POR JOSÉ MIGUEL VALLE (*)
La sonrisa ocupa un
lugar de honor en el repertorio de pautas de comportamiento de salutación. Los
rituales de saludo son centrales para predecir a quién tenemos delante, qué
intenciones alberga, qué espera de nosotros. Sondear un rostro es documentarnos
acerca de quién habita en esa interioridad de enigmática intransparencia, hacer
minería de datos que nos informe rápidamente de las especificidades del
entramado afectivo de la persona con la que interactuamos.
La sonrisa colabora
en este rito de predicción y conocimiento. Se trata de un movimiento expresivo
que guarda una biológica función conciliadora dentro de la dramaturgia social,
acertadísima expresión del sociólogo Erving Goffman, que tanto
estudió la microactividad ritual humana. Al sonreír nos mostramos favorables
para alguien, exteriorizamos un gesto que pronostica acogimiento, activamos un
potente mecanismo de relación entre dos o más cerebros al anunciar que quedan
alisadas las áreas de posibles fricciones. Los rictus en la cara son recursos
comunicativos que solemos emplear de modo involuntario, unidades de información
que transmitimos a nuestros interlocutores sin necesidad de pronunciar recurso
discursivo alguno. La sonrisa no habla, pero dice muchas cosas.
Si no cae en
deformaciones cínicas ni amargas ni instrumentales, la sonrisa sincera
introduce proximidad y vínculo en la configuración del encuentro. Comunica que
habrá un trato cortés y diligente. La sonrisa es la ritualización de las
intenciones no solo pacíficas, sino las más sofisticadas de amabilidad y
atención. Cuando la sonrisa coloniza la región facial está declarando que nos
alegramos de ver a una persona, que encontrarnos emana congratulación.
Es una
herramienta paralingüística destinada a hacer saber a nuestro interlocutor que
será escuchado y atendido de un modo agradable y bien pensado. Es el gesto con
el que se agasaja a las personas para que se consideren bien recibidas, la
puerta que les abrimos para que pasen sintiéndose bienvenidas. La otredad
deviene en huésped de una interacción que se define y vaticina como grata. Con
la sonrisa se realzan los pómulos, la mirada se ensancha, los ojos se
abren y se iluminan, la curva carnosa de los labios se estira hacia arriba.
Como la sonrisa es contagiosa, sonreír a alguien aumenta las posibilidades de
que nuestra sonrisa sea devuelta con otra sonrisa. La sonrisa promociona la
socialización. Existe un proverbio chino que avisa con sensatez que si alguien
no sabe sonreír ni se le ocurra poner una tienda.
Resulta ilustrativo
y a la vez alentador que en las encuestas sobre qué nos gusta de las personas,
los aspectos que más valoramos de ellas sean la amabilidad y el sentido del
humor. Nos gusta estar con personas con las que nos sintamos bien y nos hagan
reír. Nuestra socialidad está tan enraizada biológicamente en nosotros que nos
encantan las personas risueñas, pero tendemos a segregarnos preventivamente de las
hurañas, o de las que moran la realidad con irascibilidad y suspicacia. A la
hora de elegir entre personas que tienen el rostro atropellado de sonrisas y
aquellas que lo ensucian con su ausencia, no cobijamos ninguna duda.
En ocasiones
decimos de alguien que su sonrisa nos desarmó. Que la sonrisa nos desarme
explica que dejamos de ser imperturbables, indiferentes, inmisericordes,
contraempáticos, descorteses, esquivos, hoscos, competitivos, nos desprendemos
de los instrumentos de prevención y defensa que utilizamos creyendo que así la
vida de los demás no generará gravosas interferencias en la nuestra. Cuando la
reverberación de una sonrisa nos desarma emergen los sentimientos de apertura
al otro y se activan los centros de recompensa del cerebro. Nos autogratificamos
y a la vez allanamos la convivencia. Pocas acciones delatan tanta inteligencia.
(*) Filósofo
y escritor, José Miguel Valle se dedica al
estudio y análisis de la interacción humana. Escribe semanalmente en su
blog Espacio Suma NO
Cero. Es autor de los ensayos La capital del mundo es nosotros, La razón
también tiene sentimientos, y El triunfo de la inteligencia sobre la fuerza. Su
último libro es Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (CulBuks, 2020). Aquí puedes
leer la entrevista que le realizamos en Cultura Inquieta con motivo de su
reciente publicación.
(CULTURA INQUIETA / 27-5-2021)
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