viernes

San Juan de la Cruz (198)

 DECLARACIÓN

 

72 / Y también estaba ciego en tanto gustaba de otra cosa; porque la ceguedad del sentido racional y superior es el apetito, que, como catarata y nube, se atraviesa y pone sobre el ojo de la razón, para que no vea las cosas que están delante. Que así, en tanto que propoponía en el sentido algún gusto, estaba ciego para ver las grandezas de riquezas y hermosura divina que estaban detrás de la catarata; porque así como poniendo sobre el ojo una cosa, por pequeña que sea, basta para tapar la vista que no vea otras cosas que están delante, por grandes que sean, así un leve apetito y ocioso acto que tenga el alma para impedirla todas estas grandezas divinas, que están después de los gustos y apetitos que el alma quiere.

 

73 / ¡Oh, quién pudiera decir aquí cuán imposible le es al alma que tiene apetitos juzgar de las cosas de Dios como ellas son! Porque para acertar a juzgar las cosas de Dios, totalmente se ha de echar el apetito y gusto fuera, y no las ha de juzgar con él, porque infaliblemente vendrá a tener las cosas de Dios por no de Dios, y las que no fueren de Dios por de Dios. Porque, estando aquella catarata y nube sobre el ojo del juicio, no ve sino cataratas, unas veces de un color y otras de otro, como ellas se les ponen; y piensa que la catarata es Dios, porque, como digo, no ve más que catarata que está sobre el sentido. Y de esta manera el apetito y gusto sensitivos impiden al conocimiento de las cosas altas. Lo cual da bien a entender el Sabio por estas palabras, diciendo: El engaño de la vanidad oscurece los bienes, y la inconstancia de la concupiscencia trastorna el sentido sin malicia (Sap. 4,12), es, a saber, el buen juicio.

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