por Karina Sainz
En tiempos de exceso, agravio y
sentimentalismo, la cosa pública parece capada de sentido
común, como si el progreso fuese un asunto de diseño con una vocación de
análisis fallida. Por eso, en tiempos de identidades simples y la exaltación
del espíritu barra brava, el escritor y periodista Juan Soto
Ivars presenta La casa del ahorcado, (Debate), un ensayo sobre
el retroceso tribal de una sociedad que echa mano de las
redes sociales y la información en tiempo real para fortalecer el
tabú, la herejía y la gresca.
En Arden las redes: La postcensura
y el nuevo mundo virtual (Debate), Soto Ivars
trazaba un panorama del acoso en redes. Ahora, en La casa del ahorcado se
vale de una imagen poderosísima -la soga y el castigo ejemplarizante-para
desplegar su tesis que actualiza y dota de mayor complejidad a la que defendía
hace ya cuatro años. Las claves se despliegan desde el epígrafe, con una cita
de la segunda parte de El Quijote, de Miguel de Cervantes:
“¿Dónde hallastes vos ser bueno el nombrar la soga en casa del ahorcado?”.
“Comparto con las almas puras la idea
de que nadie con un mínimo de sensibilidad mencionaría la soga en la casa del
ahorcado, pero, como veremos en las próximas páginas, nos enfrentamos a un
problema enorme: en un mundo global e hipercomunicado, la casa del
ahorcado no tiene paredes, ni puerta por la que escapar; abarca el mundo entero
sin dejar un resquicio para la libertad, como una modalidad de fortín en el
que la gente se refugia”, propone Soto Ivars en la introducción de un ensayo
capaz de tomar el pulso de un tiempo al mismo tiempo que lo interpreta.
Con ese estilo directo -un híbrido de
humor, provocación y profundidad- que caracteriza a Soto Ivars, La casa
del ahorcado (Debate) deja claras algunas contradicciones entre las
que destaca la condición atávica del tabú, que desarrolla en la primera parte
del ensayo. Propone de qué forma el ensimismamiento identitario (hombre,
mujer, negro, blanco, trans, gay, hetero) como fortines donde la gente se
refugia. Es ahí donde florecen las nuevas herejías, a la que está
dedicada la segunda parte del libro, y que desemboca en la naturaleza
tribal del mundo contemporáneo.
En un mundo global, la casa del
ahorcado no tiene paredes, ni puerta por la que escapar; abarca el mundo entero
sin dejar un resquicio para la libertad”
Con una noción de compromiso clara, y
que ya anticipaba en libros como Un abuelo rojo y un abuelo facha (Círculo
de Tiza), Soto Ivars desmonta la simpleza de los debates binarios y
demuestra que el duelo a garrotazos de Goya es un fenómeno global. No
contento con eso, reivindica el valor del pensamiento crítico e individual
frente a las obcecaciones grupales, ideológicas y casi ecuménicas como nuevas
formas de persecución y censura. Sobre estos temas habla el
columnista de El Confidencial y El Periódico de
Cataluña y colaborador de Onda Cero en esta
entrevista.
Si en el siglo XIX
el tabú tuvo una función ejemplarizante, ahora también (de Black Lives Matter
al Me Too). ¿El problema sigue siendo la mirada sobre el otro?
Todos llevamos un pequeño censor
dentro, y hay momentos sociales de grave desconfianza que lo exacerban. Estamos
metidos en esto hasta el cuello. Pero el tabú sólo marca la línea roja, es
el castigo ritual lo que advierte a la población, de forma ejemplarizante, de
lo que pasa cuando alguien la cruza. Respecto a los tabúes del siglo XIX en
Occidente, eran los propios de la sociedad victoriana. Ahora vamos hacia algo
parecido, curiosamente debido al empuje puritano de movimientos de izquierdas.
Tanto Black Lives Matter como el Me Too, o la corrección política, nacen del
deseo de seguridad, que es contrario al deseo de libertad. Leen la libertad en
clave negativa, como un estado de abuso estructural. Así que proponen limitar
esa libertad que temen levantando nuevos tabúes en las relaciones entre los
ciudadanos, en función del color de piel o su sexo. Quieren que usemos una
cortesía helada, con atención paranoica a las palabras, y nos entregan a cambio
eufemismos y monsergas moralizantes, manuales de urbanidad y buenas maneras,
vigilancia de las costumbres, represión de los instintos... Es efectivamente
una mirada enferma. Puritanismo de libro, y nos conduce a la neurosis, como
pasó en aquellos tiempos victorianos.
Hay muchos herejes que se descubren
como auténticos inquisidores cuando obtienen poder en una parcela, como pasa
con los activistas de Black Lives Matter en la universidad
Alude a una
parálisis contemporánea del crecimiento: la vida adulta tarda en desplegarse y
los adultos eligen ser tratados como niños. Son procesos lentos, ¿pero acaso
reversibles?
Sí. Todo es reversible. Por
desgracia, según nos ha enseñado la Historia, algunos procesos sólo se
revierten con grandes derramamientos de sangre, con catástrofes políticas.
Ignoro cómo dar marcha atrás, siento que hemos perdido el control. Respecto a
lo que suele llamarse "sociedad infantilizada", a mí me parece más
bien una inversión de papeles. El adulto con frecuencia no crece, no tiene
hijos, no puede permitirse una vida plena debido a la precariedad y la
inseguridad laboral, comparte piso a los cuarenta, se abre una cuenta de Tik
Tok, va con sudadera y gorra, y mientras tanto elevamos a niños al altar de los
maestros.
Pienso en Greta Thunberg, por
ejemplo, a la que permitimos que nos abronque desde una tribuna, o en aquella
polémica de Operación Triunfo donde un montón de adolescentes decían que ya no
se puede usar la palabra "mariconez", ¡y los adultos agachaban la
cabeza! Esta inversión de papeles es lo que me resulta siniestro. Pero creo que
esto no nace de jóvenes mojigatos y moralistas, que son el síntoma, sino de
adultos que han rechazado su responsabilidad, que es educar y crear un mundo
donde los niños puedan desarrollarse. Por eso cuando un profesor presume de que
aprende más de sus alumnos que ellos con él, pienso que algo está fallando.
Vigilar y ser
vigilados. Ir por libre supone una actividad de riesgo: ser llamado hereje.
¿Cómo es la tipología del hereje actual? ¿Los ateos tecnológicos?
Los ateos tecnológicos serían más
bien infieles, como cualquier otro ateo, pues se oponen a la tecnolatría. El
hereje no es ateo, es creyente. Se ha desviado de la ortodoxia sin abandonar la
fe. En cuanto a lo de "ir por libre", hay un problema: la herejía es
una postura relativa a la ortodoxia, se opone a ella, pero no implica que el
hereje no sea ortodoxo o fanático a su manera.
Por eso escribo en el libro sobre
Juan Calvino, que es un hereje que se comporta como un inquisidor cuando
alcanza el poder en Ginebra. También los chiítas son herejes para los sunitas,
y si me das a elegir casi que me pego un tiro. Es decir: ser hereje no te
convierte en amante de la libertad. También en nuestro tiempo hay muchos
herejes que se descubren como auténticos inquisidores cuando obtienen poder en
una parcela, como pasa con los activistas de Black Lives Matter en las
universidades. Por supuesto, hay otro hereje, hecho de otra pasta. Ese por el
que me preguntas, el que no se casa con nadie y no quiere el poder, sino poder
pensar. Creo que hoy a esa figura suelen tildarla de "equidistante",
que significa fascista o rojo disimulado, según a quién le preguntes. A ese
hereje que es heterodoxo se lo reconoce, siempre, porque nunca lleva demasiada
gente detrás. ¡Nadie se fía del verdadero heterodoxo!
¿Un hereje ejemplar
en la España actual?
Quien se enfrenta al dogma de su
propio grupo con todas las consecuencias y no cae en dogmas opuestos. Así que
un hereje ejemplar en la España actual serían algunas mujeres españolas de
origen musulmán como Mimunt Hamido Yahia, Najat El Hachmi o Násara Iahdih
Said, acusadas de islamofobia (de traidoras) por luchar contra la opresión
de su grupo identitario y pegarle fuego al velo que las amenaza, sin acabar por
ello cantando a coro con la extrema derecha que hay que prohibir con multas
todo velo por la calle. Esas señoras me parecen ejemplares, al cien por cien.
En términos religiosos serían infieles, pero en términos de la izquierda y de
democracia multicultural son herejes. Y muy valiosas.
¿Zuckeberg es al
XXI lo que Gutenberg al XV? ¿Acabará quebrado Zuckeberg como el alemán?
(Arruinado podría ser, pero… ¿quién cuestionaría los tipos móviles
hoy? )
No sé cómo acabará esa gente.
Zuckerberg y el resto de mesías seculares de Silicon Valley son, como los
científicos del Proyecto Manhattan que crearon la bomba atómica, la prueba de
que la tecnología necesita una reflexión moral previa, puesto que de lo
contrario es la tecnología y no los hombres quien toma las decisiones. El
impacto de las redes sociales e internet en la sociedad era, ante todo,
imprevisible para quienes crearon esa tecnología.
Y era imprevisible porque no pensaron
en lo que podía ocurrir: unos flipaban con una utopía tecnológica que no ha
sucedido, y otros pensaban en hacer dinero. Ni unos ni otros se hicieron las
preguntas adecuadas. No pensaron en la condición humana y en cómo podía ser
afectada por esa tecnología. Como los científicos de "Parque
jurásico", con quienes los comparo en el libro, sólo se preguntaron si
podía hacerse y si podía convertirse en una fuente de dinero. No se preguntaron
si debían hacerlo. Y ahora estamos pagando el precio. La democracia está
pagando el precio.
El ejemplo del
profesor asesinado en Francia y su ofrecimiento a los estudiantes musulmanes de
que abandonaran la clase para no herir susceptibilidades, echa por tierra la
idea de que en una democracia son compatibles las diferencias. ¿Es equiparable
esto con el razonamiento 'solo los negros pueden traducir a los negros'?
Totalmente equiparable, son dos
cabezas de la misma hidra. Ese fue el error de Samuel Paty, y es de recibo
decirlo pese a que nos horrorice su asesinato. Todo este fenómeno parte de la
odiosa equiparación de cultura y raza, o de cultura y religión, o de cultura y
género, que se han inventado los estadounidenses de la izquierda políticamente
correcta. "La cultura negra", "la cultura blanca"...
¿Disculpe? ¡Siempre he creído que el blues, que adoro desde niño, es parte de
mi cultura! ¿Dónde encaja Raimundo Amador, que es gitano y hace blues? ¿Se lo
prohibimos? ¿O sólo ciertas etnias pueden tocar ciertas músicas? Me da ganas de
vomitar ese discurso.
Por suerte está lleno de agujeros, es
ridículo, desmontable. Creer que la raza o el género determinan nuestra
sensibilidad y nuestra visión del mundo, y que no podemos saltar esas fronteras
aprendiendo, leyendo, escuchando música, es racista. De ahí salen las
surrealistas denuncias por apropiación cultural cuando un cocinero blanco hace
un plato mexicano, como un caso que reseño en el libro, o la absurda imposición
de la raza de un traductor para los poemas de una muchacha negra de 22
años. Dado que soy antirracista, me opongo a esa basura de razonamientos.
Los negros mirando por lo suyo, las
mujeres, los blancos, los hombres, etcétera. Pues bien: no hay democracia que
resista esto. Una sociedad no sobrevive sin metas comunes.
Partiendo de la
idea de proteger una identidad segregándola, separándola… ¿Cómo
entender, por ejemplo, la exclusión para propiciar la igualdad que propone la
ley Celaá? (que Paco Bescós aborda en su libro Las manos cerradas)
El pensamiento políticamente correcto
nos dice que no existe la discapacidad, sino una sociedad que no sabe incluir
bien a los "diferentes". Esto puede estar bien como canción de fondo
para construir una sociedad mejor para las personas con discapacidad, pero los
padres de niños con problemas severos dicen ante la Ley Celaá: ¡oiga, muy bien,
pero nuestros niños están mejor atendidos en la educación especial, no nos
cierre los centros! El pensamiento políticamente correcto tiene un gran
agujero. ¿Separa o une? ¿Segrega o integra? ¡Pues ni una cosa ni la otra! Por
una parte promueve una igualdad ficticia que, en el caso de la enfermedad
mental o la discapacidad, requiere negar la existencia de un problema.
"¡No existe la discapacidad, existe la diferencia!" Vale, muy bien.
No es cierto, pero te lo compro. Pero es que, por otro lado, nos venden que la
gente "pertenece" a su sexo, a su género o a su preferencia sexual, y
que estos atributos identitarios determinan nuestra experiencia.
Así que proponen espacios seguros
para mujeres, para negros, o que si hay alumnos musulmanes no se enseñen en
clase caricaturas de Mahoma. ¿En qué quedamos? No casa una pieza con la
otra, ¿te das cuenta? Porque ¿existen o no existen las diferencias?
¿Debemos ser tratados igual o de manera distinta? ¿O todo depende de lo que
decidan los gurús con su sentimiento de culpa? El agujero argumental de esta
perspectiva es del tamaño del Bernabéu. La lógica es el peor enemigo de la
corrección política.
España forma parte
de la democracia occidental del XXI y su polarización salta a la vista. ¿El
duelo a garrotazos siempre fue globalizado y cíclico?
Como broma podríamos decir que
nuestro proverbial cainismo español se ha expandido por el mundo. ¡Toma gripe
española 2.0! Pero hablando en serio, vemos democracias que se desmoronan. En
Estados Unidos, que era un país patriótico y unido en torno a la confianza en
su democracia, ahora tenemos dos bandos que no aceptan de ninguna forma la
alternancia, y todo eso provoca una sociedad se quiebra por sus costuras. No es
simple polarización, que hasta cierto punto sería sencilla de estudiar: es
fractura tribal. Polos por todas partes, tirando cada cual para su lado. Los
negros mirando por lo suyo, las mujeres, los blancos, los hombres, etcétera.
Pues bien: no hay democracia que resista esto. Una sociedad no sobrevive sin
metas comunes. Así que no es que el tribalismo vaya a destruir la democracia,
es que ya la tiene asfixiada y paralizada. En eso estamos, y los tabúes son el
síntoma.
¿Qué papel juegan
los medios tradicionales en la seducción de la pasión tribal? ¿Ellos también
mencionan la soga o preparan las ampliaciones la casa del ahogado?
Los medios también están sometidos a
la ley de la tribu, y obligados a respetar sus tabúes. Es tan difícil imaginar
un artículo abiertamente proabortista en La Razón o uno sobre
denuncias falsas en violencia de género en Público, aunque tal vez
se hayan publicado alguna vez. Pero el lector tipo de cada medio finalmente se impone.
Existen medios de corte más ecléctico y liberal, más plural, como este mismo,
pero lo normal en tiempos de internet es que los medios acaben siendo un poco
rehenes de sus lectores. De ahí todos esos momentos patéticos que nos ha
dado The New York Times en los últimos años, con la sección de
opinión puesta patas arriba porque habían decidido ser plurales y mostrar
opiniones del otro bando.
Siento una enorme gratitud por esos
"pollaviejas" que montaron el "régimen del 78". Aquel
invento nos ha dado los mejores años de nuestra vida.
Por orden de
adanismo, ¿puede mencionar tres ejemplos canónicos de "adanismo" de
la España actual?
A ver, acepto el juego. En ese
ránking imaginario, la "nueva política" está arriba sin duda alguna.
El adanismo de los nuevos partidos es absoluto, creen ser los primeros en decir
cosas que ya decían Romanones y Maura. Después, está el adanismo de los
movimientos sociales, que hablan como si no hubiera derechos, como si los
colectivos vivieran en la más pura miseria y esclavitud. ¡A veces hablan como
si, hasta que empezaron a denunciar microagresiones, todo el mundo hubiera
estado tratando a la gente a patadas! Y es mentira, claro. Por último está el
adanismo de los jóvenes. Cada generación inventa la rueda a los 18 años. Pero esto
es perdonable, porque el trabajo del joven es precisamente ese. Desafiarnos y
volver a empezar. El problema, ya digo, es tomarlos demasiado en serio.
Advierte la
necesidad de cuidar las instituciones, ¿cree que al ciudadano aún le
interesa?
No se puede hablar de lo que le interesa al ciudadano, ¡a saber! Lo que está claro es que las instituciones, la separación de poderes, la libertad de expresión, la igualdad ante la ley y todas esas cosas le parece a mucha gente que no tienen valor, que pertenecen al orden natural, que siempre estuvieron allí y se regeneran como las hojas de los árboles en primavera. Y no es así. Las instituciones de la democracia, su forma y su estructura, son el resultado de muchas peleas, de muchos muertos y muchas cesiones. Por eso yo digo que hay que defender esas instituciones. Por un lado, de sus imperfecciones y su corrupción, mejorándolas. Por otro, no perdiendo de vista que tienen valor, que nos dan la paz y la justicia, que son lo único que nos separa de la dictadura y la barbarie. Yo, por ejemplo, siento una enorme gratitud por esos "pollaviejas" que montaron el "régimen del 78". Aquel invento nos ha dado los mejores años de nuestra vida. Todo es mejorable, pero si alguien quiere reventar el edificio deberíamos exigirle unos planos muy detallados de lo que pretende levantar en el solar. Con frecuencia, será una cárcel. Sobre todo si lo encargamos a una tribu.
(vozpopuli / 14-4-2021)
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