LA
TOTALIDAD TEMPORAL DEL HÉROE
(el
problema del hombre interior o el alma) / 2
¿Cuáles son, pues, los
principios de ordenación, constitución y formación del alma (de su
totalización) en una visión artísticamente activa?
2) Actitud emocional y
volitiva hacia el determinismo interno del hombre. El problema de la muerte
(muerte desde adentro y muerte desde afuera). Los principios de figuración
del alma son los de la formación de la vida interior desde afuera, desde
otra conciencia; aquí también el trabajo del artista se realiza sobre las
fronteras de la vida interior, allí donde la vida se orienta internamente hacia
afuera de uno mismo. El otro hombre se sitúa fuera y frente a mí, no sólo
externa sino también internamente. Podemos hablar, empleando un oxímoron,
acerca de una extraposición interna y de una contraposición del
otro. Cualquier vivencia interna de algo que pertenece al otro hombre -su
alegría, sufrimiento, deseo, aspiración, y finalmente su orientación semántica
(aunque todo ello no se manifieste en nada externo, no se revele, no se refleje
en su cara, en la expresión de ojos, sino que apenas se capte, se adivine por
mí, gracias al contexto de la vida), todas estas vivencias las encuentro fuera
de mi propio mundo interior (a pesar de que se vivan de alguna manera por
mí, valorativamente no se refieren a mí, no se me incriminan como mías), fuera
de mi yo-para-mí; están para mí dentro del ser, son momentos del
ser valorable del otro.
Las vivencias, al
transcurrir fuera de mí en el otro, tienen una apariencia interna dirigida a
mí, poseen una faz interna que puede y debe ser contemplada amorosamente y no
debe ser olvidada, como no olvidamos la cara de un hombre (pero no como
nosotros nos acordamos de nuestra vivencia pasada), debe ser afirmada,
figurada, querida, acariciada, no por los ojos físicos externos sino por la
mirada interior. Esta apariencia del alma del otro, una especie de cuerpo
interior más sutil, es la individualidad artística intuitiva y contemplativa:
carácter, tipo, situación, etc.; es una refracción del sentido en el ser, una
refracción y solidificación individual del sentido, su introducción en su cuerpo
interno y mortal: es aquello que puede ser idealizado, heroizado, ritmizado,
etc. Habitualmente, esta actitud activa mía dirigida desde el exterior hacia el
mundo interior del otro es denominada comprensión simpática. Hay que subrayar
el carácter absolutamente lucrativo, productivo, enriquecedor y excesivo de la
comprensión simpática. La palabra “comprensión” en una interpretación corriente,
ingenua y realista, siempre desorienta. No se trata en absoluto de un reflejo
pasivo y exacto, de una duplicación de la vivencia del otro hombre en mí
(además, tal duplicación es imposible), sino de un traslado de la vivencia a un
plano absolutamente distinto de valores, a una categoría nueva de valoración y
figuración. El sufrimiento del otro vivenciado por mí es una cosa por principio
distinta, diferente en un sentido más importante y esencial, en comparación con
lo que representa su propio sufrimiento para él, y el mío para mí; lo que
tienen en común es solamente el concepto de sufrimiento lógicamente idéntico a
sí mismo, un momento abstracto que en ninguna parte y nunca se realiza de un
modo puro, porque en el pensamiento vital hacia la misma palabra “sufrimiento”
cambia de tono según el contexto. El sufrimiento vivenciado del otro es una
formación totalmente nueva del ser, que se realiza sólo por mí, desde mi
único lugar e interiormente fuera del otro. La comprensión simpática no
es sino un reflejo de una valoración totalmente nueva, es la utilización de la
posición arquitectónica de uno en el ser fuera de la vida interior del otro. La
comprensión simpática reconstruye al hombre interior total en las categorías estéticamente
compasivas para con el nuevo ser en un nuevo plano del mundo.
Ante todo, es necesario
establecer el carácter de la actitud emocional y volitiva mía hacia mi propio
determinismo interno, así como hacia el de otro hombre y, ante todo, hacia el
mismo ser-existir de ambos determinismos, es decir, también es necesario hacer
la misma descripción fenomenológica de la vivencia propia y de la del otro, que
tuvo lugar con respecto al cuerpo como valor.
La vida interior, así
como la acción externa del hombre -su cuerpo-, no es algo indiferente a la forma.
La vida interior (el alma) se constituye o bien en la autoconciencia, o bien en
la conciencia del otro, y en los dos casos el empirismo del alma se supera igualmente.
El empirismo del alma, como algo neutral con respecto a estas formas, es tan
sólo un producto abstracto del pensamiento psicológico. ¿En qué dirección y en
qué categorías se realiza esta constitución de la vida interior en la
autoconciencia (mi vida interior) y en la conciencia del otro (vida interior
del otro hombre)?
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