“NO CREO QUE EL MUNDO VAYA A CAMBIAR MUCHO. YA ESTAMOS MAL ACOSTUMBRADOS
Y MAL HECHOS”
por Mónica
Rivero, desde La Habana
Aquí, una
charla-making of de los trece temas que conforman Para la espera, el
nuevo disco del trovador que llega este viernes, donde retorna al ícono de sí
mismo volviendo a ser hombre solo con guitarra. Además, habla de su encierro,
del posible mundo post pandemia y del presente de Cuba.
También Silvio Rodríguez va enmascarado estos días. Es lo único distinto
que resalta en él cuando llega a la puerta de los estudios Ojalá, en La Habana.
Por lo demás, podría tratarse de un momento cualquiera. Tiene el pelo tan corto
como suele llevarlo. Ahora que la pandemia mantiene a tantos alejados de las
tijeras de barbero, su costumbre de pelarse él mismo con máquina lo ha librado
de una posible melena involuntaria mientras dura el aislamiento por la
Covid-19.
Entra al estudio y saluda chocando nudillos. Veo de cerca la calavera y
la flor tatuadas en su mano derecha, su marca. Como dicen, "con el puño
cerrado no se puede dar la mano", pero el saludo tiene algo fraternal,
algo de rapero. Detrás del cristal de sus espejuelos creo ver que lo divierte.
Con los puños cerrados también se puede jugar. Esconder algo pequeño en
una mano, cerrar las dos y entrecruzarlas para que alguien pruebe suerte y
escoja, tratando de adivinar cuál guarda la prenda, a veces aun sin saber qué
es. La expectativa, la promesa de una sorpresa posible, crean fascinación. A
eso le canta Silvio en "La adivinanza", el primer sencillo de su
nuevo disco, “Para la espera”, disponible desde mañana.
Como manda el protocolo vigente, nos separan casi dos metros durante
esta entrevista, que se propone ser algo parecido al making of de
las doce canciones y una pieza instrumental que conforman el disco. Su único
autor e intérprete conversa cómodamente y se saca los zapatos, dejando ver unas
medias rojas a rayas.
Después de “Amoríos” (2015) donde lo acompañó un formato al estilo jazz
band, Silvio ha vuelto a ser trovador con guitarra. Regresa al ícono
de sí mismo. Escribió y compuso los temas, primeras versiones todos; los toca y
canta solo él.
Con dirección de Eduardo Tito Delgado, Silvio fue con Diákara a un monte
a filmar un video clip para "El Güije". Allí los rodeó un grupo de
niños. "Y quedó esa imagen donde Tito, una persona maravillosa, les tiene
las manos puestas así –dice Silvio cruzando las suyas. Quedó esa cara de los
niños...".
En el disco Silvio también interpreta el bajo, la percusión y hace las
segundas voces. Es suyo el silbido mitad alegre mitad melancólico que suena en
"Aunque no quiero, veo que me alejo", "una canción medio
esotérica: es un tipo que se muere y le deja un mensaje a la amada en el
espejo", dice.
"Conteo atrás" es la historia sobre alguien que debía coger un
tren y se le fue, "lleno de gente más puntual".
"Llegó tarde, pero no se quiere excusar", explica Silvio.
"Él dice 'ya aprendí, no me pasa más'. Pretende ser una especie de 'No me
justifico'. 'No quiero exceso de bondad'... ‘No quiero que sean blandos conmigo
cuando me juzguen’".
¿Es una declaración?
Es una metáfora de muchas cosas, tanto personales como colectivas. Pero
lo que repito en esta canción es la necesidad, la voluntad de aprender y de ser
autocrítico en cualquier circunstancia adversa, sea momentánea o trascendente;
por eso dice y repite el compromiso de no equivocarse al día siguiente, aunque
con esto no pretende justificarse ni un “exceso de bondad al hacer (el) conteo
atrás”. Es algo que le puede haber pasado a cualquiera.
¿Qué es “La cosa”?
Es algo que está ahí, pendiendo. Yo no quisiera que llegara. Ojalá nunca
llegue; pero por momentos parece que viniera. “La cosa” que reescribe el
pasado.
***
Solo tres canciones del disco no son inéditas. "Viene la cosa"
es una de ellas, cantada varias veces en los conciertos en los barrios, que ya
suman 109 a lo largo de más de diez años. "Jugábamos a Dios" es otra.
"La hice para Afinidades –cuenta–, una
película de Pichy [Jorge Perugorría] y Vladimir Cruz sobre la corrupción.
Entonces yo quise compensar ese tema con algo de la inocencia original, de que
llegamos a esto pero antes fuimos de otra manera, tuvimos otro pasado".
"Si Lucifer volviera al paraíso" también trata sobre el
desvío, el destino que no fue, lo que pudo ser otra cosa o tomar un camino
diferente.
"A mí siempre me fascinó esa historia de que Lucifer había sido un
ángel. Tú me dices que lo más malo que hay... había sido un ángel, ¡¿fue
ángel?!”, dice Silvio con la intensidad de quien pronuncia una mala palabra.
¿Por qué te fascinó?
Descubrir que el símbolo del mal, Lucifer (portador de la luz),
fue primero uno de los arcángeles de Dios; esto, y el hecho de que después
adoptara el nombre de Satán (oponente o adversario), me
hizo pensar que este tema crucial de la cultura cristiana –que en diversos
sentidos heredamos– viene de una diferencia de opiniones, de un hijo que se
rebela a los preceptos paternos, de un hecho generacional. Ese es un tema. Que
no se detiene ahí, porque continúa con la posibilidad de que el supuesto diablo
de tiempos gloriosos ya no sea tal sino más bien “un pobre diablo” del que
algunos hacen mofa. Pasa en la vida en muy diferentes direcciones, sobre todo a
quienes tienen la costumbre de alardear (de lo que sea).
"Noche sin fin y mar", escrita en 2017, está dedicada a Luis
Eduardo Aute porque su amigo, cantautor español fallecido en abril, tiene una
historia propia con la canción. “Yo estaba tocando su guitarra –cuenta Silvio–
porque Miguel, su hijo, la llevaba al hospital para tocarle mientras estuvo en
coma. Cuando llegué con el Dr. Calixto Machado, neurólogo cubano que fue
decisivo en su recuperación, me puse a cantarle ‘Noche sin fin y mar’, y en ese
momento despertó”.
“Modo frigio” la soñó. “Hay canciones que sueño. Y cuando la estaba
escribiendo me pareció que podía haber sido una canción de Alberto Cortez.
Estuve esperando a verlo para mostrársela pero no me dio tiempo, de pronto se
había ido”.
"Pues a veces –retoma– me pasa eso: pensar ‘esta pudo ser una idea
de Fulano, o de Mengano’ y lo siento como una presencia en ese momento. Esta me
lo recordó porque es dramática. ¿Nunca viste a Alberto Cortez en escena?
Fascinaba, se convertía en otra cosa, era un perfecto animal de escena. Yo
quería verlo para decirle: ‘Coño, hice una canción como las tuyas’, pero murió
y no pude decírselo, no la pudo conocer. A lo mejor tampoco le gustaba. Eso
también puede pasar".
Es la primera vez que Silvio Rodríguez lanzará un disco solamente en
plataformas digitales; pero quiere "que la gente aquí en Cuba lo tenga,
que lo copien, que lo graben. Quiero regalarles este disco a los cubanos".
“En general –resume– el disco está hecho de canciones que, aunque haya
sentimientos afines, son muy distintas entre sí, y eso es algo que me complace.
Eso y que no hay violencia. Son canciones introspectivas, suavecitas; aunque
nunca me gustaron las canciones bonitas”.
¿Cuáles son las canciones bonitas?
Esas que son así, melódicas... No las persigo, ni las odio tampoco, pero
desconfío un poco de lo bonito, por principio.
“En el disco también hay canciones un poco raras, y hay hasta algo
lúdico como 'Los aliviadores', que es una canción familiar para mi hija Malva y
mi nieto Diego. Ellos nacieron al mismo tiempo y se criaron con una relación
más de hermanos que de tía y sobrino. Siempre pensé que el doctor Schweitzer,
de quien se decía que caminaba mucho como médico misionero en África, debió
tener unos dolores de pies y de espalda terribles, y juego con eso en la
canción”.
"Danzón para la espera", de donde viene el título del disco,
"es una de esas canciones –cuenta– que uno empieza a hacer, pero se demora
en ella, y luego por lo que la empezó ya pierde sentido".
¿Por qué la empezaste?
Empecé a hacerla cuando los Cinco todavía estaban presos. Yo quería
hacer una canción sobre eso; pero a veces a esos temas tan obviamente políticos
es difícil acercarse de una manera que no sea... vulgar. Pero siempre le quedó
esa aureola de esperanza; así que la retomé ahora con lo que estamos viviendo y
el hecho de que todo el mundo esté esperando y esperando.
¿Estás componiendo algo en estos días de cuarentena?
No he tocado la
guitarra –lo confirman unas uñas muy cortas-. La paso escribiendo, pintando, atendiendo
el blog y disfrutando de mi familia.
***
" ‘Después de vivir’ es de esas canciones misteriosas... misteriosa
hasta para mí, porque habla de después de vivir. Se me ocurrió un día y lo
grabé: eso de que hubiera un tiempo entre salir de la vida y entrar en la
muerte".
El ambiente solitario de ese umbral lo tiene el disco. Se puede
“escuchar la escena” de Silvio grabando solo en el estudio. O tener la visión
de la portada de “Rodríguez”, donde aparece su sombra proyectada sobre el fondo
del escenario. Trovador en su elemento, limpio, sin filtros ni más compañía que
la guitarra.
“Hablando objetivamente –explica– es más cómodo tocar con músicos,
porque puedes concentrarte más en la interpretación vocal. Autoacompañarse,
aunque obtiene un resultado más personal, multiplica la responsabilidad, son
más funciones simultáneas, es más complejo. Suelo trabajar mucho con los
músicos por esa razón. Porque intento que el ensamble llegue al grado de
compenetración que alcanzo con la guitarra. Si se trabaja adecuadamente puede
haber muy buenos resultados. Mis compañeros músicos a menudo sufren esa
obsesión que tengo, pero lo cierto es que lo entienden y trabajan conmigo en
ese sentido”.
***
Silvio ha detenido la producción de dos discos por las medidas impuestas
para prevenir la propagación de la Covid-19. Espera retomar el trabajo cuando
pase el aislamiento en vigor. ¿Seguirá igual la vida? ¿Cómo es el mundo que
está por venir?
"Hay muchos pensadores de distinto calibre y tendencias
reflexionando sobre lo que estamos viviendo. Yo personalmente no creo que el
mundo vaya a cambiar mucho. Vamos a tratar de volver a ser nosotros, para bien
y para mal. Ya estamos mal acostumbrados y mal hechos, y hay muchos intereses
con poder. Sí creo que es posible que todo esto nos ayude a reflexionar sobre
la libertad y la transparencia", dice quien tiene a su cargo hace diez
años la pequeña república democrática que es un blog personal, foro de
comentarios incluido.
¿Sigues sintiéndote en control de tu blog?
No, yo ahora soy un servidor público (se ríe). Empecé siendo el dueño y
ahora estoy en función del colectivo. No me desagrada eso, pero me recuerda por
qué nunca me atrajo la política. No tengo lo que hay que tener para estar 24
horas dedicado al público. Me necesito, necesito tener rinconcitos propios para
hacer lo que tenga ganas de hacer. Con los años uno cada vez más quiere hacer
solamente lo que tiene ganas de hacer.
¿Cómo entra el público en eso?
Nunca me gustó el público, los escenarios. Yo salí porque entendí que
debía y porque quise hacerlo, y sí, puede que haya cogido algún vicio de eso.
Uno era más joven y necesitaba probar cosas, probarse cosas, y eso está bien si
uno tiene algo interesante que decir; pero tampoco es lo más grande: hay cosas
mucho más grandes.
Sin embargo, es una afirmación instalada en la cultura que el público es
lo más grande que tiene un artista.
Bueno, el público es el que hace al artista; pero a la vez también hay
grandes artistas sin mucho público, y personas que no son ni artistas y sí lo tienen.
La escena y la relación con el público tiene mucho extra artístico que influye.
En los conciertos en los barrios por ejemplo eso es distinto, porque no es
propiamente "un público" sino personas que están en sus casas, y
somos nosotros los que vamos. Yo quiero ir allí a compartir, nadie pagó para
vernos. En ese sentido los barrios rompen esa dinámica de espectáculo, y es lo
apasionante.
¿Qué música estás escuchando en estos días?
Emerson, Lake & Palmer, un trío británico de los 70 que después se
hizo cuarteto. Oigo música antigua, de cámara, sinfónica... para distintos
instrumentos, canciones antiguas. Rara vez escucho trovadores. Aprovecho porque
cuando estoy trabajando escucho menos música. En ese momento estoy enfocado en
lo que esté grabando. Y después de tanto trabajo, cuando lo termino no lo oigo
más nunca.
¿Y cómo funciona ese –vamos a decir– cansancio de escuchar lo mismo
tantas veces cuando se trata de tus canciones propias preferidas, o las que
cantas en concierto?
No hay canciones preferidas, yo escojo mi repertorio. Nunca canté
canciones con las que no estuviera de acuerdo, ese ha sido el criterio. Siempre
que me pueda conciliar con ella, la canto. Uno se puede llegar a aburrir un
poco, es verdad; pero vuelve a ellas si cree en ellas. A algunas, cuando les
pasan por arriba los años, empiezas a encontrarles ángulos que no veías antes.
¿Con cuál, por ejemplo?
Me pasó con una canción que hice para un documental. Yo... no es que no
esté de acuerdo, pero es que hablaba de cosas que después no pasaron. Es donde
canto: "Te convido a creerme cuando digo futuro".
Silvio tenía 25 o 26 años cuando la escribió, y suponía "que
después de cincuenta años el futuro iba a ser otro. Lo dije muy convencido, es
una canción muy sincera en ese sentido”.
¿El futuro de Cuba?
No solo el futuro de los cubanos, sino el del mundo. En los 60 y los 70
parecía que lo que vendría iba a ser distinto. Había un Tercer Mundo buscando,
y parecía que llegaríamos a un lugar donde habría menos prejuicios, menos
guerra, que se iban a aprovechar los recursos en cosas más nobles. ¿Por cuántas
guerras hemos pasado en los últimos cincuenta años? ¿Cuánto ha sido el gasto en
armas y aparatos para destruir a la gente? ¡Y no hay para dónde irse! Me
costaría trabajo cantarla ahora. Ahora hay que cantar otra cosa.
“Preguntándome aún cuál será la absoluta, profunda y rotunda verdad” se
escucha en “Modo frigio”. ¿Con el paso de los años sientes que has ido
acercándote a “la verdad”?
Estamos siempre buscando verdades. Tampoco soy un obseso de la verdad,
me basta que haya algunas verdades básicas, que son útiles. La solidaridad es
una verdad, ser capaz de ponerte al lado del otro. La compasión, que nos hace
verdaderamente humanos. Pero la verdad se parece a lo que escribió Eduardo
Galeano sobre la utopía, citando a Fernando Birri: sirve para caminar. La
verdad es ir, es caminar, la intranquilidad, no conformarse. En Cuba no somos
nada perfectos, y uno de nuestros grandes problemas fue la idea de "ya
llegamos". Para algunos ahora lo único que hay que hacer es defender el
poder. Ha sido espantoso porque nos ha enquistado. Todo lo que cristaliza es
muerte.
***
"Tic y tac, tic y tac, tic y tac del reloj", dice "Modo
frigio". Es recurrente el tema del tiempo en el disco: devenir, ciclos,
preguntas sin contestar, lo inalcanzable –"quién estuviera",
"quién pudiera"–, añoranza de la inocencia, una sombra al acecho. Y
cierra con una "Página final", instrumental. Jugando a lo simbólico:
¿Para la espera... de una página final?
"Para la espera" es simplemente una frase que extraje de la
canción "Danzón para la espera", y que tiene que ver con el presente,
nada más. Esa sencillez es la explicación. La portada la diseñé yo, con una
fotografía de Daniel Mordzinski y tampoco tiene ningún significado especial. Los
pies están ahí porque no me cupieron abajo. Existen cosas que parecen muy bien
pensadas, que en realidad son accidentales.
El disco mismo ha sido algo casual, agrega. "Yo no me propuse
hacerlo, son canciones que han nacido tomando nota en el estudio, como ensayos
que yo hago, y estos eran los temas que tenía grabados y más terminados como
concepto”. Silvio estaba trabajando en un disco “más grande, más complejo”,
pero las circunstancias obligaron a hacer una pausa.
Ha dedicado “Para la espera” a siete amigos que murieron entre marzo y
abril de 2020, a distintas edades, por distintas razones y en distintos lugares
del planeta: Tupac Pinilla, Juan Padrón, el propio Luis Eduardo Aute, César
López, Luis Sepúlveda, Marcos Mundstock y Óscar Chávez. “Excelentes creadores
que el mundo ha perdido”, describe en la nota del disco.
“Ha sido tremendo”, lamenta. “Y todos así: uno detrás del otro, los dos
últimos meses. Tupac y Padroncito, los primeros en partir, fueron inmensos para
mí. Tupac además era mi editor, una mente brillante, y Padroncito era mi amigo
desde principios de los 60, en los tiempos del semanario Mella”. César
López, un referente de nuestra poesía y patriotismo; Luís Sepúlveda, un gran
escritor y una persona maravillosa; Marcos Mundstock, un imprescindible de ese
monumento a la inteligencia que es Les Luthiers; Óscar Chávez, un juglar
mexicano, compañero de tantas buenas causas”.
¿Es también un disco sobre la muerte?
El disco es anterior, pero sí tiene que ver con la muerte. No es que sea el tema central, pero por ahí pasa... de vez en cuando. Te vas a dar cuenta. Lo que sí te garantizo... es que el que hizo el disco está vivo.
(10-6-2020)
1 comentario:
Gracias.
Como siempre.
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