ESTRUCTURA (1)
Estas letras están
divididas en partes o estrofas entre las cuales se distribuye el asunto. No hay
que olvidar que tales divisiones están íntimamente ligadas al texto musical y
que, si bien en muchos casos éste se escribe para determinada letra, en otros,
la música es previa y, por lo tanto, la letra debe adaptarse a ella.
A pesar de eso y a pesar
de las diferencias en cuanto a número, orden, métrica, extensión o funciones de
dichas partes, ellas obedecen bastante fielmente a ciertas normas no escritas,
a ciertas convenciones tácitas. En la etapa de madurez del tango se fijan esas
normas más o menos elásticas, más o menos imperativas, que músicos y letristas
tienen en cuenta y que en alguna medida restan importancia al problema de la
precedencia en lo que se refiere a la medida.
Como es sabido, en los
primeros tiempos las letras se hicieron después, sobre músicas ya
popularizadas. Pasó eso con Mi noche triste, con El llorón, con
muchos tangos de los más viejos que, incluso, sobrellevaron a veces más de una
letra: con la música de Argañaraz se cantaron El canillita y Aquellas
farras; 9 de julio tuvo versos de Pascual Contursi además de los de Lito
Bayardo.
La inspiración más rica,
o más generosa, la falta quizá de un límite como el que pronto puso y fue
estrechando el disco, produjeron piezas de tres partes -El choclo, Adelita,
Ivette, El cuzquito, Mía-, partes que podían repetirse por su orden, aunque
era corriente la vuelta al final de sólo la primera o de primera y segunda.
También se tocaban dos veces primera y segunda partes cerrando con la tercera.
En la década que va del
20 al 30 se fija una forma más económica y concisa que musicalmente sigue el
esquema ABA; tres partes, pues, de las que primera y tercera son iguales. Para
los versos la norma es otra: se distribuyen en tres estrofas cantadas sobre
dichas tres partes, pero con la diferencia de que la primera estrofa no es
repetición de la primera, sino un texto nuevo, continuación y a veces remate de
las anteriores. De modo que al esquema musical ABA corresponde en la letra uno
no simétrico: ABC. En muy raros casos falta esa tercera estrofa -Soy un arlequín,
P’al cambalache, al menos en la versión de Gardel-. En cambio, es muy
corriente, es la regla general, que la segunda estrofa se repita y, por lo
tanto, tengamos cuatro partes ABAB en la música, y cuatro, ABCB, en la letra;
esquema a que obedece la gran mayoría de los tangos.
Es una fórmula equilibrada,
que seguramente ha forzado una de las mejores virtudes de estas letras: su
capacidad de síntesis. En caso de necesidad, el autor cuenta con una estrofa
más con sólo cambiar los versos de la segunda, en vez de repetirlos. Es
frecuente por eso encontrarse con cuatro estrofas diferentes, ABCD; por
ejemplo, en Entrá, nomás.
Aunque ello sea excepcional, puede haber más de cuatro, ya no porque la música tenga más partes, sino porque la anécdota se extiende; es el caso de Talán, talán, donde la música repite AB AB AB y la letra no tiene repeticiones llenando -ABCDEF- seis estrofas diferentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario