¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y
ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su
Querido!
DECLARACIÓN
41 /
Estas unciones y matices son tan delicados y subidos del Espíritu Santo, que,
por su delgadez y por su sutil pureza, ni el alma ni el que la trata las
entiende, sino sólo el que las pone para agradarse más de ella, con grandísima
facilidad, no más que con el menor acto que el alma quiere tener y hacer
entonces de su memoria, o entendimiento, o voluntad, o aplicar el sentido, o
apetito, o noticia, o jugo, o gusto, se deturban o impiden en el alma, lo cual
es grave daño y dolor y lástima grande.
42 / ¡Oh grave caso y mucho para admirar, que, no pareciendo el daño ni casi nada lo que se interpuso en aquellas santas unciones, es entonces mayor el daño y de mayor dolor y mancilla que haber de turbar y echar a perder muchas almas de estas otras comunes que no están en puesto de tan subido esmalte y matiz! Bien así como si un rostro de extremada y delicada pintura tocase una tosca mano con bajos y toscos colores, sería el daño mayor y más notable y de más lástima que si borrase muchos rostros de pintura común; porque aquella mano tan delicada, que era del Espíritu Santo, que aquella tosca mano deturbó, ¿quién le acertará a asentar?
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