1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la
Universidad de Poitiers.
1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el
apoyo de la Universidad de Poitiers.
Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola
UN IMPERATIVO ESTÉTICO Y MORAL: LA CREACIÓN DE LA NOVELA
URBANA
MODERNIDAD Y TEMÁTICA URBANA (5)
El reencuentro de los “rioplatenses”
consigo mismos, el descubrimiento de una ciudad insospechada cuya identidad se
perfila progresivamente sucede de forma bastante original. En este sentido, la
obra del novelista uruguayo está fuertemente marcada por el sello de la
modernidad: los problemas sociales, los grandes interrogantes sobre la identidad
nacional son abordados de un modo eminentemente subjetivo. La nueva sensibilidad
que despunta en sus primeras obras se muestra en efecto incompatible con los
cánones estéticos realistas que, aunque criticados, permanecen siempre en vigor
en la América Latina de los años cuarenta. Por supuesto que la distancia
crítica tomada por el escritor uruguayo respecto a este “dogma” que se sigue
imponiendo, no significa la negación de la relación dialéctica entre la obra y
la realidad. Lo que repudia Juan Carlos Onetti, en este sentido muy próximo a
Oscar Wilde de quien conoce seguramente el célebre brulote, La decadencia de
la mentira, es la tiranía de los “hechos” (24), el servilismo hacia los
datos referenciales, en una palabra el carácter ilustrativo, documental de la
obra de arte. Toda concepción de la obra como una tesis o un “mensaje” debe ser
-según él- rechazada. A su entender, el texto -para retomar la terminología
barthiana- podría, hasta cierto punto, definirse por su intransitividad:
incluso cuando ofrece la ilusión de cierta transparencia o univocidad, jamás
tiene un sentido totalmente clausurado. La escritura parece tener por función
la de su insurgencia contra la rigidez de los valores establecidos. No hay que
esperar respuestas de ella: su gloria más grande es la de suscitar
interrogantes.
Así es como desde sus
primeros pasos en la carrera de las letras, Juan Carlos Onetti se sitúa
deliberadamente al margen de todas las modas literarias del momento. Ubica su
obra de entrada, y particularmente la pintura del mundo urbano, bajo el signo
de la ruptura. ¿Pero qué significa este término en el contexto cultural de la
época? Para escapar del realismo tradicional de la novela latinoamericana, ¿se
lanzará Juan Carlos Onetti ávidamente sobre las nuevas técnicas de escritura
que en especial la norteamericana ha contribuido a vulgarizar en América
Latina? Aceptar esa posibilidad demostraría el mal conocimiento de un escritor
que, a pesar de haber mantenido siempre una posición favorable a todas las
renovaciones y revoluciones literarias, jamás se abandonó a una sobrevaloración
de la “forma” (25), lo cual perjudicaría, a su entender, la autenticidad de la
obra. Toda forma -nos da a entender Juan Carlos Onetti- debe justificarse por
sí misma. Toda escritura es particular e irradia su propio sentido. Creemos que
esto quedó demostrado con brillantez atrapante en todas sus primeras obras, a
las que la crítica, fascinada por los textos de la madurez y las grandes
novelas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, no otorga más que una
distraía atención.
Notas
(24) Cf. El pozo, pág. 31, donde aparece formulada novelísticamente, por supuesto, la rebelión, que jamás será desmentida, de Juan Carlos Onetti contra la tramposa verdad de los hechos: “Se dice que hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos. Porque los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene.”
(25) Cf. la última parte (titulada “El lenguaje de la nueva novela”), del trabajo ya citado de Emir Rodríguez Monegal, “Conversación con Juan Carlos Onetti”, en Onetti, op. cit., pp. 257-266.
(26) Jorge Ruffinelli es uno de los contados críticos que se ha preocupado por las obras juveniles de Juan Carlos Onetti. Pero si bien él ha percibido la presencia de “elementos útiles para la conformación de varios motivos”, y subrayado certeramente en un texto como El obstáculo el nacimiento del tema de la ciudad o la originalidad de ese “canto a la sensualidad” que constituye -según él- Tiempo de abrazar-; si bien ha sabido apreciar la “sutileza y la inteligencia con que (Onetti) despliega el tema y el personaje del homosexual (…) desembarazado de inhibiciones fáciles”, no siempre ha atinado a descubrir el surgimiento de la problemática de la búsqueda, que sin embargo aparece contenida en germen en las primeras contribuciones de Juan Carlos Onetti a la literatura. Un relato como El obstáculo, por ejemplo, que Jorge Ruffinelli juzga como “ajeno a las preocupaciones del primer Onetti” y en el cual -según él. “las vicisitudes de los muchachos internados provocan en el narrador una actitud de rebeldía más social que individual, más palpable y verificable que la rebeldía existencial de sus otros cuentos y sin duda menos original”, ¿no otorga ya un lugar interesante a ese momento constitutivo de toda búsqueda de la identidad: la inminencia de la muerte? El precisamente porque el personaje principal de El obstáculo percibe -en forma confusa- el carácter determinante de esta, que se quedará junto a su amigo moribundo. A pesar de su horror y su repugnancia, asiste al “rito misterioso de la muerte”. Con esta sola condición puede luego escaparse hacia la ciudad, a reconquistar su propia identidad (Jorge Ruffinelli, “Onetti antes de Onetti” en Tiempo de abrazar, pp. XIII-LIV).
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