Publicamos la siguiente entrevista gracias a Miguel Angel Morelli, quien, revolviendo papeles en su casa durante la cuarentena hizo este hallazgo para suerte de todos los que amamos a Pizarnik y a Juarroz y que ahora podemos leerla. Originalmente la entrevista salió en la revista Zona Franca Nº52, Diciembre de 1967, Caracas.
Alejandra Pizarnik: A
usted, Roberto Juarroz, corresponde decidir acerca de la probable o improbable
validez de un diálogo sobre la poesía, que consista en preguntas (lleven o no
los signos convencionales de interrogación) y en respuesta.
Roberto Juarroz: Creo
que un diálogo sobre la poesía debería estar hecho de preguntas y presencias,
no de preguntas y respuestas. La poesía es pregunta y llamado. Tal vez sería
preciso inventar un diálogo de preguntas, o por lo menos un diálogo de llamados
y presencias. Pero ¿cómo encarnar un diálogo de esta índole? De la misma forma
en que se puede encarnar lo poético. Así, podríamos también sospechar, acaso,
que el hombre, en general, más que hacer preguntas, en última instancia formula
llamados, llama a alguien o a algo. Un diálogo de esta clase se encarnaría,
entonces, localizando o sintonizando algunos núcleos donde sea posible
concentrarse y entusiasmarse.
A.P.: Vivo
el poema como una explosión por debajo del lenguaje. Descubro aquí cuatro
elementos básicos: explosión, ser, lenguaje y debajo. Podríamos acercarnos a
ellos diciendo lo anterior de otro modo: el poema es la expresión abrupta de
una realidad fundamental que se genera a través de las posibilidades
subyacentes de la expresión verbal y no solo por medio de su capacidad
significativa inmediata. Destaco este párrafo de “La poesía, la realidad, la
poesía” (1), pues alude a un proceso espiritual que al
tiempo que se halla a igual distancia de la inconsciencia poética que del
“laboratorio” de los poetas circuladores, recuerda el título artaudiano de un
ensayo que usted publicó hace unos diez años: “Aproximación a un lenguaje
total”. Esta es mi pregunta: ¿de qué manera no separa eso que llaman fondo y
forma?
R.J.: La
realidad nace aquí, en el espacio poético, con la forma. En cuanto al título de
mi ensayo –Una aproximación al lenguaje total– aun lo siento vigente. He
meditado qué quise decir con ese título. Un lenguaje sólo puede ser total,
cuando equivale al ser. ¿Puede un lenguaje equivaler al ser? Únicamente si
engendra al ser. Permítame citar otra línea del trabajo que acaba de mencionar:
La realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una
forma.
A.P.: Entonces
usted, fervoroso de Nietzsche, creerá con él que Se es artista a condición de
sentir como un contenido, como la cosa misma, lo que los artistas llaman la
forma.
R.J.: Es
así, perfectamente, y esto va mucho más lejos que Hebbel cuando escribía, aun
tímidamente: Hay también una profundidad en la forma.
AP.: Sus
consideraciones acerca del lenguaje total implican una creencia (también total)
en los poderes de la palabra. Tanto esas definiciones como el fragmento de “La
poesía, la realidad, la poesía” formularían una suerte de profesión de fe
religiosa, sólo que usted se refiere a una trascendencia por el lenguaje, exclusivamente.
Esto convoca la conocida conjunción de los términos poesía y religión, a la que
recurre, cada vez más abusivamente, la crítica literaria de nuestro idioma.
Cabe recordar, sin embargo, que el ejemplo más “salvaje” lo proporcionó Claudel
al intentar definir a Rimbaud.
R.J.: Conviene
insistir en lo siguiente: la santidad del poeta es su lenguaje. Pero subamos
otro escalón: la visión del poeta es su lenguaje. Otro escalón: la salvación
del poeta es su lenguaje. Otro escalón: la divinidad del poeta es su lenguaje.
El poeta sólo puede concebir un dios verbal, que de ninguna forma es menos real
que cualquier otro. En cuanto a la definición de Claudel, es “salvaje”, en
efecto, pues para el místico Dios y su nombre son dos cosas distintas; para el
poeta son la misma cosa.
A.P.: Hemos
rozado la noción de santidad. ¿Encuentra correspondencia entre ella y la
poesía?
R.J.: Únicamente
con una paradójica santidad que fuera tan santa que se olvidara del bien y del
mal. Creo que no se debe confundir con cierta idealización del mal que es otra
forma de la ética convencional y utilitaria. Tal vez la confusión reside en
postular una ética del hacer y no una ética del ser; y la única ética del ser
es la intensidad.
A.P.: ¿Y si
alguien le preguntara qué entiende por intensidad del ser?
R.J.: Más
ser.
A.P.: ¿Y
cuál sería, aquí, la función de la poesía?
R.J. Engendrar
más ser a través del lenguaje. O sea una de las formas óptimas de la ética del
ser.
A.P.: Esto
nos lleva de nuevo, y siempre, al lenguaje.
R.J.: La
única fidelidad que se le puede exigir al poeta es la fidelidad a su lenguaje.
Lo que se llama estilo es la culminación de esa fidelidad. Cada uno es su
lenguaje.
A.P.: Borges
ha escrito que la realidad no es verbal…
R.J.: Prefiero
el comienzo del Evangelio según San Juan: En el principio era el Verbo…
A.P.: Mucho
se habla de la soledad en la literatura argentina. Acaso se hable demasiado de
la soledad. No obstante, más cerca de lo real se hallan, a lo menos para mí,
estas
frases de un poema de Michaux:
frases de un poema de Michaux:
Je suis
habité; je parle a qui-je
fus me parlent (…)
On
n’est seul dans sa peau
R.J.: La
soledad es un engaño. O una forma de soledad. El ser sano no está solo. Pensar
no es soledad. La poesía no es soledad: no hay poesía sin presencias. En una
ocasión, Antonio Porchia me dijo: La compañía no es estar con alguien sino en
alguien.
A.P.: También
es cierto el revés de la frase. Nadie menos encerrado en la soledad, por
ejemplo, que el eremita en el desierto, puesto que en él reside una presencia
que no cesa de estar (o de ser) presente.
R.J.: Así
es. En cuanto a la poesía, sería una forma de estar en el mundo y de reconocer
el mundo en uno. Y más: la poesía está acompañada de una profunda sensación de
participar del mundo y del mundo participando en uno.
A.P.: ¿Al
punto de cambiarlo?
R.J.: Lo
real no cambia. Sólo nos muestra distintos aspectos, siempre. Por eso me seduce
profundamente la idea de Klee de que lo visible en relación con el mundo total
es sólo un ejemplo de lo aislado.
A.P.: Usted
nombró a Klee y yo voy a preguntarle acerca de las conexiones entre la poesía y
la pintura. Para mí, se trata de una correlación evidente; y lo es porque entre
otras cosas, el poeta comparte con el pintor la necesidad ineludible de hacer
existir los objetos de su espíritu (imágenes, representaciones), los cuales
exijen (2), a fin de existir con entera plenitud, la
máxima precisión. De ahí la imposibilidad, tanto para el poeta como para el
pintor, de prescindir de la contemplación.
R.J.: Siento
que el poema consiste en dejar que una imagen produzca ondas en uno como si la
imagen poseyera una iniciativa que es preciso no vulnerar. Por eso alguna vez
me he referido a la fidelidad, al núcleo de visión del cual nace un poema. Cada
núcleo de visión tiene sus leyes propias. Pienso que Octavio Paz se refería a
algo de esto cuando, hace poco, comentando un poema que le enviara, me escribió
que él lo llamaría concéntrico. Por eso es fundamental la contemplación de la
imagen a que usted se refiere. Ahora bien: la imagen no sólo sería
exclusivamente la reunión de dos elementos provenientes de la fantasía o de la
sensibilidad sino también el encuentro imprevisto entre dos ideas, puesto que
hay una plasticidad propia del pensamiento así como hay una plasticidad de lo
pictórico.
A.P.: Prosiguiendo
con el mismo asunto, conviene completar la figura dialéctica. La poesía (Hegel
la ubicó perfectamente en relación a las demás artes) reside en el tiempo. O,
más precisamente, el tiempo es la sustancia de que está hecha (en esto nos
parecemos a cualquier poema). Es obvio que los objetos espirituales a que antes
me referí no están como yacentes en espera de que los eternicen en alguna
“naturaleza muerta”, sino que fluyen, y distintamente, es decir según el ritmo
de cada poeta. Por supuesto que al decir ritmo no quiero decir música ni rima
ni Verlaine. En fin, le pregunto acerca del tiempo del poema, del tiempo en el
poema.
R.J.: Así
como la ciencia ha accedido por fin a una noción que trasciende las habituales
categorías de espacio y tiempo y nos habla de un espacio-tiempo, la poesía, y
con ella todas las artes, son otra forma de relativizar esas nociones. Por eso
yo preferiría hablar del espacio-temporalidad del poema, parecida a la de los
sueños. Para comprender esto tendríamos que responder a preguntas como: ¿cuál
es el espacio del pensamiento? ¿cuál es la duración de la distancia? ¿cuál es
la memoria del olvido?
A.P.: Una
vez oí que un niño preguntaba a dónde va el tiempo que pasa. ¿Qué le hubiera
respondido?
R.J.: A
jugar que fue.
A.P.: Su
referencia a los pensamientos visuales –y, sobre todo, su propia poesía
–declaran que usted es un poeta que vive el pensar. Pero también la conjunción
entre el pensar y la poesía sugiere toda suerte de asociaciones mentales
confusas, sobre toda en la literatura de nuestro idioma, donde raramente se discierne
la sutil distinción entre pensar y pensar. ¿Qué le sugiere esto?
R.J.: Justamente,
nuestro amigo Julio Cortázar aconseja, en sus “Instrucciones para subir una
escalera”, acerca de la conveniencia de no confundir el pie con el pie, si en
verdad se desea subir una escalera y arribar al término de ella. Y Heidegger,
por su parte, ha escrito: La ciencia no piensa. Creo que ambos suscribirían la
afirmación de que la poesía piensa, lo cual se complemente con una frase de
Lichtenberg que usted me dijo alguna vez: “Debería decirse “piensa” así como se
dice “relampaguea”. Pienso que por allí andaba también Macedonio Fernández con
su “poesía del pensar”.
A.P.: La
última pregunta. ¿Por qué los poemas que usted viene publicando, sea en revista
o bien en libros, llevan el título unánime de Poesía vertical?
R.J.: Pensé
en una dimensión del pensamiento tan concreta como si tuviera peso, tan
distante del discurso intelectivo como un cuerpo de un fantasma. La poesía es
lo contrario de la abstracción, tal vez el cumplimiento de aquella línea de uno
de mis poemas: Hay pensamientos que debieran culminar en un gesto de su misma
sustancia.
(Multiversos / 24-4-2020)
(Multiversos / 24-4-2020)
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