista y ensayista estadounidense Siri Hustvedt (2019), la novelista negra francesa Fred Vargas (2018), el poeta polaco Adam Zagajewski (2017), el narrador estadounidense Richard Ford (2016) y el novelista cubano Leonardo Padura (2015).
(EL CULTURAL / 9-6-2021)
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