CANCIÓN TERCERA (10)
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y
ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a
su Querido!
DECLARACIÓN
24 /
En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a Dios por
gracia en sí solamente, y en tenerle también por unión; que lo uno es bien
quererse, y lo otro es también comunicarse; que es tanta la diferencia como hay
entre el desposorio y el matrimonio. Porque en el desposorio sólo hay un
igualado “sí” y una sola voluntad de ambas partes y joyas y ornato de desposada,
que se las da graciosamente el desposado; mas en el matrimonio hay también
comunicación de dos personas y unión. Y en el desposorio, aunque algunas veces
hay visitas del esposo a la esposa y le da dádivas, como decimos, pero no hay
unión de las personas, ni es el fin del desposorio.
25 / Ni más ni menos, cuando el alma ha llegado a tanta pureza en sí y en sus potencias que la voluntad esté muy pura y purgada de otros gustos y apetitos extraños según la parte inferior y superior, y enteramente dádole el “sí” acerca de todo esto en Dios, siendo ya la voluntad de Dios y del alma una en un consentimiento propio y libre, llegado a tener a Dios por gracia de voluntad , todo lo que puede por vía de voluntad y gracia. Y esto es haberle Dios dado en el “sí” de ella su verdadero “sí” y entero de su gracia. Y este es un alto estado de desposorio espiritual del alma con el Verbo, en el cual el Esposo le hace grandes mercedes y la visita amorosísimamente muchas veces, en que ella recibe grandes sabores y deleites. Pero no tiene que ver con los del matrimonio, porque todos son disposiciones para la unión del matrimonio; que, aunque es verdad que esto pasa en el alma que está purgadísima de toda afección de criatura -porque no se hace el desposorio espiritual (como decimos) hasta esto-, todavía ha menester el alma de otras disposiciones positivas de Dios, de sus visitas y dones, en que la va más purifricando y hermoseando y adelgazando para que esté diferentemente dispuesta para tan alta unión. Y en esto pasa tiempo, en unas más y en otras menos, porque lo va Dios haciendo al modo del alma. Y esto es figurado por aquellas doncellas que fueron escogidas para el rey Asuero, que aunque las habían sacado de sus tierras y de la casa de sus padres, todavía antes que las llegasen al lecho del rey, las tenían un año -aunque en el palacio- encerradas, de manera que el medio año se estaban disponiendo con ciertos ungüentos de mirra y otras especies, y el otro año con otros ungüentos más subidos, y después de esto iban al lecho del rey (cf. Esth. 2).
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