miércoles

LOS BEATLES, ESOS MUCHACHOS

por GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN
Crear en Salamanca se complace publicar este ensayo de Gabriel Jiménez Emán (Caracas, Venezuela, 1950), escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. Vivió cinco años en Barcelona y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Oporto, Buenos Aires, Santo Domingo, Ginebra y Quito.

PRIMERA ENTREGA

LOS BEATLES, ESOS MUCHACHOS

Para nosotros, los de la generación del 50, la aparición de Los Beatles en el escenario de la cultura popular significó uno de los fenómenos más refrescantes, y de los que personalmente pude disfrutar más en plena adolescencia luego de la aparición del rock norteamericano, modalidad que surgió como respuesta y continuación del blue, el jazz y las baladas de los años 50 en Estados Unidos, país que describió una línea musical de extraordinaria fuerza, desde las primeras expresiones como el spiritual, los góspeles, las bandas callejeras de jazz, en clubes o bares, para luego anclarse en grandes orquestas que irían generando –con el desarrollo de la radio, la TV o el cine— lo que hoy conocemos por cultura del espectáculo.

Los Beatles son hijos directos del rock, tanto inglés como norteamericano. Oyeron las primeras piezas en la radio; después formaron parte de pequeños grupos en su ciudad natal –Liverpool— sobre todo uno, Los Quarrymen, –donde idolatraban a Elvis Presley– y luego de un rudo camino por bares de baja estofa y de numerosas audiciones llegaron a Londres, donde hicieron una carrera meteórica que les llevó al estrellato en sólo cuatro años. John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, antes de constituirse como el cuarteto más célebre de la música pop, hubieron de enfrentar crisis, rupturas y desencuentros hasta lograr un perfecto acoplamiento de voces, instrumentos, letras y melodías originales, y sobre todo, de una inmensa energía cuando estaban en escena.

Esta energía tuvo que ver con varios ingredientes: simpatía personal, desenfado, sentido del humor y una dosis de espontaneidad que, unidos a la buena presencia de los muchachos, contribuyó a que sus figuras se amoldaran bien a una extraordinaria gerencia promocional y publicitaria, que se adaptaba como ninguna otra a los iconos que necesitaban los jóvenes del mundo en ese momento. Fue precisamente su manager Brian Epstein quien logró éste milagro, con su talento extraordinario (cegado prematuramente); la parte musical se la debemos sobre todo a George Martin, quien, viendo el estupendo potencial de los muchachos, supo encauzarlos por la senda musical con oportunos arreglos musicales y consejos durante las grabaciones, que los cuatro jóvenes supieron aceptar, para desarrollar luego su propio talento.

De temas melódicos muy sencillos pero interpretados con una gran fuerza y frescura, Paul McCartney y John Lennon se conocieron muy jóvenes en Liverpool en fiestas, integran grupos como Los Quarrymen y Los Silver Beetles, “Los Escarabajos Plateados” (que más tarde optarían por la “pegada” beat de la Beat Generation americana de poetas como Ginsberg, Kerouac, Ferlinghetti, Corso y Jones, –con la cual se identificaron también Bob Dylan y Charles Bukowsky– para lograr el “Beatle”) y se hacen amigos; cuando empiezan a cantar juntos sus voces se acoplan la una a la otra haciendo una armonía extraordinaria. Muchas canciones eran de su autoría y recogían buena parte del rock’n roll norteamericano de una manera original, pero bien entroncada con la raíz original del jazz, el blue y la música popular británica. Los Beatles eran hijos de clase obrera, de familias humildes, y supieron amalgamar en sus interpretaciones la fuerza original del rock´n roll estadounidense con la de la música tradicional y popular inglesa, con rotunda potencia natural.

La historia de estos cuatro muchachos es en verdad una especie de fábula que, a medida que se desenvuelve, va adquiriendo rasgos apasionantes debido al cúmulo de cosas que acontecen en tan corto tiempo, mientras acontecimientos sociales, políticos, económicos y culturales se dan cita justamente en esos años 60, donde hacen eclosión las manifestaciones más significativas de la cultura del siglo XX en todo el mundo. La llamada década prodigiosa fue escenario de una serie de cambios cualitativos en los modos de pensar, generando nuevas propuestas estéticas, culturales, éticas y expresivas de toda índole, protagonizadas buena parte de ellas por una juventud ávida de transformaciones en lo social, lo educativo y lo cultural, frente a una sociedad que avanzaba –y avanza aún hoy, lamentablemente— de la mano de políticas belicistas y de un capitalismo voraz, cuyos modelos ya habían comenzado a hacer aguas desde entonces.

De hecho, cuando el rock irrumpe en la escena de los años 60, constituye una forma de resistencia cultural que propone justamente otras maneras de convivencia a través de terapias orientalistas, el psicoanálisis, la meditación o el uso de drogas como modos de acceder a otras realidades perceptivas, y no como el vicio alienatorio que ha dado lugar al narcotráfico; además de una convivencia colectivista que opta por la paz y no por la guerra, y ofrece la opción de ejercer el amor, contra el egoísmo acumulativo de la competencia. Todo esto tomó posesión de los jóvenes de aquella década, comenzando sobre todo por una educación libre del yugo académico, y de un arte que pueda expresar las libertades individuales de la imaginación creadora, como se propugnaba desde la poesía, la música, la pintura y el cine. En Estados Unidos y las principales capitales europeas comenzó a irradiar una nueva cultura hacia América Latina donde coexistían elementos de marxismo, psicoanálisis, yoga, meditación orientalista y un renacer de la expresiones de vanguardia como el cubismo, el surrealismo, el dadaísmo, el creacionismo, el arte abstracto y hasta la metafísica cobraron un nuevo sentido en los años 60, cuando los grupos y bandas de rock devinieron en grupos pop, y entonces el arte surge para desentrañar la hipocresía de la sociedad de consumo, los conformismos derivados del trabajo alienado y la educación conformista.

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