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LA PATRIA Y LA TUMBA (6) (Crónica ficcionada del golpe de estado y de la Huelga General) - RICARDO AROCENA



A la memoria de María Cristina Díaz Marrero

¡Al fin el cartel de bienvenida! –suelta Miguel Muñoz.

El tenue sol invernal se oculta a la distancia. Ha manejado toda la tarde para llegar a Paysandú, adonde tiene algunas propiedades agropecuarias, aunque esta vez lo que lo ha motivado a viajar, no son razones comerciales, sino la imperiosa necesidad de consultar a algunos de sus referentes de confianza del Partido Nacional sobre las medidas a adoptar para resistir la dictadura en el Interior del país. No piensa viajar hasta la chacra en las afueras de la ciudad, como lo hace siempre, su idea es quedarse en casa de Madero, un hombre de confianza que le cuida los bienes cuando no está. Lo toma por sorpresa.

-¡Patrón! ¡No lo esperaba! ¿Qué hace usté por acá, con lo movido que ha de estar Montevideo? –le pregunta.

Miguel Muñoz le explica. Y el hombre agrega:

-Acá también ta´ revueltita la cosa. Ahora mesmito tán reunidos los sindicatos. Y tuito el mundo protesta.

Es tarde de noche y Miguel Muñoz decide apurarse. Sube a su camioneta para hacer una rápida recorrida por la casa de sus conocidos. Tiene suerte y los encuentra reunidos en el domicilio de uno de ellos, a dos cuadras de la Avenida 18 de Julio. Discuten mecanismos de resistencia al régimen, como por ejemplo la paralización de las Intendencias gobernadas por el Partido Nacional. No es el caso de Paysandú, en donde el Intendente, el colorado Belbisi, se ha puesto al servicio de Bordaberry. Luego de conversar largo rato, las directivas que le dan son claras:

-Wilson pide que apoyemos la huelga. Tenemos entendido que tu padre tiene una casa en Colonia del Sacramento, que vos frecuentás todos los veranos. Darías una buena mano si ayudaras por esos pagos, adonde tenés tantos amigos –es el pedido.

Miguel acepta. Pero primero va a tener que viajar a Montevideo a casa de María Micaela y Roberto que parten para Buenos Aires. Falta una hora para la medianoche cuando se levanta de la reunión y se dirige hacia la principal avenida de la Capital sanducera, adonde por razones de seguridad dejó la camioneta, pero un griterío lo sorprende. Hacia él viene una enorme marcha de miles de personas que corean contra el régimen. Y Muñoz se suma a ellos.

Aunque vuelve avanzada la madrugada a casa de Madero, éste lo está esperando.

-¡Con usté no se gana pa´ sustos!

Entonces Muñoz le cuenta:

-Marchamos por 18 de Julio hasta Treinta y Tres. Y de ahí a Leandro Gómez. Dimos la vuelta y desembocamos en Jefatura, adonde la gente hizo una sentada y gritó consignas. Después fuimos al local del sindicato municipal y habló un dirigente bancario. Veo que Paysandú sigue siendo la heroica –festeja Muñoz.

-Lo que pasa es que por acá los sindicatos son fuertes. Tienen mucha gente y están muy bien organizados, muchos ya estaban en conflicto cuando esto del golpe de estado. ¡Mi Dios! ¡Tenía miedo que los milicos lo hubieran agarrado, este es pueblo chico y enseguida me enteré de lo que estaba pasando, por eso me quedé levantado! –retruca Madero

Muñoz queda pensativo. Nunca se animó a preguntarle si “Madero” es su sobrenombre o su apellido. Si fuera este el caso, le viene a la medida.

-La movilización salió del salón de actos del sindicato municipal. Estaban todos los gremios y la gente tan entusiasmada que improvisó la manifestación pese a la hora que era. Y yo me le sumé. Al igual que en Montevideo la decisión de los sindicatos y gremios de estudiantes es de ocupar los lugares de trabajo y de estudio.

Madero queda en silencio, duda de contar lo que le han dicho. Al final se anima:

-Le cuento algo en confianza, que me lo dijo un vecino de aquí cerquita que trabaja en la Intendencia: siguiendo una resolución, los municipales piensan sacar del Corralón las moto-niveladoras, excavadoras y el material pesado, pa´ frenar la arremetida de los milicos…

-¿Y qué piensan hacer con todo eso? –pregunta intrigado Muñoz.

-Ta clarito. Abrir zanjas y trincheras pa´ que no puedan entrar por la carretera…

***

28 DE JUNIO. En el Hospital de Clínicas trabajadores, médicos, autoridades, internados y familiares, comentan los decretos de disolución de las cámaras y de las Juntas Departamentales de la noche anterior, promovidos por la novel dictadura. A las 10.30 Bordaberry había utilizado la cadena nacional. La población presenció un rostro que más que adusto era sombrío, su gesto, que fingía consistencia, no ocultaba la incertidumbre que lo embargaba, por eso su voz tenía un tono tan amenazante como el contenido del documento. “… la acción delictiva de la conspiración contra la Patria, coaligada con la complacencia de grupos políticos sin sentido nacional, se halla inserta en las propias instituciones”- había leído, mirando alternativamente unos papeles y las cámaras. Entre los ocupantes circulan toda clase de noticias, unas ciertas, otras dudosas y otras a confirmar, entre estas la renuncia del vicepresidente Sapelli y de gran parte del gabinete ministerial por disentir con el golpe, pero además, con el correr del día va llegando información de que amplios sectores sociales y políticos, se suman también contra el régimen, entre ellos la Federación de Iglesias Evangélicas, el Consejo Presbiteriano de Montevideo y a nivel político la Lista 15, que realiza una dura declaración y exige elecciones anticipadas. Al anochecer llega Andrea Vázquez al Hospital con la no por esperada menos festejada información de que la Asamblea Nacional del Claustro convoca a los universitarios y al pueblo todo, a sumarse a la Huelga General. Un grito espontáneo sale de cientos de gargantas, al escuchar la lectura de la declaración: ¡EL PUEBLO UNIDO, JAMÁS SERÁ VENCIDO!

Andrea interviene:

-Estuve con los compañeros de la CNT, evalúan que el enemigo está desesperado y por eso se vuelve a cada momento más peligroso, fueron detenidos varios integrantes del Consejo Directivo Central de la Universidad y clausurados los periódicos Acción, Marcha, Compañero y El Oriental; recorrí Montevideo y hay barricadas y concentraciones militares por todos lados, pero además varios integrantes  de la dirección del Partido Socialista fueron encarcelados y los intendentes rebeldes han sido amenazados de que van a ser sustituidos por interventores, a todo esto hay que sumarle que, como todos sabemos, el Ejecutivo ordenó la captura de los legisladores Wilson Ferreira Aldunate, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.

Entre los que escuchan están Cristina y Juan José, que habían quedado en encontrarse en el Clínicas para coordinar y de paso para verse, vienen acompañados de Javier Barbosa, integrante de la Coordinadora M del Frente Amplio, que pide autorización para leer un mensaje del General Líber Seregni, quien convoca a luchar por la destitución de Bordaberry y elecciones anticipadas. Un cartel llama la atención de Juan José, tiene una consigna que ya vio en la textil La Aurora y en muchas paredes de Montevideo: “Es preferible morir de pie antes que vivir de rodillas”.

-La dictadura encarna los intereses de una rosca, pero chocaron contra nuestra resistencia. El estado de ánimo de la gente es el mejor, lo comprobé en muchas fábricas que he recorrido en nombre de la UNTRA, como por ejemplo en Inlasa, Sadil, Cervecerías, La Popular, el Frigorífico Nacional y la Refinería ANCAP, pero además sé de buena fuente que también en Juan Lacase, Las Piedras, Pando y en muchos lugares del interior, el pueblo está combatiendo -informa Juan José a Andrea.

-Algún día todo esto figurará en los textos de historia, como otra de las grandes gestas del pueblo oriental -responde Andrea.

La muchacha, recientemente recibida de médica, ocupa el Clínicas desde las primeras horas del día anterior, adonde llegó pertrechada como para una larga temporada. Integra el “Comando del Hospital”, formado por los trabajadores para dirigir la huelga, pero además para asegurar las estructuras jerárquicas de cada servicio, ya que el objetivo es continuar con la atención de los pacientes internados y con la prestación de salud, porque la gente lo precisa y porque el Hospital Universitario es la cara más visible de la Universidad ante la población. Luego de cada turno, junto con trabajadores, estudiantes y docentes, se dedica a hacer propaganda, finanzas y a visitar organizaciones vecinales para pedirles alimentos y poder continuar con la medida. Está contenta, la respuesta no puede ser mejor, desde los barrios circundantes permanentemente llega harina, arroz, fideos y toda clase de comestibles, además de material como para hacer propaganda. Los vecinos organizan colectas y reparten los volantes de los ocupantes, un verdadero colchón humano rodea al Hospital, al que siente más suyo que nunca, ya que de la mano de Dr. Hugo Villar, pese a los recortes presupuestales, ha alcanzado niveles de excelencia, hasta transformarse en un referente a nivel nacional e internacional.

***

Andrea comenta con sus compañeros de la Guardia de Emergencia el apoyo de los diarios brasileños al régimen de Bordaberry, que asegura, en su opinión, “una frontera pacífica y tranquila”, cuando debe enfrentar una situación tan extraña como dolorosa, que la aleja de sus actividades gremiales. A media tarde, a la urgencia del Hospital, llega una mujer que se presenta como Alicia Machado, con su hija de ocho años de edad en brazos. Desesperada le cuenta a Andrea que la encontró en el piso de su casa, junto al cuerpo de su abuela y que al principio creyó que la niña también estaba muerta, pero que un estertor le reveló que aún respiraba y había salido corriendo a que la atendieran. La chiquita, de nombre Daniela, está en estado de shock y un pormenorizado examen le permite a Andrea verificar que presenta traumatismo encefálico y quemaduras en la espalda. No es fácil controlar a la madre que repite sin cesar que no debió dejarlas solas, que lo más seguro es que hayan sido víctimas de rapiñeros. Andrea pone todo su esfuerzo en sacar a Daniela del estado en que está, hasta que al final la niña abre los ojos y estira, espantada, como protegiéndose, sus manos. Con mucho esfuerzo consigue calmarla y la niña, en forma entrecortada, recuerda que alguien a quien nunca había visto pero que la llamó por su nombre, entró a la casa, se abalanzó sobre ella, la golpeó con un tizón y que se interpuso su abuela Beatriz. Pero de nada más se acordaba. El golpe en la frente le sugiere a Andrea que se habría desmayado y que eso le salvó la vida, inmediatamente le comunica la revelación a su madre, que espera afuera y que unas horas después le informa que un pariente lejano, que desde hacía semanas estaba internado por trastornos siquiátricos, había confesado. Según Alicia, el homicida fue hasta su casa y preguntó por ella y cuando le dijeron que no estaba, golpeó a Daniela hasta que la creyó muerta, siguió con su abuela hasta que la desmayó, luego la llevó a la cama y la asfixió con una almohada. Es delicado explicarle lo ocurrido a la niña, tampoco es fácil para Daniela asimilarlo y entra en una crisis de llanto, por lo que Andrea receta un calmante. Daniela ahora duerme. Andrea no quiere irse de su lado. La mira y piensa en los mundos paralelos, que se superponen, en la tragedia colectiva por la que todos están pasando, pero también en la tragedia individual, puntual, de esta familia. En el absurdo, irreal, irracional torbellino que la sacó de una vida cotidiana, que nunca volverá a ser la misma. Imagina al enajenado cruzando Montevideo, obsesionado por quien sabe qué motivos, ajeno a cuanto ocurre en su entorno, ajeno a los patrullajes, a las pinzas, a las razias y enceguecido por una obsesión, rumbo a la casa de sus víctimas. Siente pena por todo y concluye que hay acontecimientos en la vida de las personas y de los pueblos que marcan un antes y un después. Música folklórica la saca de su ensimismamiento, es la cadena, amenazante como siempre, insultante como siempre, prepotente como siempre, que requiere la captura de varios compañeros. Andrea mira el reloj, terminó la guardia, está abrumada, pero muchos compromisos la requieren. Afuera la muerte acecha, pero hay que continuar.

***

La inesperada visita de su hermano Carlos, cambia el estado de ánimo de Andrea. Hace días que no lo ve, pero sabe que al igual que ella, también resiste al golpe, como representante político partidario en una coordinadora del Frente Amplio. Carlos viene con unos dibujos en la mano:

-Lo dibujaron tus sobrinos, para vos –le dice.

Andrea mira los dibujos y sonríe. En uno aparece una figura femenina con una pancarta.
-¡Cómo me conocen! Mandale un beso a ellos y a Clara –responde haciendo referencia a su cuñada.

-Están bajo el cuidado de su abuela materna. Con Clara casi no nos vemos, está todo el día metida en cosas de El Popular.

-¿Y has visto a nuestros padres? –vuelve Andrea a preguntar.

Está inquieta porque es consciente que para ellos lo que está ocurriendo es lapidario.

-Mamá acompaña a Papá todo el día, no lo deja ni a sol ni a sombra. También está preocupada por sus problemas cardíacos. Junto con la familia de Muñoz y con el resto de sus amigos del Poder Judicial, han organizado una red de información para mantenerse enterados de cuanto está pasando, compran la prensa de acá y consiguen del exterior. Y te puedo asegurar que en muchos aspectos están más informados que nosotros -responde Carlos.

Andrea ríe:

-Los golpistas no solamente chocaron contra nosotros, también lo hicieron contra el horcón del medio de las costumbres civilistas, se les opone la esencia misma del país, las tradiciones, la Suiza de América, los mundiales del 30 y 50, nuestra historia nacional…

Pero contáme… ¿cómo ves la cosa?, ¿qué están planteando los compañeros del Frente Amplio?

-Desde el primer momento nos propusimos evitar el caos en los barrios, por ejemplo, organizando la recolección de residuos, el mantenimiento de la limpieza, el control del abastecimiento y de los precios y por sobre todo la solidaridad de los vecinos y de las instituciones barriales, con los gremios en lucha. Se trata de mantener a los Comités movilizados, para que pongan en combate frontal contra la dictadura a todos los frenteamplistas, pero también a los que no lo son –cuenta Carlos.

-De todo eso me he percatado. Permanentemente estamos recibiendo donaciones de los Comités que rodean al Hospital –comenta Andrea.

-El esfuerzo organizativo es enorme, se trata de que los comités, las coordinadoras y las mesas departamentales mantengan un intercambio fluido con los órganos centrales del Frente, pero la represión es brutal y por razones de seguridad nos reunimos en casas de familia, clubes y donde se preste. Hay que actuar con cuidado, evitar acciones aisladas y reuniones plenarias e ir rotando a los compañeros que hacen tareas de enlace a cualquier nivel –agrega Carlos.

Andrea escucha entusiasmada. Mientras su hermano habla, piensa en los compañeros que invirtieron años de esfuerzo en conformar un denso entramado popular, que rodeara a la vanguardia trabajadora en las horas difíciles. Su hermano reitera, luego de un momento de silencio:

-Como te venía diciendo: nuestro objetivo es apoyar las acciones sindicales, estudiantiles, las ocupaciones y para eso estamos promoviendo la realización de jornadas de difusión, de aprovisionamiento, colectas, y adonde se pueda, concentraciones, marchas y movilizaciones relámpago.

-He escuchado que en muchas zonas se han integrado a la lucha, blancos y colorados –comenta Andrea.

-En mi Coordinadora por ejemplo… Aunque todavía no alcanza, hay que avanzar más por ese camino y por eso, por mi parte, vengo coordinando con Miguel Muñoz, que, como sabés, milita en Por la Patria… -informa Carlos

-Me alegro de que Miguel esté apoyando, no esperaba otra cosa, hubiera sido una decepción lo contrario. Es hijo del mejor amigo de papá y lo aprecio desde que éramos niños –dice Andrea.

-Pero además, la agitación y propaganda es cosa de todos los días, la consigna es que cada muro de Montevideo grite su rechazo al régimen. ¿Te acordás de “Pegotín”? ¿El que iba por casa? Lo metimos en un lugar al que casi nadie conoce con la exclusiva tarea de hacer afiches, volantes, pancartas, crayones de sebo y todo lo que precisamos. ¡Qué sirva para algo!

Andrea aplaude entusiasmada. Claro que se acordaba de “Pegotín”, un muchacho indolente, siempre distraído, solitario y al que todo el mundo tomaba a broma, sobre todo desde que durante un atentado a un comité, respondiera a los fascistas arrojándoles arena desde la azotea, “para ensuciarlos”, según dijo.

-Hará molotov de arena… -bromea Andrea.

-Hermana… Los compañeros están firmes y los que te conocen te mandan el mayor de los abrazos. De todos los grupos del Frente. Por suerte la lucha contra el enemigo común nos ha permitido superar las fricciones del pasado, cualquier discrepancia ideológica, cualquier reserva, y estamos más unidos que nunca. Un apretón que me voy. Mañana paso a ver a nuestros padres y a darles noticias tuyas, ya que, como te imaginarás, están preocupados –se despide Carlos.

Y Andrea queda mirando los dibujos de sus sobrinos.

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