A
la memoria de María Cristina Díaz Marrero
¡Al fin el cartel de bienvenida! –suelta Miguel Muñoz.
El tenue sol invernal se oculta a la distancia. Ha
manejado toda la tarde para llegar a Paysandú, adonde tiene algunas propiedades
agropecuarias, aunque esta vez lo que lo ha motivado a viajar, no son razones
comerciales, sino la imperiosa necesidad de consultar a algunos de sus referentes
de confianza del Partido Nacional sobre las medidas a adoptar para resistir la
dictadura en el Interior del país. No piensa viajar hasta la chacra en las
afueras de la ciudad, como lo hace siempre, su idea es quedarse en casa de
Madero, un hombre de confianza que le cuida los bienes cuando no está. Lo toma
por sorpresa.
-¡Patrón! ¡No lo esperaba! ¿Qué hace usté por acá, con
lo movido que ha de estar Montevideo? –le pregunta.
Miguel Muñoz le explica. Y el hombre agrega:
-Acá también ta´ revueltita la cosa. Ahora mesmito tán
reunidos los sindicatos. Y tuito el mundo protesta.
Es tarde de noche y Miguel Muñoz decide apurarse. Sube
a su camioneta para hacer una rápida recorrida por la casa de sus conocidos.
Tiene suerte y los encuentra reunidos en el domicilio de uno de ellos, a dos
cuadras de la Avenida 18 de Julio. Discuten mecanismos de resistencia al
régimen, como por ejemplo la paralización de las Intendencias gobernadas por el
Partido Nacional. No es el caso de Paysandú, en donde el Intendente, el
colorado Belbisi, se ha puesto al servicio de Bordaberry. Luego de conversar
largo rato, las directivas que le dan son claras:
-Wilson pide que apoyemos la huelga. Tenemos entendido
que tu padre tiene una casa en Colonia del Sacramento, que vos frecuentás todos
los veranos. Darías una buena mano si ayudaras por esos pagos, adonde tenés
tantos amigos –es el pedido.
Miguel acepta. Pero primero va a tener que viajar a
Montevideo a casa de María Micaela y Roberto que parten para Buenos Aires.
Falta una hora para la medianoche cuando se levanta de la reunión y se dirige
hacia la principal avenida de la Capital sanducera, adonde por razones de
seguridad dejó la camioneta, pero un griterío lo sorprende. Hacia él viene una
enorme marcha de miles de personas que corean contra el régimen. Y Muñoz se
suma a ellos.
Aunque vuelve avanzada la madrugada a casa de Madero,
éste lo está esperando.
-¡Con usté no se gana pa´ sustos!
Entonces Muñoz le cuenta:
-Marchamos por 18 de Julio hasta Treinta y Tres. Y de
ahí a Leandro Gómez. Dimos la vuelta y desembocamos en Jefatura, adonde la
gente hizo una sentada y gritó consignas. Después fuimos al local del sindicato
municipal y habló un dirigente bancario. Veo que Paysandú sigue siendo la
heroica –festeja Muñoz.
-Lo que pasa es que por acá los sindicatos son
fuertes. Tienen mucha gente y están muy bien organizados, muchos ya estaban en
conflicto cuando esto del golpe de estado. ¡Mi Dios! ¡Tenía miedo que los
milicos lo hubieran agarrado, este es pueblo chico y enseguida me enteré de lo
que estaba pasando, por eso me quedé levantado! –retruca Madero
Muñoz queda pensativo. Nunca se animó a preguntarle si
“Madero” es su sobrenombre o su apellido. Si fuera este el caso, le viene a la
medida.
-La movilización salió del salón de actos del
sindicato municipal. Estaban todos los gremios y la gente tan entusiasmada que
improvisó la manifestación pese a la hora que era. Y yo me le sumé. Al igual
que en Montevideo la decisión de los sindicatos y gremios de estudiantes es de
ocupar los lugares de trabajo y de estudio.
Madero queda en silencio, duda de contar lo que le han
dicho. Al final se anima:
-Le cuento algo en confianza, que me lo dijo un vecino
de aquí cerquita que trabaja en la Intendencia: siguiendo una resolución, los
municipales piensan sacar del Corralón las moto-niveladoras, excavadoras y el
material pesado, pa´ frenar la arremetida de los milicos…
-¿Y qué piensan hacer con todo eso? –pregunta
intrigado Muñoz.
-Ta clarito. Abrir zanjas y trincheras pa´ que no
puedan entrar por la carretera…
***
28
DE JUNIO. En el Hospital de Clínicas trabajadores,
médicos, autoridades, internados y familiares, comentan los decretos de
disolución de las cámaras y de las Juntas Departamentales de la noche anterior,
promovidos por la novel dictadura. A las 10.30 Bordaberry había utilizado la
cadena nacional. La población presenció un rostro que más que adusto era
sombrío, su gesto, que fingía consistencia, no ocultaba la incertidumbre que lo
embargaba, por eso su voz tenía un tono tan amenazante como el contenido del
documento. “… la acción delictiva de la conspiración contra la Patria,
coaligada con la complacencia de grupos políticos sin sentido nacional, se
halla inserta en las propias instituciones”- había leído, mirando
alternativamente unos papeles y las cámaras. Entre los ocupantes circulan toda
clase de noticias, unas ciertas, otras dudosas y otras a confirmar, entre estas
la renuncia del vicepresidente Sapelli y de gran parte del gabinete ministerial
por disentir con el golpe, pero además, con el correr del día va llegando
información de que amplios sectores sociales y políticos, se suman también
contra el régimen, entre ellos la Federación de Iglesias Evangélicas, el
Consejo Presbiteriano de Montevideo y a nivel político la Lista 15, que realiza
una dura declaración y exige elecciones anticipadas. Al anochecer llega Andrea
Vázquez al Hospital con la no por esperada menos festejada información de que
la Asamblea Nacional del Claustro convoca a los universitarios y al pueblo
todo, a sumarse a la Huelga General. Un grito espontáneo sale de cientos de
gargantas, al escuchar la lectura de la declaración: ¡EL PUEBLO UNIDO, JAMÁS
SERÁ VENCIDO!
Andrea interviene:
-Estuve con los compañeros de la CNT,
evalúan que el enemigo está desesperado y por eso se vuelve a cada momento más
peligroso, fueron detenidos varios integrantes del Consejo Directivo Central de
la Universidad y clausurados los periódicos Acción, Marcha, Compañero y El
Oriental; recorrí Montevideo y hay barricadas y concentraciones militares por
todos lados, pero además varios integrantes
de la dirección del Partido Socialista fueron encarcelados y los
intendentes rebeldes han sido amenazados de que van a ser sustituidos por
interventores, a todo esto hay que sumarle que, como todos sabemos, el
Ejecutivo ordenó la captura de los legisladores Wilson Ferreira Aldunate,
Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
Entre los que escuchan están Cristina y
Juan José, que habían quedado en encontrarse en el Clínicas para coordinar y de
paso para verse, vienen acompañados de Javier Barbosa, integrante de la
Coordinadora M del Frente Amplio, que pide autorización para leer un mensaje
del General Líber Seregni, quien convoca a luchar por la destitución de
Bordaberry y elecciones anticipadas. Un cartel llama la atención de Juan José,
tiene una consigna que ya vio en la textil La Aurora y en muchas paredes de
Montevideo: “Es preferible morir de pie antes que vivir de rodillas”.
-La dictadura encarna los intereses de una
rosca, pero chocaron contra nuestra resistencia. El estado de ánimo de la gente
es el mejor, lo comprobé en muchas fábricas que he recorrido en nombre de la
UNTRA, como por ejemplo en Inlasa, Sadil, Cervecerías, La Popular, el
Frigorífico Nacional y la Refinería ANCAP, pero además sé de buena fuente que
también en Juan Lacase, Las Piedras, Pando y en muchos lugares del interior, el
pueblo está combatiendo -informa Juan José a Andrea.
-Algún día todo esto figurará en los
textos de historia, como otra de las grandes gestas del pueblo oriental -responde
Andrea.
La muchacha, recientemente recibida de
médica, ocupa el Clínicas desde las primeras horas del día anterior, adonde
llegó pertrechada como para una larga temporada. Integra el “Comando del
Hospital”, formado por los trabajadores para dirigir la huelga, pero además
para asegurar las estructuras jerárquicas de cada servicio, ya que el objetivo
es continuar con la atención de los pacientes internados y con la prestación de
salud, porque la gente lo precisa y porque el Hospital Universitario es la cara
más visible de la Universidad ante la población. Luego de cada turno, junto con
trabajadores, estudiantes y docentes, se dedica a hacer propaganda, finanzas y
a visitar organizaciones vecinales para pedirles alimentos y poder continuar
con la medida. Está contenta, la respuesta no puede ser mejor, desde los
barrios circundantes permanentemente llega harina, arroz, fideos y toda clase
de comestibles, además de material como para hacer propaganda. Los vecinos
organizan colectas y reparten los volantes de los ocupantes, un verdadero
colchón humano rodea al Hospital, al que siente más suyo que nunca, ya que de
la mano de Dr. Hugo Villar, pese a los recortes presupuestales, ha alcanzado
niveles de excelencia, hasta transformarse en un referente a nivel nacional e
internacional.
***
Andrea comenta con
sus compañeros de la Guardia de Emergencia el apoyo de los diarios brasileños
al régimen de Bordaberry, que asegura, en su opinión, “una frontera pacífica y
tranquila”, cuando debe enfrentar una situación tan extraña como dolorosa, que
la aleja de sus actividades gremiales. A media tarde, a la urgencia del
Hospital, llega una mujer que se presenta como Alicia Machado, con su hija de
ocho años de edad en brazos. Desesperada le cuenta a Andrea que la encontró en
el piso de su casa, junto al cuerpo de su abuela y que al principio creyó que
la niña también estaba muerta, pero que un estertor le reveló que aún respiraba
y había salido corriendo a que la atendieran. La chiquita, de nombre Daniela,
está en estado de shock y un pormenorizado examen le permite a Andrea verificar
que presenta traumatismo encefálico y quemaduras en la espalda. No es fácil
controlar a la madre que repite sin cesar que no debió dejarlas solas, que lo
más seguro es que hayan sido víctimas de rapiñeros. Andrea pone todo su
esfuerzo en sacar a Daniela del estado en que está, hasta que al final la niña
abre los ojos y estira, espantada, como protegiéndose, sus manos. Con mucho
esfuerzo consigue calmarla y la niña, en forma entrecortada, recuerda que
alguien a quien nunca había visto pero que la llamó por su nombre, entró a la
casa, se abalanzó sobre ella, la golpeó con un tizón y que se interpuso su
abuela Beatriz. Pero de nada más se acordaba. El golpe en la frente le sugiere
a Andrea que se habría desmayado y que eso le salvó la vida, inmediatamente le
comunica la revelación a su madre, que espera afuera y que unas horas después
le informa que un pariente lejano, que desde hacía semanas estaba internado por
trastornos siquiátricos, había confesado. Según Alicia, el homicida fue hasta
su casa y preguntó por ella y cuando le dijeron que no estaba, golpeó a Daniela
hasta que la creyó muerta, siguió con su abuela hasta que la desmayó, luego la
llevó a la cama y la asfixió con una almohada. Es delicado explicarle lo
ocurrido a la niña, tampoco es fácil para Daniela asimilarlo y entra en una
crisis de llanto, por lo que Andrea receta un calmante. Daniela ahora duerme.
Andrea no quiere irse de su lado. La mira y piensa en los mundos paralelos, que
se superponen, en la tragedia colectiva por la que todos están pasando, pero
también en la tragedia individual, puntual, de esta familia. En el absurdo,
irreal, irracional torbellino que la sacó de una vida cotidiana, que nunca
volverá a ser la misma. Imagina al enajenado cruzando Montevideo, obsesionado
por quien sabe qué motivos, ajeno a cuanto ocurre en su entorno, ajeno a los
patrullajes, a las pinzas, a las razias y enceguecido por una obsesión, rumbo a
la casa de sus víctimas. Siente pena por todo y concluye que hay
acontecimientos en la vida de las personas y de los pueblos que marcan un antes
y un después. Música folklórica la saca de su ensimismamiento, es la cadena,
amenazante como siempre, insultante como siempre, prepotente como siempre, que
requiere la captura de varios compañeros. Andrea mira el reloj, terminó la
guardia, está abrumada, pero muchos compromisos la requieren. Afuera la muerte
acecha, pero hay que continuar.
***
La inesperada visita de su hermano Carlos,
cambia el estado de ánimo de Andrea. Hace días que no lo ve, pero sabe que al
igual que ella, también resiste al golpe, como representante político
partidario en una coordinadora del Frente Amplio. Carlos viene con unos dibujos
en la mano:
-Lo dibujaron tus sobrinos, para vos –le
dice.
Andrea mira los dibujos y sonríe. En uno
aparece una figura femenina con una pancarta.
-¡Cómo me conocen! Mandale un beso a ellos
y a Clara –responde haciendo referencia a su cuñada.
-Están bajo el cuidado de su abuela
materna. Con Clara casi no nos vemos, está todo el día metida en cosas de El
Popular.
-¿Y has visto a nuestros padres? –vuelve
Andrea a preguntar.
Está inquieta porque es consciente que
para ellos lo que está ocurriendo es lapidario.
-Mamá acompaña a Papá todo el día, no lo
deja ni a sol ni a sombra. También está preocupada por sus problemas cardíacos.
Junto con la familia de Muñoz y con el resto de sus amigos del Poder Judicial,
han organizado una red de información para mantenerse enterados de cuanto está
pasando, compran la prensa de acá y consiguen del exterior. Y te puedo asegurar
que en muchos aspectos están más informados que nosotros -responde Carlos.
Andrea ríe:
-Los golpistas no solamente chocaron
contra nosotros, también lo hicieron contra el horcón del medio de las
costumbres civilistas, se les opone la esencia misma del país, las tradiciones,
la Suiza de América, los mundiales del 30 y 50, nuestra historia nacional…
Pero contáme… ¿cómo ves la cosa?, ¿qué
están planteando los compañeros del Frente Amplio?
-Desde el primer momento nos propusimos
evitar el caos en los barrios, por ejemplo, organizando la recolección de
residuos, el mantenimiento de la limpieza, el control del abastecimiento y de
los precios y por sobre todo la solidaridad de los vecinos y de las
instituciones barriales, con los gremios en lucha. Se trata de mantener a los
Comités movilizados, para que pongan en combate frontal contra la dictadura a
todos los frenteamplistas, pero también a los que no lo son –cuenta Carlos.
-De todo eso me he percatado.
Permanentemente estamos recibiendo donaciones de los Comités que rodean al
Hospital –comenta Andrea.
-El esfuerzo organizativo es enorme, se
trata de que los comités, las coordinadoras y las mesas departamentales
mantengan un intercambio fluido con los órganos centrales del Frente, pero la
represión es brutal y por razones de seguridad nos reunimos en casas de
familia, clubes y donde se preste. Hay que actuar con cuidado, evitar acciones
aisladas y reuniones plenarias e ir rotando a los compañeros que hacen tareas
de enlace a cualquier nivel –agrega Carlos.
Andrea escucha entusiasmada. Mientras su
hermano habla, piensa en los compañeros que invirtieron años de esfuerzo en
conformar un denso entramado popular, que rodeara a la vanguardia trabajadora
en las horas difíciles. Su hermano reitera, luego de un momento de silencio:
-Como te venía diciendo: nuestro objetivo
es apoyar las acciones sindicales, estudiantiles, las ocupaciones y para eso
estamos promoviendo la realización de jornadas de difusión, de
aprovisionamiento, colectas, y adonde se pueda, concentraciones, marchas y
movilizaciones relámpago.
-He escuchado que
en muchas zonas se han integrado a la lucha, blancos y colorados –comenta
Andrea.
-En mi Coordinadora por ejemplo… Aunque
todavía no alcanza, hay que avanzar más por ese camino y por eso, por mi parte,
vengo coordinando con Miguel Muñoz, que, como sabés, milita en Por la Patria…
-informa Carlos
-Me alegro de que Miguel esté apoyando, no
esperaba otra cosa, hubiera sido una decepción lo contrario. Es hijo del mejor
amigo de papá y lo aprecio desde que éramos niños –dice Andrea.
-Pero además, la agitación y propaganda es
cosa de todos los días, la consigna es que cada muro de Montevideo grite su
rechazo al régimen. ¿Te acordás de “Pegotín”? ¿El que iba por casa? Lo metimos
en un lugar al que casi nadie conoce con la exclusiva tarea de hacer afiches,
volantes, pancartas, crayones de sebo y todo lo que precisamos. ¡Qué sirva para
algo!
Andrea aplaude entusiasmada. Claro que se
acordaba de “Pegotín”, un muchacho indolente, siempre distraído, solitario y al
que todo el mundo tomaba a broma, sobre todo desde que durante un atentado a un
comité, respondiera a los fascistas arrojándoles arena desde la azotea, “para
ensuciarlos”, según dijo.
-Hará molotov de arena… -bromea Andrea.
-Hermana… Los compañeros están firmes y
los que te conocen te mandan el mayor de los abrazos. De todos los grupos del
Frente. Por suerte la lucha contra el enemigo común nos ha permitido superar
las fricciones del pasado, cualquier discrepancia ideológica, cualquier
reserva, y estamos más unidos que nunca. Un apretón que me voy. Mañana paso a
ver a nuestros padres y a darles noticias tuyas, ya que, como te imaginarás,
están preocupados –se despide Carlos.
Y Andrea queda mirando los dibujos de sus
sobrinos.
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