A sus 85 años de edad, Arvo Pärt es
una leyenda viviente de la música. Pärt es probablemente el compositor vivo
cuya música más se ejecuta en las grandes salas de la música culta en el mundo.
También es uno de los pocos de los cuales se puede decir que es
"original" al mismo tiempo que capaz de transmitir una visión
clásica de la música, de toda la majestuosidad que esta puede significar, sin
reducirla al mero entretenimiento, al placer o la experimentación. Como
dice un crítico, su música suena a la vez "antigua y moderna". La
música de Pärt comunica emociones e ideas que trascienden modas y
costumbres. Como creyó entender Schopenhauer, la música es el arte más elevado
porque accede a la región pura de la existencia, a la realidad más allá de la
representación, el númeno, la cosa en sí. Pärt es uno de los pocos músicos
contemporáneos que encarnan esta visión grandilocuente de la música (algo
similar a lo que fue Andréi Tarkovski para el cine), en la tradición
de Bach, para quien la música era una forma de responder a la creación de Dios,
alabando su obra. El músico es esencialmente el que celebra y reproduce la
sinfonía divina que es el universo, como imagen de la divinidad.
La carrera musical de Pärt inició en
su natal Estonia, atraído primero por el serialismo y una suerte de
influencias de la avant-garde. Poco después se acercó a la música
sacra. Su primera pieza en esa nueva exploración, Credo (1968),
le valió la censura del gobierno comunista secular. Esta adversidad fue
fuente de virtud, pues Pärt pasó ocho años casi sin componer, estudiando nuevos
modos de expresión, estudiando la música medieval y del Renacimiento. Durante
el mismo periodo se convirtió del luteranismo a la Iglesia Ortodoxa
cristiana, la veta más mística del cristianismo, con una tradición ligada a los
padres del desierto.
El resultado de este periodo fue
notable. A partir de su meditación musical, Pärt desarrolló un nuevo estilo de
composición a través del cual dio forma a su visión mística de la
realidad. Su método, llamado "Tintinnabuli", se
caracteriza por combinar dos voces: con una toca en arpegio la tríada
tónica y con la segunda se desplaza por la escala diatónica. En sus propias
palabras:
Tintinnabuli es la
conexión matemáticamente exacta de una línea a otra... Tintinnabuli es la regla
que convierte la melodía y el acompañamiento... en uno. Uno más uno, es
uno –no es dos–. Este es el secreto de esta técnica.
Este método de "pequeñas
campanas" capta un sonido preexistente, una especie de armonía
preestablecida. Su primera aparición es en la pieza miniatura Für Alina,
la "semilla de mostaza" de la cual se deriva en gran medida todo el
edificio musical de Pärt.
La música de Pärt ha sido criticada por
ser "sentimentalista" o un "sagrado minimalismo", pero esto
refleja sobre todo los vicios e insensibilidades de nuestra época, que no
alcanza a percibir lo sagrado. Su obra contiene un rigor a la vez estético y
ascético, simpleza y profusa ornamentación. En sus momentos más altos
es extática y constantemente reverencial. Es fiel a la tradición antigua de
hacer música como ofrenda a lo divino y a la vez tiene una propuesta única,
como puede apreciarse en su uso novedoso de la tonalidad.
La música de Pärt no puede separarse de
su profunda devoción religiosa, como ha sido el caso de muchos de los más
grandes músicos de la historia. Para Pärt la música misma es el
Paracleto, el confortador, el espíritu santo. En el video anterior Pärt
explica:
Uno debe purificar el
alma hasta que empieza a sonar. Un compositor es al mismo tiempo un instrumento
musical y la persona que ejecuta ese instrumento. El instrumento debe estar en
orden para producir sonido. Uno debe empezar la música con esa nota. A través
de la música el compositor puede ver en qué nota está entonado su instrumento.
Dios teje al ser humano en el vientre de su madre lenta y sabiamente. El arte
debe nacer de la misma manera.
Ser como un mendigo
en lo que respecta a la música: lo que sea, cuando sea, de la forma que sea que
Dios lo dé. No debemos afligirnos porque escribimos poco o pobremente, debemos
afligirnos porque rezamos poco o pobremente o vivimos de forma equivocada. El
criterio debe ser siempre la humildad. La música es mi amiga, siempre
comprensiva, compasiva, bondadosa, "el Confortador", el pañuelo para
secar mis lágrimas de tristeza y la fuente de mis lágrimas de alegría, mi vuelo
y liberación. Y es también la dolorosa espina en mi carne y corazón.
Evidentemente Pärt tiene una visión mística del arte. Parece decir, como también creía Kierkegaard, que el artista al entrar en orden con el cosmos se convierte en un instrumento de la divinidad y es capaz de hacer sonar la melodía del espíritu.
(PIJAMASURF / 24-10-2020)
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